La Guaira, Venezuela.–De beisbol está saturado el ambiente venezolano por estos días. «Agoreros, medium, adivinadores» abundan por doquier, al estilo de la fanaticada cubana. ¡Bendita culpa! de la Serie del Caribe, que en su edición 65 ha llegado aquí.
«Tigres de Licey», dice uno, «puff», suelta una mujer, haciendo una mueca. Otro advierte, «contra los Indios de Mayagüez nadie se crea seguro». «No se me les olvide que Colombia dio la sorpresa el año pasado, con sus Caimanes de Barranquilla», recomienda un chofer.
Se burla, irónico, un vendedor ambulante de confituras, corta sus pregones, suelta una carcajada y sube los decibeles: «¡qué buena noticia, señoras y señores!, ¡qué variada la dieta de mis Leones del Caracas por estos días», y con voz paciente enumera: indios…, tigres, hasta gatos salvajes» (en referencia al equipo de Curazao); «vayan mi gente, lléguense a La Rinconada y verán a mis cachorros darse banquete; allí estaré con bombonas y chocolates; si lo desean pueden comprármelos ahora».
Horas antes de debutar sus muchachos, Carlos Martí, mentor del representativo de Cuba –recibidos en el Aeropuerto Internacional Simón Bolívar por el embajador, Dagoberto Rodríguez Barrera–, anunció a César García como abridor ante Curazao.
Los Agricultores llegaron con el ánimo de hacer una buena cosecha, sin más pronósticos que «dar un buen espectáculo», dijo el timonel. «La competencia va a ser muy dura y pareja; los rivales son de altísima calidad, pero tenemos para enfrentarlos».
En cuanto al uso de los relevistas, «al igual que los abridores, todos están listos», aseguró Martí, y explicó que los empleará en dependencia de las situaciones de cada juego, y de los bateadores que tenga enfrente. Tranquilo se mostró Cesar García: «listo para hacer mi trabajo».
Por decimocuarta ocasión Venezuela acoge una Serie del Caribe, esta vez en dos estadios de lujo: el remozado y confortable Jorge Luis García Carneiro, de La Guaira, con capacidad para unos 15 000 espectadores, y el espacioso y monumental de La Rinconada, en Caracas, que da cabida a 40 000 personas, y del que –se dice– es el más moderno de su tipo en Latinoamérica.

















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