MANGOS DE BARAGUÁ, Santiago de Cuba-. El 13 de marzo nos levantamos temprano, la réplica del machete del Mayor General Antonio Maceo nos fue entregada por los guantanameros en la plaza de la Revolución de la ciudad que vio nacer al Titán de Bronce hace casi 180 años.
«Esto promete», me dijo Daniela, periodista integrante de la comitiva indómita que, junto jóvenes camagüeyanos, tuneros, holguineros y guantanameros, acamparía en Mangos de Baraguá, ante «lo más glorioso de nuestra historia».
Una muchedumbre nos recibió en el poblado mellense, «este es un sitio sagrado para Cuba, allí están los mangos que cobijaron a Maceo y a Martínez Campos, disfruten y aprendan» expresó uno de los lugareños.
Éramos 147 cubanos convocados por la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) para acampar en las cercanías del monumento dominado por el obelisco de 30 metros que con «estrella que ilumina y mata» es coronado por el estremecedor nombre de Maceo.
La Luna, que también observó a los mambises que no aceptaban la paz sin independencia propuesta por la Metrópolis, nos acompañó en las actividades festivas, la elaboración de la caldosa e incluso en el encendido de la fogata que, de alguna manera, simbolizó aquellas teas que arrasaban los cañaverales e incendiaban pueblos y ciudades que ya no podían ser esclavos de quien dominaba a la Isla «con un brazo de hierro anegado en sangre».
El encuentro con el Primer Secretario del Comité Central del Partido y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, creó muchísimas expectativas en tanto los precedentes dieron fe de cuánto los jóvenes podemos aprender y también enseñar y aconsejar.
«Maceo se incorporó joven a la lucha, con solo 23 años, y somos de su estirpe», señaló la menuda Lídice.
Nos despertamos rayando las cinco de la mañana y al son del Gallo de pelea, de Buena Fe, y nos dirigimos hacia el Monumento Nacional, movidos por el entusiasmo juvenil y la reverencia de los patriotas que saben a lo que se van a enfrentar.
Un legado que compromete
La Luna se escondía y el Sol comenzaba a asomarse para recorrer el firmamento, pioneros de pañoletas rojas estaban allí con las sonrisas conquistadas en la manigua y en la Sierra durante casi un siglo.
Díaz-Canel, acompañado por el Miembro del Buró Político y Secretario de Organización del Comité Central, Roberto Morales Ojeda, nos saludó cual padre y compañero de lucha.
La Diana Mambisa y el grito de ¡Viva Cuba libre!, estremecieron los centenarios mangos y la monolítica estructura en la que resalta el bronce, una ofrenda floral a título del pueblo de Cuba fue colocada en la base del obelisco.
El Viceministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), General de Cuerpo de Ejército Roberto Legrá Sotolongo, entregó la réplica del machete de Maceo, «que representa el coraje de los que lucharon por la independencia», a la Primera Secretaria del Comité Nacional de la UJC, Meyvis Estévez Echevarría.
«Constituye un símbolo de resistencia y honor del pueblo (…) ustedes son los herederos de esos ideales», expresó el jefe del departamento de comunicación de la Dirección Política de las FAR, Primer Coronel Jorge Luis Velázquez.
En manos de la UJC cobra un nuevo significado que se materializa en la defensa de la soberanía y Estévez Echevarría, dio lectura a la Declaración Antiimperialista de la UJC, donde expresó que los jóvenes cubanos se mantienen firmes, comprometidos y dispuestos a mantener el legado de quienes les antecedieron. Antes, dijo, fue el colonialismo implacable y hoy lo es el imperialismo en su expresión fascista, ambas amenazas han pretendido rendir a los cubanos y hacernos pactar vergonzosamente con los enemigos históricos de los pueblos.
El socialismo fue ratificado como el único sistema capaz de garantizar justicia social y dignidad plena para nuestro país, al tiempo que fue condenado el bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por el gobierno de los Estados Unidos contra el pueblo y las familias cubanas, y se solidarizó con la causa palestina.
Como aquel 15 de marzo, cuando Antonio Maceo no aceptó una paz sin independencia, «las nuevas generaciones fieles a la libertad, a la justicia y a la dignidad conquistadas declaramos que no habrá pacto ni rendición, reafirmamos nuestra decisión de defender la soberanía y la autodeterminación de Cuba», haciendo acto de entrega de la Declaración al Jefe de Estado, y ante la presencia de las principales autoridades de la provincia de Santiago de Cuba y el municipio de Mella.
La herencia de Baraguá en el alma de la Nación
Nuevamente el silencio dominó el sitio patrimonial, Omar López Rodríguez, director de la Oficina del Conservador de la Ciudad de Santiago de Cuba, recordó el encuentro de los 60 mambises con el escuadrón español encabezado por el Capitán General Arsenio Martínez Campos, «conocido como el pacificador por la trayectoria de convencimiento qué había logrado a partir del Pacto del Zanjón, firmado en el Camagüey».
No se abolía la esclavitud ni ofrecía la independencia por la que tanta sangre se derramó, «por eso Antonio Maceo lo rechazó y dijo la famosa frase no nos entendemos (…) José Martí y Fidel Castro hicieron mención a la Protesta de Baraguá en varias ocasiones, lo que implica la continuidad y presencia de la idea de no rendirse y no darse nunca por derrotados».
En esos instantes recordé cuando, en el 2000 y siendo un pionero, firmé el Juramento de Baraguá, frente a un busto de Mariana Grajales, la Madre de la Patria, y medité en cuánto simbolismo y caprichos abundan en nuestra historia, incluso en la personal.
José Enrique de la Cruz, soldado de la brigada de la frontera, fue el primero en hacer uso de la palabra, encomiando el honor que significó el cerrar la Ruta de la réplica del Machete de Maceo en este sitio de donde partió la invasión de Oriente a Occidente en la Guerra Necesaria y en la última etapa de nuestras luchas libertarias. «Estoy en la primera trinchera antiimperialista, frente a la ilegal Base Naval de Guantánamo (…) y con eso tampoco nos entendemos».
Aproveché la pausa que provocó la ovacionada afirmación para solicitar intervenir, no podía dejar de hablar de la Constitución de Baraguá, de que tenemos que ganar esta guerra a pensamiento, porque «a pensamiento es la mayor guerra que se nos hace» y, en ese sentido, hay que apelar a Maceo, Martí y Fidel, cuidal la unidad como a la niña de nuestros ojos, como indicó el General de Ejército, que las respuestas a nuestras dudas están en la historia y que el hecho de que exista el bloqueo no es sinónimo de resignación sino de resistencia creativa y desarrollo.
El director de Salud Pública en el montañoso municipio de Guamá destacó que, en medio de las carencias, se mantiene la vitalidad de los servicios, «no ha cerrado ningún consultorio, policlínico u hospital, eso dice mucho de nuestra estirpe maceísta».
Las experiencias de jóvenes holguineros del propio sector fueron expuestas, al tiempo que se habló, a camisa quitada, sobre la necesidad de incorporar al estudio o al trabajo a aquellos que permanecen desvinculados; por la superación científica posgraduada, e insistieron en aportar parte de su tiempo libre a jornadas productivas.
«Estamos dispuestos a asumir retos mayores, a tener un Baraguá y asaltar el Moncada todos los días, y demostrar que sí hay jóvenes que quieren vivir en Cuba», destacó el secretario del comité de base del Hospital Pediátrico de Holguín.
La singular experiencia del escritor Reynaldo Zaldívar Osorio también fue comunicada: durante los tiempos de la Covid-19 puso a producir varias hectáreas de una finca, en usufructo, que nombró Cartacuba, «porque por esos lares abundan dichas aves y se convirtió en el sustento para la familia, luego de acabar con el marabú».
Los participantes, desde las vivencias personales los presentes expusieron sus ideas, motivaciones, compromisos y aspiraciones para contribuir a forjar un mejor país con todos y para el bien de todos, como lo soñó Martí. El encuentro fue propicio para felicitar a los trabajadores de la prensa en su día y entregar el carnet que acredita como miembros de la UJC a siete jóvenes, y yo recibí el que me acredita como militante del Partido.
Díaz-Canel, en las conclusiones, aseguró que con el concurso de esta generación de cubanos la Revolución va superar los momentos difíciles por los que transita y que hay que preservar los tres principios del pensamiento revolucionario nos legó la Protesta: unidad, soberanía y justicia social.
«Logramos unidad participando; defendemos la soberanía cuando protestamos contra el bloqueo y la asfixia económica que nos imponen los enemigos de la Revolución. Maceo no protestó para rendirse sino para mantener viva la llama para obtener la justicia social, que hoy se consolida en la defensa del Socialismo y la preservación de sus conquistas. Si Maceo hubiese sido pesimista no hubiera protestado», reflexionó el mandatario.
En las postrimerías no faltaron los abrazos, que enaltecieron el espíritu fraterno y la irrestricta posición de la mayoría de los que habitamos en la Mayor de las Antillas de defender la Patria, la Revolución y Socialismo, bajo la profunda convicción fidelista de ser «un eterno Baraguá».























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