|
|
 Con relación a los puntos planteados por los gobiernos
centroamericanos, nosotros los apoyamos de inmediato
Con relación a los puntos planteados por los gobiernos
centroamericanos, nosotros apoyamos de inmediato los siete puntos, a las pocas horas de
publicado el acuerdo, ¡de inmediato! Los dos primeros países en condonar la deuda fueron
Cuba y Francia. Nosotros habíamos tomado la decisión en la madrugada del día en que lo
anunciamos; pero por algunos detalles, algunos cálculos, algunas precisiones exactas que
debíamos hacer, lo anunciamos después del mediodía. Pero habíamos tomado la decisión
hacía 14 horas.
Los franceses tienen un horario diferente. Cuando estábamos
reunidos en la madrugada, allá era ya de día.
Nosotros, incluso, elaboramos a esa hora la nota que se iba a
publicar; por la mañana tenía que pasarse a máquina, comprobar datos, traducirse a
idiomas, nuestra Cancillería debía atender además en la mañana a un importante
visitante, y acordamos publicar la decisión por la tarde. Realmente no es que estemos en
competencia con los franceses, cronológicamente ellos anunciaron primero que Cuba que
condonaban su deuda de 70 millones a Nicaragua. Nosotros no condonamos más deudas de
Centroamérica porque no había; no le condonamos ninguna deuda a Guatemala, ni a
Honduras, ni a El Salvador, porque no había deuda. Aparece solo Nicaragua en la
condonación de la deuda, era el único país.
No estamos en competencia con los franceses, estoy contando
simplemente la verdad histórica: nosotros habíamos tomado la decisión esa desde la hora
señalada. Tan pronto concluyó la reunión en El Salvador, inmediatamente después que
llegaron las primeras noticias de los acuerdos adoptados. Concedámosles gustosamente y
con toda alegría, el honor a los franceses de haber sido los primeros, porque era mucho
más importante que Francia lo hiciera a que lo hiciera Cuba.
Lo de Cuba tiene incuestionablemente un valor moral muy fuerte, dado
que somos un país del Tercer Mundo, viviendo un período especial, bloqueado y sometidos
a una guerra económica; lo de Francia tiene la especial importancia de que es un país de
Europa, con grandes recursos y gran influencia en la Comunidad Europea. Le damos toda la
importancia que tiene la decisión de Francia, y nos sentimos realmente satisfechos de que
Cuba fuese, junto a Francia, los dos primeros países que dimos el paso de la condonación
de la deuda; después otros países lo fueron decidiendo. Creo que Austria fue el tercer
país en anunciarlo.
Los españoles no hablaron de condonación, ofrecieron en cambio
grandes ayudas y suspendieron por un período de tiempo el pago de los servicios de la
deuda. Están dando realmente importantes y apreciables pasos de ayuda los españoles en
Centroamérica. Pienso que por lo menos el 80% de la deuda externa de Honduras y Nicaragua
se condone.
Ahora, faltan grandes cantidades de fondos para dos cosas:
reconstruir y desarrollar. Es que no puede seguir resignándose la humanidad al drama y la
terrible pobreza que viven tantos pueblos. En este mundo donde se habla de tantos millones
y millones de millones, donde existe tanto despilfarro, no se puede concebir ya que,
frente a tragedias como esta, nos limitemos a la idea de los primeros auxilios, una
ayudita para la reconstrucción, y nada más, pasar la página.
Lo que estamos planteando sobre Haití ya lo habíamos concebido,
porque se puede ver que nosotros expresamos el 28 de septiembre dos ideas fundamentales:
que Haití no necesitaba invasiones de soldados, sino invasiones de médicos, invasiones
de maestros -ya esos maestros tendrán que ser de habla francesa o créole-, e invasiones
de muchos millones de dólares para desarrollar ese país, porque lo que allí ocurre
constituye una vergüenza para este hemisferio, para todo el Occidente y para el mundo de
hoy, ya que fue la primera nación del Caribe y América Latina en independizarse, hace
casi 200 años, y fue la revolución victoriosa de los esclavos que derrotaron al más
poderoso ejército de Europa, en aquella época, el de Napoleón Bonaparte, y la primera
revolución social en este continente, mientras en Estados Unidos permaneció la
esclavitud hasta casi un siglo después de su famosa declaración en la que se consideraba
verdad evidente que todos los hombres nacían "libres e iguales".
Nosotros planteamos: Ya es hora de finalizar la política de
invasiones, intervenciones y cosas por el estilo que históricamente se ha empleado en
Haití. Todo el mundo sabe la causa de la pobreza en ese país. Allí no había una sola
escuela que enseñara a leer y a escribir a aquellos esclavos que, en cambio, fueron
capaces de conquistar la independencia. Es hora ya de que la humanidad, que tanto habla de
globalización y tanto habla de humanismo, resuelva estos problemas, y casos como el de
Haití se resuelvan definitivamente. Dinero para eso existe de sobra.
Cuando ocurre detrás de una tragedia la otra, la de Centroamérica,
inmediatamente después de la de República Dominicana y la de Haití, nosotros
planteamos: Es la hora de que los problemas de Centroamérica, el área más pobre del
hemisferio, allí donde están los países más pobres de este hemisferio, después de
Haití, se resuelvan también de una vez, y no simplemente mucha bulla, visitas,
recorridos, y después pasar la página.
Tomamos los siete puntos planteados por los gobiernos
centroamericanos, las cosas esenciales planteadas por ellos. Primero, dimos apoyo total a
los siete puntos, y, segundo, añadimos la disposición de enviar por el tiempo requerido
los médicos que fuesen necesarios para apoyar el programa de reconstrucción y desarrollo
económico y social de los países afectados.
Hicimos los cálculos primero: mortalidad infantil de 0 a 5 años de
cada uno de esos países, según los datos de las Naciones Unidas. En Guatemala 63 por
cada 1 000 nacidos vivos -hoy vi, por cierto, en Granma, que en uno de los artículos de
primera página, se mencionaba la cifra de 58, no es mucha la diferencia, pero realmente
nosotros partimos de 63, no sé si hay algún dato más reciente-; Nicaragua 57; Honduras
48, El Salvador 47, son los datos de los que yo partí. Anoche estábamos discutiendo si
48 correspondía a El Salvador y 47 a Honduras, a partir de dos fuentes diferentes; de
todas formas el mínimo de mortalidad infantil en esas edades, de los cuatro países
afectados por el huracán, es 54. También hicimos los cálculos sobre nacimientos, son
alrededor de 900 000 nacimientos al año, a partir de una natalidad promedio aproximada a
3,4%. Con absoluto rigor y actualizando la información más reciente que pueda obtenerse,
analizando país por país, se pueden obtener datos casi exactos que no se apartarán
apenas de los que hemos utilizado.
Calculamos qué haría falta y cómo pudiera aplicarse un programa
integral para reducir esa mortalidad, que si se lleva a cabo consecuentemente se puede
limitar a 20. Sabemos por nuestra experiencia cómo se puede alcanzar ese objetivo,
incluso lo que puede costar.
Si en Haití planteamos que podía reducirse a 35, en Centroamérica
consideramos que existen condiciones para reducirla a 20. Es más de dos veces el índice
de Cuba en este momento, y somos un país que estamos bloqueados, sometidos a una guerra
económica, como ustedes saben, con grandes necesidades; hasta con una reducción
importante del consumo de calorías y de proteínas que teníamos antes del período
especial. Sin embargo, ha continuado reduciéndose la mortalidad infantil incluso en el
período especial a 9,3 entre 0 y 5 años por cada 1 000 nacidos vivos, y a solo 7,2 en el
primer año de vida.
Así que lo que estamos proponiendo para Centroamérica es más del
doble de mortalidad infantil que la que existe hoy en Cuba -y están surgiendo nuevas
prácticas, nuevos medicamentos y nuevas vacunas que harían todavía más fácil la
tarea-, y sería un 50% más que el índice de Costa Rica; porque ahí tenemos el ejemplo
de un país centroamericano, Costa Rica, que fue desarrollando programas de salud durante
muchos años, incluso desde antes de que triunfara la Revolución Cubana. Ellos han
trabajado, han recibido apoyo internacional y han reducido a 14 de 0 a 5 años, por cada 1
000 que nacen cada año, según los datos de Naciones Unidas. Es decir, si hay un país en
Centroamérica que tiene 14, es perfectamente posible reducir el índice a un promedio de
20 en los demás. Hoy día podría alcanzarse esa meta en un tiempo mínimo.
Les digo que si no se reduce a 20, sino a 25, todavía se podría
salvar en Centroamérica a 25 000 niños por cada 1 000 nacidos vivos, entre 0 y 5 años
de edad; 25 000 niños cada año. A decir verdad, con el programa que estamos proponiendo,
podrían salvarse 30 000; si se añade el resto de la población mayores de 5 años,
calculando de forma muy conservadora, podrían salvarse 20 000 vidas más en
Centroamérica.
Pero no se trata solo del problema de las vidas que pueden salvarse.
Conversando con los médicos que estuvieron en República Dominicana -y estuve cinco horas
conversando con ellos al otro día de su regreso, escuchando todos los detalles de su
experiencia de 40 días-, comprendimos que si los servicios se extienden a toda la
población, se puede impedir que muchas personas queden incapacitadas. Son muchos los
ciudadanos que no mueren, pero pueden perder, por ejemplo, la vista, la audición, el
movimiento normal y quedan inválidos o seminválidos, arrastrando las piernas, o sin
poder utilizar una mano o un brazo, se quedan incapacitados, y otros viven decenas de
años padeciendo enfermedades que pueden curarse.
Un programa integral de salud no se puede medir solo por el número
de vidas que se salven, sino por los millones de personas que sienten, en primer lugar,
seguridad, que es lo primero en la salud; les brinda seguridad a millones, a padres, a
tíos, a abuelos, a hijos, porque el hijo tiene el padre con cierta edad y con temor a que
pueda padecer tal cosa o más cual, o pueda morir de alguna enfermedad prevenible o
curable.
Habría que ver este programa, además, cuánto eleva las
perspectivas de vida y signifique el obsequio a decenas de millones de personas de 8 a 10
años adicionales de vida; una vida, además, no solo segura y más prolongada, sino más
humana, porque evite un número incontable de personas inválidas o reducidas en su
capacidad y que sufren mucho. No quiero mencionar determinados casos, porque son terribles
algunos de ellos.
Hay muchos defectos para el trabajo, en los brazos o en las piernas,
que pueden resolverse; o escoliosis, que lanza a la gente a la invalidez, que puede
resolverse a tiempo y evitar que un ser humano tenga que vivir 30 ó 40 años
padeciendo determinadas enfermedades. Me he referido solo a tres o cuatro, pero les
podría mencionar 50. De modo que en un programa integral de salud se suele utilizar un
índice que es muy gráfico, y son las vidas que se salvan. Es más gráfico todavía si
las vidas que se salvan se asocian con aquellos que murieron en una catástrofe natural y
conmovieron al mundo, porque el mundo pudo ver cadáveres flotando en las aguas, o
envueltos en el lodo, como dice la declaración cubana. Eso impresionó a miles de
millones de personas.
Ahora, los miles que mueren silenciosa y calladamente, cuyos nombres
no aparecen en ningún periódico, ni sus cadáveres en ninguna imagen, en ninguna
televisión y lo saben solo los padres que los llevan a enterrar -estoy hablando de los
niños en este caso- , como los que llenaron de cruces la costa sur de la Sierra Maestra,
porque no alcanzaron a ver siquiera una embarcación casual que los condujese a un médico
en Santiago de Cuba, no deben seguir siendo olvidados.
El daño humano es lo que más conmueve, aunque tiene que conmover
también el daño material, porque de esa agricultura viven aquellos seres humanos; pero
lo que más impresiona es saber que hay miles de personas sepultadas en la falda de una
montaña, otros cuyos cadáveres fueron al mar desapareciendo, otros que están todavía
enterrados en el lodo o en el fondo de ríos y lagunas, y ahora constituyen un problema
terrible, porque es motivo de enfermedades de todas clases, no hay agua potable.
En Honduras no había agua potable en ningún sitio. Yo leí un
cable, hace pocos días, que se refería a una niña que fue asesinada para arrebatarle un
jarro de agua potable que llevaba en la cabeza. Es que todas las aguas quedaron
contaminadas, todas, los acueductos rotos y los ríos con cadáveres de personas y de
animales en el lecho. No se puede tomar ni agua realmente.
Entonces, claro, los daños materiales hay que repararlos. Esto que
les digo del agua no se ve, alguien tiene que contarlo. Al apelar a la comunidad
internacional le decimos: Hay un huracán que es peor que el Mitch, que está ocasionando
un terrible daño humano, un huracán que mata cada año más personas que este, algunas
de cuyas víctimas vieron ustedes conmovidos por las imágenes de la televisión. Pueden
pasar 20 años sin un Mitch y habrán muerto silenciosamente un millón de personas en
Centroamérica sin que nadie se dé por enterado. ¿Hay que esperar nuevos huracanes, y
peores aun con los cambios climáticos y con las corrientes cada vez más frecuentes de El
Niño? ¿Hay que esperar acaso más huracanes, aparte de temblores y otras calamidades que
vienen, y sequías que hacen considerable daño, aunque no maten a la gente así,
directamente, como las mata un huracán? ¿Cuándo vamos a tomar conciencia? Es lo que
estamos planteando, en esencia, son ideas realmente, y no tiene importancia solo para
Centroamérica, sino para el resto del mundo; esto es lo que hay que plantear en todas
partes del mundo, de este mundo globalizado, con tanta tecnología, tanto despilfarro y
tanta desigualdad en la distribución de las riquezas.
Pero digo algo más: que estas metas que estamos planteando de salud
para Centroamérica pueden alcanzarse sin cambio de sistema social. Plantear que esto se
puede lograr únicamente haciendo primero una revolución política y social, es decir,
haciendo una revolución como en Cuba, no tendría ningún sentido proponerlo; no sería
necesario ni tendría nadie derecho a esperar tales cambios para salvar cientos de miles
de vidas que con un poco de racionalidad y sentido común pueden salvarse; con el mismo
sistema social, con el mismo sistema de propiedad existente es posible hacerlo, hasta con
un modesto apoyo de la comunidad internacional. Es que la tarea, digo, es relativamente
fácil, es posible y es fácil.
Además, si hay una tarea posible y fácil, ningún gobierno de
ningún país del mundo rechazaría esa posibilidad, ¡ningún gobierno!; por el
contrario, lo que nosotros hemos podido percibir en la delegación que visitó Honduras y
Guatemala, es un enorme interés de ambos gobiernos en que se aplique un plan de esta
naturaleza y un enorme entusiasmo con esa posibilidad de hacerlo.
Hay que hacerlo, hayque saber hacerlo, desde luego, es importante.
¿En qué sentido saber hacerlo? Hay que hacerlo con mucho tacto. En un sentido, primero,
que nadie se sienta perjudicado por eso, que ningún médico se sienta perjudicado o de
alguna manera afectado por un programa de esta naturaleza. Este programa no pretende
sustituir a un solo médico en ningún país de Centroamérica; al contrario, podemos
cooperar modestamente con ellos en las cuestiones de salud donde alguna experiencia
nuestra pueda ser útil.
Está la leptospirosis: ya nosotros tenemos una vacuna, un millón
de ciudadanos de nuestro país están usando la vacuna, porque comprobamos toda su
eficacia; es nueva, de producción nacional. No la exportamos todavía porque está en
trámites de inscripciones; pero nuestro país la usa ya en masa. Me contaron que hay
alrededor de un millón de personas vacunadas.
Además, contamos con un producto biológico que es enemigo
mortífero de los ratones, de una eficiencia tremenda, por el cual se pagan hasta 8 000
dólares la tonelada, BIORRAT se llama. Hemos enviado algunas cantidades; nos solicitaron
primero cinco toneladas de Nicaragua, y las enviamos de inmediato; un avión llevó cinco
toneladas. Después solicitaron 15, y hemos enviado 15 toneladas. Lo producimos, tiene sus
costos, pero disponemos ya de una producción creciente.
Enviamos el BIORRAT, y tenemos la vacuna. Ya nos solicitaron 40 000
vacunas en uno de los países muy afectados. Al conocer la vacuna y que nosotros la
estábamos usando, nos pidieron 40 000 dosis; las solicitaron ayer o antes de ayer,
mañana o pasado estarán ya utilizándolas para contener un poco de epidemia de
leptospirosis.
(continuación) |