ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Bueno Chávez exige una actitud ejemplar y perfeccionista, mientras vela por el bienestar de sus alumnos más allá del estadio. Foto: Calixto N. Llanes

La marca de 8,50 metros aguardó sin éxito la coronación de un sueño: el aterrizaje de Luis Alberto Bueno Chávez en esa estación de la arena para reclamar su entrada en la élite del salto de longitud, cuando el evento tenía un nivel galáctico. Aunque las lesiones lo alejaron, compensó esos centímetros con sus victorias como entrenador del paratletismo.

En sus inicios, a los diez años, fue acogido por Rosa Hernández, su segunda madre, en el Combinado Deportivo Fe del Valle, ubicado en La Habana del Este. Ella le inculcó amor, disciplina, entrega y consagración a su actividad. «Me impuse como escolar en un pentatlón conformado por pruebas de lanzamiento, carreras de fondo, velocidad y saltos. Entre ellas, prefería las dos últimas.

«Debuté en el ámbito internacional a los 13 años, en Budapest, Hungría, en una confrontación con países del extinto campo socialista, y logré una medalla de cada color: bronce en lanzamiento de pelota, oro en 60 metros y plata en salto de altura.

«Pronto me especialicé en el salto de longitud, y en un torneo nacional de menores de 20 años salté 7,52 metros». Tras una amarga experiencia, por dificultades físicas, en los Juveniles de la Amistad de Bucarest, Rumanía, encumbró su nombre en 1986.

«En un certamen similar, en Alemania, triunfé con 7,71. Volví de vacaciones, y el profesor Mario Rodríguez me anunció mi designación para el Campeonato Iberoamericano de La Habana, en el que establecí una secuencia de 7,92, 8,12 y 8,25. Me extrañó el júbilo del público, y solo comprendí la magnitud de mi registro después, a través de la prensa: me coloqué a ocho centímetros del récord de la categoría, en poder del estadounidense Randy Williams.

«Disfruté mucho la presea dorada del Mundial Juvenil de Sudbury, Canadá, en 1988, con 7,99; sin embargo, a pesar de mi progreso, el mayor estirón de mi trayectoria consistió en 8,28 metros. En retrospectiva, puedo asegurar que me faltó fortalecer algunos planos musculares, y también me afectó mi constitución, con fibras cortas y fuertes, según determinó un estudio en el hospital Frank País.

El preparador de triple salto, Sigfredo Bandera, le sugirió, a finales de 1996, la posibilidad del retiro, por el estancamiento de sus resultados y la pujanza de jóvenes figuras. Meditó en casa y aceptó el adiós, pero únicamente para emprender la carrera de impulso hacia otro comienzo, como asistente de Bandera.

Gracias a él y a Milán Matos, Bueno aprendió el arte de ser entrenador. Recibió la misión de atender a la leyenda Enrique Cepeda, y en 1998 se incorporó oficialmente al paratletismo, a cargo también de exponentes como Fernando González, Ana Ibis y Ángel Jiménez. Asumió alrededor de tres lustros al frente del colectivo técnico, un excelente grupo que colegiaba cada decisión.

La edad provocó más de una broma en su vínculo con Cepeda. «Como era mayor, lo creían mi profesor, y yo su deportista. Admiro su coraje, pues en Sidney-2000 sufrió una lesión muy grave, pero confesó: “solo muerto dejaría de competir”. Cuando ganó en el salto de longitud, hasta soltamos lágrimas.

«En Atenas-2004 me regalaron esa alegría Ana Ibis y Ángel. Luis Felipe Gutiérrez retomó ese legado en Londres-2012, pues brilló en todas las modalidades de salto, incluso como recordista mundial.

«Con la ayuda de Miriam Ferrer, alisté a sus velocistas Yunidis Castillo y Leinier Savón, en el evento de longitud. Con ella dispuse de escasas semanas, pero por su talento y valentía casi obtuvo el oro en Río-2016, mientras él también conquistó el segundo puesto en Tokio-2020.

«Cuando Luis Felipe Gutiérrez perdió la clasificación médico-funcional antes de la cita con sede en Brasil, me quedé sin representantes de puntería propios de mi área de trabajo. En 2019, Irving Bustamante me comentó sobre Robiel Yankiel Sol; lo convoqué y vino, con su madre.

«Como primera impresión, me fijé en su estatura y llamé a Irving para decirle: “me enviaste casi un enano”; pero cuando realizó la vuelta de calentamiento, aprecié su calidad. Llegó con 6,30 metros y creció tanto que, en 2021, se convirtió en campeón y recordista paralímpico.

«Su grandeza radica en la disciplina y en la competitividad. Le insisto en nunca bajar la guardia porque, así como él sorprendió en su día, otro podría destronarlo. Posee una técnica de dos bicicletas en el aire, muy difícil».

Luis Bueno siembra principios y valores, porque «el deporte es un ratico». Exige una actitud ejemplar y perfeccionista, mientras vela por el bienestar de sus alumnos más allá del estadio. Considerado un cubano más, su granito de arena reside en algún lugar de los cajones de salto eternizados por las hazañas de sus atletas.

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