ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Los soldados de la Brigada de la Frontera han escrito páginas de valor en la historia de la Revolución. Foto: Escalona Furones, Leonel

Guantánamo.–«Alguien quiere saludarte», le anunciaron. Y cuando Hermis levantó la mirada, otro «ángel que se había hecho leyenda» caminaba hacia él. Era de barba plateada y tenía ramos de verde olivo en la charretera. Vino para dejar tejida otra ofrenda de amor, y devolverle sus alas a la esperanza.

Diríase que, también para el joven, «todo empezó en la sorpresa de un encuentro casual» frente al malecón habanero. El abrazo del «ángel» lo buscó, cuando la tarde traviesa de una edición del Festival Cuba Vive lo había llevado a la Tribuna Antimperialista José Martí. 

 –¿Y cómo te sientes? –se interesó el barbudo, después del abrazo.

Hermis repasa momentos de sus encuentros con Raúl: «como si Fidel viniera junto con él». Foto: José Llamos Camejo

–Bien –le respondió, casi en monosílabo, el joven, atrapado entre la ilusión y la realidad. Notó que el «ángel le robaba la voz», pero «solo al principio –recuerda–, el Comandante en Jefe me trataba de una forma que fue quitándome la presión, hasta sentirme en familia». 

Hermis Brooks Chibás y Fidel, el soldado frente al ejemplo; un combatiente de la Brigada de la Frontera, Orden Antonio Maceo, ante el barbudo que le tocaba el hombro con mano de padre.

El baloncesto ocuparía varios minutos del diálogo, de más de dos horas, entre Fidel y Hermis. Y en ese punto tal vez la añoranza salpicó la conversación.

UN PORQUÉ EN EL DOLOR Y EL HONOR

Ya no podrían dedicarle más tiempo al deporte de las canastas. A Fidel, su recargada agenda se lo negaba; al combatiente de la Frontera se lo impedía una pierna, perdida en el intento de salvar a un civil que, en busca del «sueño americano», había torcido su rumbo y yacía herido por una mina.

En garras de la muerte se vio cuando intentaba cruzar el peligroso camino hacia la Base Naval, que, por la fuerza y en contra de lo legal y de lo moral, EE. UU. mantiene en Guantánamo.

Atrapado entre minas, el hombre no imaginó que detrás, a unos metros, iba su rescate, y que por salvarlo, razón humana del rescatista Hermis Brooks Chibás, de solo 22 años, exponía su vida y perdería su pierna derecha, destrozada por la explosión. 

Verse sin una pierna es un drama de los más dolorosos para cualquier individuo. Fidel lo sabía, y al parecer intentaba, mediante preguntas, explorar en qué punto del camino a la normalidad estaba la vida de Brooks Chibás.

Quiso que le hablara de sus condiciones de vida: «me preguntó mi salario, si me alcanzaba, cómo estaba mi casa, si tenía alguna preocupación. En realidad yo estaba bien atendido», valora Brooks.

«Desde el primer momento conté con la preocupación y el apoyo personal del General de Ejército Raúl Castro, que en ese momento era el ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). 

«Raúl fue a verme al hospital militar de Santiago de Cuba, y le manifesté que quería seguir en lo militar; me lo concedió. Se lo agradezco, como le agradezco que siempre haya estado pendiente de mi familia y de mí; cuando venía a verme yo sentía como si Fidel viniera con él».

FAMILIARES PREGUNTAS, HUMANA PREOCUPACIÓN

Fidel le preguntó a Hermis por su familia: «hijos, esposa, convivientes con él».

–Padre no soy todavía –le respondió Brooks Chibás, novia sí tengo; aún no me he casado, vivo con mi mamá y una hermana.

Cuenta el soldado que, cuando el gigante quiso saber por qué había elegido la vida militar y cómo llegó hasta ella, él le contó que, desde adolescente, se había propuesto ayudar a Angola en su lucha.

Dijo que, al terminar el preuniversitario, optó por un curso militar de dos años en la Escuela de Oficiales Subalternos de Santa Clara. Al egresar, ya la guerra de Angola había concluido. Él fue asignado a un regimiento del Ejército Oriental y, casi tres años después, a la Frontera.

A otra petición de Fidel, Hermis pasó a detallar lo ocurrido en el fatídico amanecer del rescate, cuando fue por un ser humano herido, que se encontraba «cianótico, pero vivo», atrapado entre minas, una de las cuales estalló.

–¿Y tu recuperación, cómo va? –preguntó el Jefe de la Revolución.

–Todo bastante bien, respondí, pero le dije que a mi pierna la echaba de menos por muchas cosas; que, por ejemplo, ya no podía jugar baloncesto, algo que me gustaba mucho. Entonces él se acercó aún más, me tocó el hombro, levantó las cejas y me miró fijo; hizo un silencio cortico y siguió la conversación.

Muy completo y dinámico el básquetbol, le comentó el líder, hay que estar en movimiento todo el tiempo, desplazarse, girar, saltar, hacer fintas y maniobras… Es, más o menos, lo que recuerda el testimoniante de aquellas palabras.

Fidel le narró algunas de sus anécdotas sobre la cancha en su época de estudiante, y le dijo que después del triunfo de la Revolución casi no había podido jugar baloncesto, salvo unas pocas veces, y de manera esporádica.

ALAS A LA ESPERANZA

«Pero todavía eres muy joven –prosiguió el Comandante, vas a lograr muchas cosas, estoy seguro. Como militar llegarás hasta donde te lo propongas. Nada podrá impedir que hagas realidad tus sueños».

Volvió a ponerle suavemente la mano en el hombro, y: «sabes, pronto habrá un intercambio entre jóvenes de nuestro país y de Francia –le dijo, y serás un buen representante de Cuba. Estás invitado».

Y cuando Hermis agradecía el gesto… «agradecido el pueblo –interrumpió Fidel–, agradecido y orgulloso de ustedes». Ratificaba, de esa manera, lo dicho el 26 de julio de 1985 en Guantánamo, desde la plaza Mariana Grajales, frente a los destinatarios de su mensaje:

«Soldados de la heroica Brigada de la Frontera: ¡los felicito! (…) ustedes han escrito una imborrable página de valor en la historia de la Revolución y dieron ejemplo supremo de generosidad con los peligros que arrostraron salvando vidas…».

Aflora un aire nostálgico en las palabras del ahora mayor de las FAR, cuando evoca la despedida de su símbolo, aquella tarde en la Tribuna Antimperialista José Martí; el Comandante le tocó el hombro por última vez y: «nos vemos en la clausura mañana, en el Carlos Marx», le dijo.

En efecto, al día siguiente, en el cierre del evento, volvió a verlo, «de lejitos –recuerda el guantanamero, yo estaba sentado al lado del general Arnaldo Tamayo Méndez, pero mi pensamiento seguía en la tarde anterior».

Fidel multiplicó mi energía, dice. Y así lo ha hecho con la Brigada de la Frontera, que antes –y por orden fundacional de él, en noviembre de 1961 había sido Compañía Especial y Batallón Fronterizo.

Hermis continuó como miembro activo de su Brigada. Después de la covid-19, su salud anda resquebrajada, y él en trámites de retiro. Pero, «si tuviera que correr el riego otra vez, no lo dudaría –dice–; no me arrepiento de nada».

–¿A pesar de haber perdido una pierna?

–Perdí una pierna, pero salvé una vida. Y Fidel, ¿usted sabe cuántas salvó?.

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