«Lo importante es que amo a este pueblo y al deporte», me dijo Omara Durand, en septiembre de 2021, cuando tras ocho años consecutivos entrenando para diversos eventos, la joya cubana de la velocidad coronó su exitosa carrera en Tokio-2020, y se disponía a disfrutar de un descanso activo.
La pasión por su familia le hizo querer compensar el tanto tiempo lejos de los suyos para entrenar y triunfar –con amplias ventajas en los 100, 200 y 400 metros– en los Juegos Paralímpicos de la capital japonesa. He ahí la razón de la licencia que ha aprovechado a sus anchas.
–¿Vuelves a las pistas?
–Durante casi un año he tenido un descanso activo, siento añoranza por retornar. Pienso volver a los entrenamientos el próximo septiembre, con el mismo ímpetu, y me entregaré como siempre. Hago ejercicios para mantener el peso corporal y el tono muscular, también sumo los aerobios.
–¿Cómo has empleado este tiempo?
–Lo dedico, esencialmente, a mi hija Ericka. La acompaño en sus travesuras, contribuyó, desde cerca, a su educación. Me esfuerzo en su formación, y cuento con la denodada ayuda de mis demás familiares. Eso me fortalece espiritualmente.
–¿Te mantendrás en las tres distancias y categoría de competencia?
–Es lo que pienso, aunque siento predilección por los 200. En 2015 comencé a correr con el guía Yuniol Kindelán, un excelente compañero, cuando pasé de la categoría T-13 (débil visual) a la T-12 (débil visual profunda), en la que pretendo continuar.
–¿Tienes contacto permanente con tus preparadores?
–Durante todo este periodo he trabajado junto a mi entrenadora, quien preparó un plan junto al fisioterapeuta, en tanto el médico confeccionó una serie de clases que cumplí, para garantizar un retorno seguro.
–¿Qué significa para ti el pueblo cubano?
–Es un gigante valiente y glorioso. Por él me esfuerzo, compito con amor. Los cubanos somos fuertes y así continuaremos batallando.
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