En Mayo de este año el gobierno de Donald Trump activó el Título III de la Ley Helms Burton, poco tiempo después el Departamento del Tesoro prohibió los viajes culturales y educativos, y más tarde modificó el Reglamento de Control de Activos de Cuba, con lo cual aumentaron las restricciones para el envío de remesas y transacciones bancarias.
La administración estadounidense, además, limitó la entrada de crudo a la isla, con lo cual generó una seria crisis nacional, y restringió la operación de aerolíneas y cruceros.
Y esta semana, como para no dejar pasar sin penas ni glorias la votación de la resolución que cada año presenta Cuba en la ONU contra el bloqueo, prohibieron el financiamiento de actividades de intercambio educativo y cultural con representantes estatales de Cuba.
Tras la desesperación que ha llevado a más las restricciones, se esconde, en primer lugar, una necesidad electoral.
De acuerdo con la información filtrada por la prensa estadounidense en 2017, la inmensa mayoría de las agencias gubernamentales recomendaron al presidente mantener el curso de las relaciones con La Habana.
Sin embargo, la concesión de favores a cambio de los votos en el Congreso a los políticos Marco Rubio y Mario Díaz-Balart, tuvo mucho que ver con el cambio de rumbo.
El propio presidente ha mencionado la importancia que tuvo el apoyo de la comunidad cubana en su victoria en la Florida en las presidenciales de 2016. Sin embargo, los cubanos son solo poco más del 30 % de los latinos de la Florida y una parte mucho menor del padrón electoral.
Este 2019 los números ya empiezan a "preocupar" pues para las elecciones Joe Biden, del partido demócrata, lidera las encuestas con 51 % frente a Trump.
Es de esperar, entonces, que Trump mantenga su estrategia, que ahora incluye presiones para que naciones que históricamente apoyan a Cuba en la ONU este año cambien su voto.
Aun así, Cuba continúa siendo un ejemplo de que el modelo neoliberal es un fracaso, de ahí el empeño de Estados Unidos por devastar nuestra economía y someternos.
La resistencia de la isla y el despertar de América Latina contra el neoliberalismo y por la democracia, representan una amenaza para el status imperial de enemigo.
Aunque al final, para detectar el miedo a perder fuerza en Nuestra América a causa de Cuba, haya que leer entre lineas cada nueva medida.
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