Ayer no estuvieron ni en las pistas ni en una línea de tiro, tampoco ante el reto de levantar un peso o el de esquivar un ataque del contrario. No tenían rivales, estaban en las entrañas que los vieron nacer. La delegación paralímpica se hizo más rápida, más alta y más fuerte, porque junto a su pueblo es aún más invencible.
En el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB), sitio también de campeones por la vida, el encuentro fue sobre el podio. Quienes el 9 de julio de 2021 le entregaron a Cuba y al mundo Abdala, primera vacuna anti-SARS-COV-2 desarrollada y producida en América Latina y el Caribe, se fundieron en un abrazo dorado con los que nos llenaron de orgullo en París.
Ver juntas a Omara Durand y a Marta Ayala, la directora del CIGB, por demás al frente del desarrollo de ese inmunógeno, es ver a Cuba en el pináculo de su consagración. También la sensibilidad y la belleza de tanta humanidad rompió todos los récords en la escuela Solidaridad con Panamá. La obra de Fidel, la del deporte y la de la inclusión, corrió tan veloz como Omara y Yuniol, saltó tan lejos como Robiel, fue tan enérgica como Yunier sobre la mesa de tenis o tan fuerte como el brazo de Guillermo Varona. Tanta entrega, tanta nobleza responde a Martí, cuando se preguntó en su poema, que también es vacuna y salva. «-¿Acaso crees que hay algo más sublime que la Patria?».
En la Internacional Cubana del Tabaco, sobre todo con sus operarias, que dotan a la Patria de uno de sus más preciados rubros exportables, hubo la misma comunión de altruismo. Y en la EIDE Mártires de Barbados, en cuyas aulas y canchas se fecundan las emociones del deporte, Omara llenó de simbolismo la jornada, al ponerle en el pecho su medalla de oro a uno de los pequeñines que allí se forjan.























COMENTAR
Responder comentario