ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Ninguna técnica está obsoleta cuando se necesita una solución urgente. Foto: Nieves Molina

El huracán Melissa no solo dejó a su paso la furia de los vientos y las lluvias. En la serranía de Granma, su fuerza derribó seis torres de la vital línea de transmisión de 220 kilovoltios (kV) que enlaza las subestaciones de Cueto y Bayamo.

Aquel colapso dejó a la provincia en una situación crítica, dependiendo de circuitos de menor capacidad y con limitaciones severas. Lo que siguió fue una batalla contra la naturaleza y el tiempo, librada por un grupo de linieros especializados del contingente Somos la ECIE, de la Empresa de Construcción de la Industria Eléctrica de Sancti Spíritus, cuyo aliento e ingenio escribieron las páginas de la recuperación.

EL PRIMER DESAFÍO

«El reto más grande fue poder llegar al lugar. Las torres caídas se encontraban en un tramo de 3,5 a cuatro kilómetros de una zona montañosa prácticamente inaccesible. Los ríos Cauto y Contramaestre, desbordados, cortaban los accesos a las torres caídas, impidiendo el acceso seguro. Los carros, por muy buenos, no llegaban», describe Héctor Cruz Barrero, jefe de la Subestación Bayamo 220.

La solución fue desafiante, con medios alternativos. Montados a caballo y en tractores de vecinos, encontraron la única manera de acercarse para evaluar el desastre y saber la dimensión del trabajo por ejecutar. Llegaron hasta las torres caídas por un potrero espeso y verdoso, con la yerba alta enredando como una maraña húmeda. Cada pisada se hundía en aquel lodo traicionero que atrapaba por igual ruedas y pezuñas, una barrera natural, casi impenetrable, que atrasó las labores.

Geider Mompié Rodríguez, director general de la Empresa Eléctrica de Granma, detalla la magnitud: «Fue necesario construir un vial de 14 kilómetros y medio para acceder a cada una. Tarea titánica, diferente a otras afectaciones de Occidente, en las que varias torres cayeron juntas y cerca de una autopista, lo cual facilitaba el acceso. Aquí en Granma la dispersión, el clima y la geografía multiplicaron la complejidad y el tiempo de recuperación», explicó Mompié Rodríguez.

RESCATAR EL PASADO PARA SALVAR EL PRESENTE

Con el acceso parcialmente abierto, surgió otro obstáculo mayúsculo. El terreno, saturado de agua y fango, imposibilitaba el uso de las modernas grúas de gran porte para el izaje vertical de las nuevas torres.

La respuesta vino del pasado. «Hacía más de 20 años no se usaba la técnica de izaje de torres mediante buldócer y grúa», precisa Ditzan Lescay Despaigne, director de transmisión de la ECIE, quien detalla que, actualmente, las técnicas son con grúas de gran porte, pero las condiciones del terreno no lo permitieron.

«Se decidió emplear el método antiguo: armar las torres de acero horizontalmente, en el suelo, e izarlas con la fuerza combinada de buldóceres. Una técnica más rápida para esas condiciones, pero prácticamente olvidada, por lo cual tuvimos que recurrir a viejos ensambladores, montadores de más experiencia, incluso retirados, que nos dieron su apoyo. Ese esfuerzo colectivo permitió levantar las seis torres», describe Lescay Despaigne.

LA MANO DE CELIA

Precisamente para el izaje fue necesaria la sapiencia de Rafael Peláez Matos, un liniero-montador con 51 años de oficio, ya jubilado pero reincorporado para esta misión y otras de envergadura.

Su historia no comenzó en lo alto de una torre de transmisión, con el viento silbando entre los cables de alta tensión. Comenzó, como tantas en su tiempo, en un camino sin rumbo definido, en su natal Media Luna, provincia de Granma. En la naciente Revolución, Rafael era uno de aquellos muchachos identificados como desvinculados del estudio y del trabajo.

El futuro, quizá a ojos de muchos una línea zigzagueante, tomó rumbo cuando apareció en su vida la figura, más que la persona, de Celia Sánchez Manduley. «Fui captado por Celia», dice él, aclarando con la franqueza del campesino: «no la conocí personalmente... pero estábamos apadrinados por ella».

Celia, con su profunda vocación social y su entender de las necesidades más urgentes de la juventud, impulsó la creación de escuelas de oficio. Eran la respuesta para Rafael y muchos como él: «como estábamos sin estudios... creó varias escuelas para darle a los niños y jóvenes un oficio».

Allí, en uno de esos tantos centros en La Habana, al joven desvinculado le fue entregado un rumbo. Se formó como electricista y así, en marzo de 1975, Rafael Peláez Matos comenzó su vida laboral en la Empresa de Construcción e Instalación Eléctrica (ECIE). Lo que empezó como una oportunidad se convirtió en una identidad. Hoy, a sus 74 años y con 51 de servicio, responde sin dudar qué significa la ECIE para él: «Alma, corazón y vida».

El huracán Melissa había derribado seis torres en terrenos impenetrables de Granma, y la técnica moderna era inútil en el fango. Hubo que rescatar un método olvidado: armar las torres en el suelo e izarlas con grúas y buldóceres, una técnica que nadie menor de 50 años había practicado.

Pero allí estaba Rafael, ya cuatro años jubilado pero con el oficio tatuado en las manos y la mente. «Me volvieron a buscar... porque era necesario.  El terreno estaba difícil, nos atacábamos constantemente, aquello era un solo pantano y había muchos baches, pero no nos acobardamos. Hicimos dos grupos, uno dirigido por un compañero de Holguín, jubilado también, y yo que lideraba el otro; cada uno asumió el ensamblaje de tres torres», manifiesta.

El trabajo fue agotador y prolongado. El contingente, comandado por Ditzan Lescay Despaigne, director de Transmisión, inició con 140 personas, apoyando también en Santiago de Cuba y Bayamo. Al final, 74 hombres se quedaron hasta el último día (11 de diciembre) para cerrar la tarea en la línea 220 kV. Brigadas de linieros, ensambladores, personal de apoyo con grúas y camiones, todos movidos por un mismo propósito.

«El espíritu ha estado bien alto», asegura Héctor Cruz, a lo cual añade Lescay Despaigne: «Nunca cesamos ni disminuimos la responsabilidad. La voluntad también estuvo alimentada por la solidaridad de la comunidad. Los vecinos de la zona nos apoyaron voluntariamente allí, con sus tractores, sus carretas. Sin ellos no hubiésemos podido concluir».

EL IMPACTO

Finalmente, la línea fue restablecida. El impacto para Granma es transformador, como explica Geider Mompié: «La provincia vuelve a tener un doble circuito de 220 kV, lo que significa una alimentación más robusta y con capacidad de transferencia muy superior a la limitada conexión de 110 kV que usaba temporalmente. Esto es crucial para servir cargas en puntos extremos como Niquero, a más de 150 km de Bayamo, donde los bajos voltajes afectaban a la población. Ahora ese problema queda mitigado; por otro lado, permite una sincronización total y operar los parques de generación al 100 % de su capacidad, sin restricciones técnicas».

El restablecimiento de la línea Cueto-Bayamo 220 kV, tras el paso del huracán Melissa, es mucho más que una reparación técnica. Es una historia de hermandad y esfuerzo en la que la tenacidad de un contingente, el saber atesorado de veteranos como Rafael Peláez Matos, y la colaboración de un pueblo vencieron la adversidad para restablecer un servicio que los granmenses agradecen infinitamente.

Finalmente, los linieros marcharon a sus hogares. Las torres de alta tensiónquedaron en pie, tanto como una verdad incuestionable: si el deber llama, ni la jubilación ni los terrenos más hostiles, son impedimento para quienes llevan el oficio en el alma.

Rafael sabe que un hombre nunca se jubila del deber. Foto: Nieves Molina
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