ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

La plataforma social X, antes Twitter, acaba de regalar a quienes seguimos la batalla comunicacional sobre Cuba una herramienta curiosa: «Acerca de esta cuenta». Detrás de ese nombre neutro hay algo políticamente muy relevante: por primera vez, la propia plataforma ofrece, a un clic de distancia, pistas estructurales sobre quién está hablando cuando leemos un tuit incendiario sobre la Isla.

Al pulsar en la fecha de «Se unió en…» en un perfil público se abre un pequeño panel de transparencia. Allí aparecen la fecha de creación del perfil, el país o región donde está basada, cuántas veces ha cambiado de nombre de usuario y por qué vía se creó originalmente (aplicación de tal país, versión web, etc.). No nos dice la identidad civil de nadie, pero sí dibuja la «biografía técnica» de la cuenta.

X vende esta función como un aporte a la integridad de la «plaza pública global». Y, por una vez, el discurso corporativo confirma lo que ya sabíamos, que el espacio público digital está lleno de cuentas que simulan ser lo que no son. En el caso de Cuba, hay programas financiados desde Estados Unidos, medios digitales dedicados al «cambio de régimen» y campañas coordinadas cada vez que hay una coyuntura sensible.

La novedad es que ahora podemos mirar esas cuentas no solo por lo que dicen, sino por cómo están construidas.

Como ha demostrado Cubadebate en un artículo publicado esta semana*, cuando uno empieza a curiosear, el patrón se vuelve familiar. Cuentas recién creadas, que nacen a pocos días de una protesta o una crisis puntual, se presentan como «cubanos de a pie» que hablan desde La Habana o Santiago de Cuba.

Sin embargo, el panel las sitúa, de forma estable, en Miami, Madrid, Bogotá o en países aún más lejanos. Otros perfiles acumulan numerosos cambios de nombre de usuario: ayer se llamaban «VenezuelanFreedom», hoy «CubaLibre1980» y mañana migrarán a otra causa. Muchas muestran una actividad casi inhumana, publicando y retuiteando a todas horas, repitiendo los mismos textos, etiquetas y enlaces que un puñado de cuentas hermanas. No es un espontáneo; es un nodo dentro de una red de amplificación.

Aquí es donde «Acerca de esta cuenta» se vuelve políticamente interesante. No desmonta por sí sola una operación de desinformación, pero introduce una grieta en la máscara. Quien se presenta como «joven cubano, recién salido de la universidad, cansado del sistema», pero aparece radicado desde siempre en la Florida, ya no puede apoyarse solo en la ilusión de proximidad.

El usuario que mira ese panel puede empezar a hacerse preguntas: ¿de verdad esta es una voz local?, ¿o forma parte de una maquinaria externa que fabrica un clima de opinión sobre Cuba?

Cuando hablamos de alfabetización mediática sobre Cuba, solemos insistir en la necesidad de contrastar fuentes, leer medios cubanos y extranjeros fiables, desconfiar de titulares histriónicos. Ahora conviene añadir un gesto más a ese kit básico: hacer click en «Se unió en…». Si lo que ahí aparece contradice de forma flagrante la narrativa del perfil, tenemos una señal. Si, en cambio, refuerza la coherencia del relato, también sumamos una pieza al puzle.

La guerra comunicacional contra Cuba no se libra solo en los grandes titulares, sino en miles de cuentas que aparentan ser personas aisladas y son, en realidad, parte de enjambres coordinados. «Acerca de esta cuenta» no desactiva esos enjambres, pero nos recuerda algo incómodo para los arquitectos de la manipulación: cuanto más datos deje una plataforma sobre la estructura de las cuentas, más fácil será, para quien quiera ver, distinguir entre una voz y una operación. Y en ese mínimo margen de luz se juega, hoy, una parte del debate público sobre Cuba.

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