No. Esta no es una vivienda lujosa. En este lugar no hay grandes espacios por los cuales desplazarse ni piso de azulejos decorados.
En este lugar, ahora, hay olor a madera recién cortada, olor a hierro ardiendo. Hay chispas y tornillos en los suelos, y hombres que hablan y trabajan.
«Es un contenedor. Mucho no se puede hacer», confiesa el hombre encaramado en un andamio mientras suelda el marco de una de las ventanas. Asegura que, para quien necesita una casa, la opción «está muy bien».
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Son más de las 9:00 de la mañana, y en la Unidad Empresarial Base (UEB) Producciones Metálicas en Guanabacoa se transforman varios contenedores en viviendas, para distribuirlas en algunos municipios de La Habana.
Por la cantidad de hombres que trabajan, parece que no terminarán nunca; pero «así, poquitos, divididos por equipos, hemos avanzado bastante».
Un contenedor no es más que una gran caja de acero estandarizada, diseñada para transportar mercancías. Por dentro no tiene nada, solo es espacio vacío. Sin embargo, los de aquí, con capacidad de 29 metros cuadrados, ya tienen marcos de puertas, marcos de ventanas.
Al entrar, uno se topa con la pequeña sala y, desde allí, se tiene acceso al primer cuarto. A la izquierda está la cocina-comedor, con menos de dos metros, y continuo se encuentra el baño.
Antes de llegar a la segunda habitación hay una puerta trasera para el «patiecito de servicio», que, junto a las siete ventanas, permitirá la ventilación de lo que será pronto un lugar para habitar.
«Esto lleva una estructura de enchape por dentro para aguantar un poco el calor, y el baño también lo forraremos, pero con un material más liso», confiesa Juan Reyes, quien ajusta los tornillos para las puertas.
Dice que lleva trabajando con su equipo de carpinteros una semana sin descanso, porque «debemos terminar lo más pronto posible».
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Son alrededor de 3 500 contenedores marítimos, de último uso –que arribaron a Cuba con fuentes renovables de energía–, los que serán transformados en viviendas modulares, con todas las condiciones de habitabilidad.
Según Delilah Díaz Fernández, directora del Programa de la Vivienda en el Ministerio de la Construcción, para este proyecto se ha convocado a todas las entidades con capacidades constructivas. A través de los gobiernos territoriales, de la Dirección Provincial y Municipal de la Vivienda, se ha contratado a todo aquel que pueda trabajar en este tipo de solución.
Cuenta que estas viviendas se ofrecerán con lo indispensable de una «casa digna». Que la cimentación no será pegada sobre la tierra y, como parte del proceso de terminación, se incluye la pintura anticorrosiva. Aunque «se ha dado libertad de innovar con soluciones locales».
Sin embargo, cuando la persona sea propietaria, el mantenimiento «sí correrá por su cuenta».
Lo cierto es que, a tono con la realidad que afronta el Programa de la Vivienda: déficit habitacional, precios elevados, carencia de materiales de la construcción e insuficiente producción, este sistema constructivo de viviendas –financiado por el Presupuesto del Estado– destaca por su rapidez y bajo costo.
Los gobiernos locales son los encargados de asignar estas viviendas a las personas que trabajan en los parques solares fotovoltaicos, a los afectados por eventos climatológicos con derrumbe total y a las personas en situación de vulnerabilidad «que están a la espera de una casa».
Para esa entrega, el beneficiario deberá pagar un monto establecido por el Banco, que varía «en cada caso según el material utilizado y la terminación de cada construcción. Por eso hemos insistido en utilizar recursos endógenos», explica Díaz Fernández.
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Mucho ruido. Presión y, después, movimiento. Un hombre coloca el primer plywood en la pared del contenedor. Las estructuras de hierro que forman los marcos de la casa también están listas para ser cubiertas por esa capa fina. Dicen que con esos plywood forrarán todo el espacio.
«Luego instalaremos los cables eléctricos, las cajitas, todos los tomacorrientes, las lámparas. Pero la alimentación es en el lugar», asegura Oscar Díaz Díaz, segundo jefe de producción de la UEB.
Desde uno de los contenedores llegan ráfagas de conversación. Parece que la corriente dejó estos lares y, mientras intentan encender el grupo electrógeno, todo el proceso deberá detenerse.
Dice la directora del Programa de la Vivienda en el Micons que cosas como estas: el combustible y la electricidad, ralentizan la acción constructiva, así como el traslado de las viviendas hacia las zonas de asentamiento.
Por eso, mientras una señora barre el piso de madera y dice que «esto no va a quedar mal, quedará bonito», algunos trabajadores optan por recostarse en un camión. Y en lo que «arreglan la corriente», como días atrás, hoy también terminarán tarde.
«Y cuando hagamos estas 35 casas», que son para el reparto La Solita, en Arroyo Naranjo, todo comenzará de nuevo «porque nos faltan más municipios». Quizá, la próxima vez, con mayor agilidad.






















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