
Miriam Ferrer Fernández acude a esta conversación como si volviera a la línea de partida. Aunque menos cómoda entre carriles de palabras, en ellos también arranca con la explosividad de sus carreras de cien metros. Recorre cada instante de su historia, multiplicada en decenas de obras pulidas con sus manos de entrenadora.
Desde el parque Martí, en el municipio habanero de Plaza de la Revolución, ascendió a la Escuela de Iniciación Deportiva Mártires de Barbados, y pronto la captaron para la Escuela Superior de Perfeccionamiento Atlético y el Centro de Alto Rendimiento Cerro Pelado.
Debutó internacionalmente con menos de 15 años, en Jalapa, México, e integró por más de una década el equipo Cuba. Aunque poseía los registros para intervenir en eventos en el exterior, diversos obstáculos la privaron de esa posibilidad durante un periodo.
«Me alejé entre dos y tres años, mientras ejercía como profesora de Educación Física en la Secundaria Básica Rubén Martínez Villena, del Vedado. El periodista Juan Velázquez me vio, y me alentó para que me reubicara.
«En un Memorial Barrientos estampé 11.14 segundos, lo mejor de mi trayectoria, detrás de Liliana Allen, quien tiene el récord del país. Estaba entre las principales velocistas, hasta la aparición de figuras como Luisa Ferrer, Susana Armenteros, Idania Pino y Eusebia Riquelme».
En calidad de miembro del relevo 4x100 m, participó en los Juegos Olímpicos Barcelona-1992, aunque las molestias recurrentes desde los Panamericanos de La Habana en 1991 la relegaron a la suplencia.
Sin embargo, «el Mundial de Stuttgart fue emocionante. La cuarteta, compartida con Liliana, Aliuska López y Julia Duporty, concluyó sexta, pero la marca nacional
–aún vigente–, de 42.89 segundos, nos dio mucha alegría».
Miriam aprecia ese lauro por encima de sus medallas obtenidas en los Centroamericanos y del Caribe, de Ponce-1993, en el mismo año de la justa planetaria, y en los Panamericanos de Mar del Plata-1995.
Tras el retiro, en 1996, con estudios ya cursados en la Universidad del Deporte Manuel Fajardo, prestó servicio a sus últimos profesores Irolán Hechavarría y Silvia Chibás, y aprovechó la oportunidad para transitar el camino que la definiría: el paratletismo.
«Ayudé a Héctor Herrera, y cuando cumplió misión en México, me dejó a su alumna Ana Ibis Jiménez. Luego acogí a otros como Arián Iznaga, Leinier Savón, Ernesto Blanco, Luis Manuel Galano, Ettiam Calderón, Irving Bustamante, Julio Roque, Suslaidys Giralt, Yamilé González, Raciel González, Yunidis Castillo y Omara Durand.
«Exijo voluntad, entrega y disciplina, porque sin ellas nadie alcanza sus sueños. Aplico cargas semejantes al deporte convencional, pues los considero a todos aptos para asimilar la misma intensidad, incluso pactan confrontaciones entre ellos. A Iznaga lo llamamos «el lada humano», pues realizaba todos los ejercicios a pesar de su ceguera, hasta saltaba las vallas.
«Actúo como sicóloga para mis atletas, me mantengo al tanto de sus preocupaciones y algunos me involucran totalmente, en especial Yunidis, quien me revelaba sus problemas en cualquier ámbito. Cuando tuvo a su hijo, yo lo cargaba, para permitirle descansar.
«En torno a ella y a Omara, dos dignas representantes de la estirpe de Santiago de Cuba, podemos hablar horas. La última corría hasta lesionada, aunque se le escapara la vida, pero motivada por la admiración de su pueblo».
Miriam emplea estímulos y juegos con sus velocistas, para quitarles el miedo a ciertas distancias. Con esos métodos, Iznaga, Yunidis y Savón incursionaron en 400 metros; además, mejoró la reacción de Yuniol Kindelán en la arrancada del hectómetro.
«Él devino uno de mis guías más importantes, aunque también brillaron en esa función Alexander «el jabao», corredor de la selección convencional, y Yaseen Pérez, actual preparador de la reina olímpica en la vuelta al óvalo de París-2024, la dominicana Marileidy Paulino.
«Antes de la cita multideportiva de Tokio, en 2021, conversé con Omara y Yuniol acerca del adiós, pero decidimos afrontar otro ciclo. Cuando pensaba despedirme junto a ellos, en septiembre pasado, varias personas me preguntaron qué haría en mi casa. La clasificación de Yamel Luis Vives, coronada con plata en la capital de Francia, me llenó de valor para seguir un poco más. Me enorgullece que me necesiten.
«Me veo como madre de mis atletas. Los aconsejo y los cuido como a mis hijas». Gracias a la relación de una de ellas –Stefani– con Yuniol, recibió un gran regalo: su nieto Mateo Kindelán, convertido en «un pedacito de mi corazón. Me tiene loca, un hombrecito, muy serio».
Miriam Ferrer le agradece al líder histórico de la Revolución Cubana Fidel Castro Ruz, la inserción de las personas con discapacidad en el deporte y, si naciera otra vez, volvería a trabajar con ellos de nuevo. Aunque confiesa que su carácter dista de una moneda de oro capaz de caerle bien a todos, aunque siembra para recoger el cariño de muchos.

















COMENTAR
Responder comentario