|
 Hay que reconocer que Brasil combatió solo frente a
ese riesgo
Hay que reconocer con toda justeza que Brasil combatió solo frente
a ese riesgo. Y hay montones de análisis de prestigiosas revistas que señalaban a Brasil
como el próximo e inevitable blanco de la crisis, después de Rusia, a partir de datos
relacionados con el déficit presupuestario mayor del 7% del Producto Interno Bruto; a
partir de una supuesta sobrevaloración del real, y a partir de un creciente y elevado
déficit en las cuentas corrientes, circunstancias que utilizan los especuladores que
asaltan como lobos hambrientos la economía de cualquier país que, en este caso, sería
Brasil.
De ahí nace la convicción de que esto no lo podrían aguantar las
bolsas de Estados Unidos, podría convertirse en una catástrofe mucho peor que la de
1929, cuando sólo el 5% de los norteamericanos tenían invertidos sus ahorros y sus
recursos en las bolsas; ahora el 50% de los norteamericanos y casi todos los fondos de las
cajas de retiro y de los ahorros de la clase media norteamericana y de los que tienen
mayores ingresos entre los trabajadores están invertidos en ellas. Realmente sería, a mi
juicio, algo de consecuencias inimaginables.
Bien, eso significa una cosa con toda claridad: a Estados Unidos y
al mundo industrializado les interesa impedir a toda costa que se produzca esa crisis en
Brasil y Suramérica; le interesa muchísimo a Brasil, por supuesto, más que a nadie, y
al resto de América Latina.
¿Quién lo ayudó, aunque fuese con una sola palabra de aliento, en
los cuatro años de los tres asaltos? ¡Nadie! Se defendió, entre otras medidas, con la
reserva que había acumulado; llegó a elevarla hasta 70000 millones, que es realmente
alta, y solo en agosto y septiembre, a partir de la crisis de Rusia, perdió más de 20000
millones de dólares. Entonces por primera vez aparecieron algunas frases y algunas
palabras de aliento y promesas de apoyo a Brasil; ahora es claro que resulta de una
necesidad vital para Estados Unidos y para el resto del mundo industrializado.
Es por eso que pienso, en primer lugar, que eso no debe significar
que Brasil y Suramérica, conscientes de esa realidad, se pongan a esperar con los brazos
cruzados que aquellos que están corriendo gran peligro salgan a darle los recursos a
Brasil. No hay que sugerirle a Brasil que haga esos esfuerzos porque hace cuatro años los
viene haciendo, defendiendo la estabilidad de su moneda, sacrificando sus reservas.
Permítanme decirles: Si nosotros tuviéramos la reserva que ellos
han tenido que gastar solo en agosto y septiembre, podríamos contar con un crecimiento de
dos dígitos en Cuba. Y no es tanta la cantidad, si comparamos lo que le costó a Corea
del Sur, 100000 millones de dólares, o a Tailandia u otros países. Brasil en solo dos
meses tuvo que emplear más de 20000 millones de su reserva.
También he leído los discursos del presidente Cardoso, antes y
después de las elecciones, lo que me ha permitido calibrar incluso su talento político.
No voy a añadir más virtudes, porque no deseo provocar malentendidos con la izquierda
(Risas).
Realmente debemos reconocer, con toda justicia, la confianza, la
firmeza y la capacidad demostradas por el Presidente en esa batalla solitaria; pero ahora
no está solo, ahora tiene mucha compañía, y buena compañía. Tiene un buen momento
político para la dirección del país, con un reconocido prestigio internacional y
excelentes relaciones con muchos de los dirigentes principales de las instituciones
financieras que aprecian sus conocimientos; buenas relaciones con la dirección de Estados
Unidos, buenas relaciones con Europa, y el expediente de la batalla librada, más el susto
colosal y la preocupación, sobre todo, la toma de conciencia de Estados Unidos y Europa
de la importancia decisiva de Brasil como última trinchera para impedir la
generalización de la crisis.
Cardoso pronunció dos discursos. Uno antes de las elecciones, el 24
de septiembre de 1998, en el que, realmente, tomó una decisión audaz -digo que audaz e
inteligente, no basta solo la audacia-, al plantear las medidas que iba a tomar. Para no
inmiscuirme en los asuntos internos, no emito opinión alguna sobre las medidas;
simplemente estoy señalando tácticas y estrategias políticas. Pero las medidas duras
siempre son duras. Plantearlas antes de las elecciones no es lo habitual en las
tradiciones políticas de nuestro hemisferio.
Yo no tengo malas relaciones con la izquierda, a pesar de que a
veces cuesta trabajo mantener relaciones con las fuerzas de izquierda. Fácilmente surgen
problemas familiares por cualquier discrepancia de criterio y hasta llegan a pronunciarse
a la ligera palabras que lastiman. A nosotros nos exigen más que a las vírgenes vestales
de Roma. Cualquiera puede cometer una ligera falta; nosotros, ninguna; mucho cuidado,
porque antes de que nos levantemos por la mañana, y aun sin saber textualmente si es
cierto o no lo que se ha dicho, ya nos están juzgando.
Estratégicamente la posición de América Latina es excelente en la
actual situación. Hoy somos algo. Tienen que contar con nosotros.
Realmente en situaciones de riesgo, como la que vivimos junto al
mundo, tengo la convicción de que hay que buscar no solo la unidad entre todos los
países latinoamericanos y del Caribe, sino también la mayor unidad posible dentro de los
países; no me aventuro siquiera a recomendarlo, simplemente digo lo que pienso. Son
cuestiones de tipo político muy asociadas a una gran batalla por la supervivencia, que
requieren el máximo de comprensión, de unidad y de subordinación incluso de los
intereses nacionales a los intereses del conjunto de nuestros pueblos que no son
incompatibles, sino, por el contrario, se complementan y se garantizan.
Son estas las razones por las cuales fundamento o trato de explicar
este criterio sobre la situación estratégica. Y, repito, Estados Unidos y Europa no se
pueden dar el lujo de permitir que la crisis penetre en Brasil, ni en Suramérica, ni en
el resto de América Latina. Sería la catástrofe para todos.
(continuación) |