Cuando levantó más allá de la altura de sus ojos al subcampeón mundial, suspendido algo por debajo de las axilas, el luchador de la modalidad grecorromana, Luis Alberto Orta, demostró su excelente forma física e hizo un alarde de fuerza como premonición de su triunfo definitivo de los 60 kilogramos en los singulares Juegos Olímpicos de Tokio-2020.
Ya por el título, intentó el desbalance ante el campeón del orbe, el japonés Kenichiro Fumita, y con la anatomía de su adversario encima, en duro forcejeo, Orta se impulsó con el talón de sus zapatillas a ras del colchón para concretar su acción ofensiva. Ganarle al mejor del mundo, allí en su patio, completó una actuación brillante y fue el primero de la delegación antillana en exhibir la bandera en lo más alto del podio.
El muchacho evidenció tener el extra de los grandes campeones para desbancar a sus rivales, todos de altísimo nivel mundial y superiores a él en los pronósticos. Ninguno, sin embargo, pudo igualar el ímpetu del antillano, y ahí estuvo la diferencia.
Aunque lo del habanero fue la gran noticia, la hazaña del Gigante de Herradura no tiene paralelo, ya al borde de sus 40 años de edad. Tal vez su mayor mérito, la clave del resultado más allá de su fuerza descomunal, estuvo en la preparación con la cual llegó al torneo de su vida.
Es bien difícil, porque para lograr ese estado óptimo hay que hacer gala de mucha voluntad, levantarse todos los días a las cinco de la mañana para entrenar y poner a un lado, por mucho tiempo, el ocio y los placeres. En definitiva, Mijaín hizo la proeza y, a partir de ahora, para escribir la historia de la lucha cubana, habrá que hablar de un antes y un después de Mijaín López.
Lamentablemente, hay quienes no alcanzan acercarse a un resultado ni siquiera similar, y, al parecer, habría que buscar la causa en alguna falla en la preparación. Por ejemplo, aún nos preguntamos qué le sucedió a Alejandro «Calabaza» Valdés, quien perdió por superioridad (21-11) ante el kazajo Daulet Niyazbekov, cuando tenía nueve puntos de diferencia.
Otra incógnita es el alto número de lesiones en el atletismo, que pudiera tener enlace con la etapa preparatoria para una cita de tal envergadura.
Está demostrado que el obstáculo mayor de un atleta puede ser su forma física. Eso media más en una disputa que ninguna otra cosa. Orta y Mijaín fueron ejemplos aleccionadores y la prueba irrebatible de cómo hay que presentarse en un certamen multideportivo y cuánto de sacrificio se oculta detrás de una medalla.

















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