Chille enloqueció de alegría cuando Alexis Sánchez ejecutó el cuarto penal que sentenció la victoria del once rojo en la Copa América. Triunfo merecido porque durante los 90 minutos de tiempo reglamentario fue el equipo que mandó en la cancha del estadio Nacional de Santiago, mandato que hizo todavía más expresivo en los dos tiempos suplementarios del alargue.
Tras igualar cero a cero con una Argentina sufriendo, ya no solo por su carencia de goles, sino por la ausencia de propuestas, llegó la serie de castigos desde el punto penal y en ella, como justa recompensa también fue inobjetablemente superior la escuadra escarlata.
Solo un disparo albiceleste se anidó en las redes, el ejecutado por su capitán Lionel Mesi, que sin embargo solo le sirvió para despojarse del traje de villano, pero no le alcanzó para no cargar con toda la responsabilidad de este otro fracaso argentino.
Mientras Gonzalo Iguaín pinchaba una nube con su cobro y Ever Banegas se la entregaba a Claudio Bravo, elegido como mejor portero de la lid, Matias Fernández, Arturo Vidal y Aranguiz definían con clase, para dejarle la escena de protagónico a Alexis, divorciado del gol, pero quien con un toque de calidad la picó suave y con realeza para hacer estallar al Nacional.
Eso fue lo que ocurrió. Pero ¿por qué fue así?
- Chile fue el que plantó la bandera y dictó el diálogo en el césped, con un Jorge Valdivia que manejó los hilos. Sembrado detrás de Mascherano, movió a su equipo con creatividad y lo dotó de salidas limpias con buena química entre todas sus líneas.
- Los anfitriones dominaron y controlaron el partido por su certero trabajo en el medio campo, fortaleza física y siempre proponiendo, si bien en el último tercio de terreno le faltó claridad.
- Los corredores izquierdo, Jean Bouseyour, y derecho, Mauricio Isla, de la Roja de América, dieron ritmo y hostigaron a la agónica Argentina, que ante tanto ímpetu solo se dedicó a aguantar el temporal.
- Chile llegó mejor, física y psíquicamente a la tanda de definiciones, justamente por lo entregado en el campo.
- Argentina, en cambio no tuvo en Mascherano, pese a su gigantesco esfuerzo y desborde de coraje por la camiseta, esa llave maestra del centro de la cancha y peor aún, no tuvo un líder ante la imagen perdida, sin recursos y para colmo sin su fútbol, del que es considerado por muchos el mejor jugador del mundo. Lio Mesi, solo apareció para cobrar y hasta torpe se le vio.
- Esa fue la razón de que por primera vez en la Copa, la albiceleste fuera la que corriera detrás de la pelota; ante Chile fue la única vez que la posesión de la esférica no le favoreció.
- Volvió a aparecer ese fantasma que hace que Argentina no gané finales y que tampoco anote goles. La perdió en la Copa América del 2007 frente Brasil 3-0; le pasó similar en el pasado mundial al caer, en 120 minutos ante Alemania por 1-0, y ahora en penales, también sin marcar, con Chile de adversario.
- Como si fuera poco por segunda final consecutiva (la otra fue en el mundial del 2014), Ángel Di Maria se pierde por lesión un partido de este tipo. Y para rematar, el DT, Martino, se equivoca en los cambios, los agotó muy rápido y dejó sin combustible a sus jugadores. Sumele que a nuestro juicio, Carlos Tevés era una mejoro opción de modificación que Iguain. De cara a un partido trabado, con exigencia física, un guerrero como el Apache, no se podía desperdiciar para el segmento final del encuentro.
Lo cierto es que Chile alargó más la sed de victoria de las selecciones argentinas que ya pasará de 22 años, desde aquella Copa América de 1993 y le puso la tapa a la botella vacía de Mesi con su camiseta nacional, esa con las que ha pasado más de 10 partidos con un solo gol, esa con la cual no ha podido demostrar que es líder y mucho menos, el mejor del mundo.
Y aunque sería de locos o de un simplismo supino decir que el 10 albiceleste no es esa estrella que ha hecho de este deporte un arte, Argentina carece hoy de un líder y siente nostalgia por aquel 10 que las pedía todas, que daba asistencias, que hacia suyo todo el terreno y perforaba redes. Se extraña a Diego.
Pero hoy es Chile, la vergüenza de sus jugadores, su juego mezclado con personalidad física y sutileza en el tratamiento del balón y con toda su pasión por el escudo que defiende, la que merece el respeto, las felicitaciones y las gracias por devolverle al fútbol las sensaciones que brotan desde el medio del pecho.
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