Rodaba el año 2004 y un avión de Cubana despegaba del aeropuerto José Martí, repleto de los más codiciados tesoros de nuestra bella y deportiva Isla en el periodo final de ese ciclo olímpico: atletas, entrenadores, doctores, fisioterapeutas, glorias deportivas y el equipo de prensa la cita estival de Atenas que culminaría ese año. Transcurrieron muchas horas de vuelo, tantas como las historias y anécdotas que rodaban por la aeronave cubana, repleta de sueños. Era el novato entre todos y solo escuchaba, me nutría de la sabia de cada guerrero espartano.
Quiso el azar que me tocara sentarme al lado de alguien que años después fue reconocido como el mejor entrenador de lucha del mundo, Pedro Val. Desde su trono C-25 me transmitía saberes con cada palabra y gesto paternal. Delante, una figura que desde ya se vislumbraba descomunal con todas las luces para ser el súper atleta que hoy disfrutamos. Ellos conversaban y yo veía la esencia de una relación que superaba al atleta y entrenador, era más bien de padre a hijo.
Abusando de la ya ganada confianza le pregunto a Val: «Profe, ¿y este qué?». Unos segundos tardó la respuesta, precedida por la sonrisa de quien sabe el material humano que carga en su tropa: «Se ganó venir, veremos de qué está hecho, pero te advierto, es un guerrero, solo que muy nuevo».
Pasaron los días y nueve cubanos escalaron lo más alto del monte olimpo en jornadas repletas de emociones. Surgieron figuras nuevas dentro del contexto deportivo nacional y para el mundo. Al regreso, cuando hasta las cariátides de la Acrópolis se despojaban de su milenario peso para despedir a todos, la fortuna puso al profe Val y mis inquietudes frente a frente, luego del quinto puesto de aquel joven del avión.
Antes del cordial saludo, una pregunta brotó de mi boca: «Bueno, por fin el muchacho qué, el guerrero qué». El genio frotó su lámpara y respondió con tal seguridad que superó al sabio que carga dentro: «Mijaín López luchó como guerrero, es verdad. Perdió, pero aprendió lo que necesitábamos ahora y te digo, va a ser el mejor del mundo, no va a perder con más nadie y va a escribir muchas bellas historias para el deporte cubano y la lucha mundial». ¡Palabra Santa! Cuatro años después, en Beijing, pude hacer la imagen, del abrazo del entrenador, del padre con el hijo. Hoy continúa la leyenda de Mijaín.




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yon dijo:
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8 de noviembre de 2017
07:28:56
lourdes camacho porta dijo:
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8 de noviembre de 2017
09:57:37
mercedes dijo:
3
8 de noviembre de 2017
14:02:47
IRASEL dijo:
4
8 de noviembre de 2017
15:22:42
javier dijo:
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8 de noviembre de 2017
17:08:04
Leandro Rodríguez dijo:
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9 de noviembre de 2017
08:11:57
Manuel Astencio dijo:
7
9 de noviembre de 2017
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Cristian David dijo:
8
14 de noviembre de 2017
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María C dijo:
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21 de noviembre de 2017
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jose gilbertonoa dalcourt dijo:
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22 de noviembre de 2017
10:32:13
raimundo silverio torres dijo:
11
24 de noviembre de 2017
13:12:02
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