ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Juan Manuel Márquez se reunió con su familia, por última vez, en Estados Unidos. Foto: Cortesía de la entrevistada

«Ni las utopías y el calor de un pueblo alcanzan para poblar algunas soledades». Así pienso frente a las palabras y los gestos de Alba Márquez, quien ha llevado, durante siete décadas, la ausencia de Juan Manuel, el segundo líder del Movimiento 26 de Julio y, tan sencilla como profundamente, su padre.

Él postergó las caricias a su hija, con el riesgo de nunca volver a verla, pero cargó su nombre para bautizar el amanecer de Cuba. Cuando las ansias de libertad acumuladas durante siglos estallaron en júbilo, en enero de 1959, una familia de Marianao quedó a la espera eterna de un abrazo, y solo conoció la mitad de la alegría. 

Alba compartió con su papá alrededor de ocho años, sin embargo, lo resguarda en evocaciones de la niñez: «al margen de su agitación permanente, era la persona más importante del hogar; amoroso, comunicativo y afable.

«Podía dedicarme poco tiempo, pero lo aprovechábamos. Le gustaban las películas históricas, y en el cine disfrutamos la proyección de Atila contra Roma; aunque sobrevaloraba mi inteligencia infantil. También caminábamos a casa de mi abuela, de mis primos. Lo adoraban los vecinos, pero me molestaba cuando lo detenían para conversar, porque me robaban su atención».

El padre influyó en la formación de su niña: le inculcó el amor a la patria y el estudio como dos máximas. De su mano, ella descubrió La Edad de Oro y Nené traviesa, su cuento preferido. Juan Manuel forjó su propio espíritu de lector voraz bajo la guía de su madre, la maestra Juana María; mientras, del padre Julián Márquez, veterano de las guerras de independencia, heredó la ética y el culto martiano.

Esa devoción desborda la Carta abierta a Guido García Inclán, su amigo, leyenda de la prensa revolucionaria, y entonces propietario de la coco. El texto, transmitido en 1951 por esa emisora, agradece al destinatario la obtención de una tumba digna para el Apóstol:

«Hermano, nada tengo, nada soy, pero amo a tu Martí, como si fuese mío, (…) en nombre del viejo y de mi hija, te doy las gracias por haber reivindicado para siempre la memoria sagrada del Maestro».

Excepcional dirigente estudiantil y del Partido Ortodoxo, Juan Manuel convirtió la tribuna y el periodismo en trincheras contra Gerardo Machado, Carlos Mendieta y Fulgencio Batista, a través de publicaciones como El Sol y los programas radiales La Hora de la Ortodoxia Revolucionaria y Vergüenza contra dinero, en la coco.

«Nadie me confesó en qué andaba, pero me percaté de su empeño por un futuro mejor. Ejercía sobre la gente una atracción tremenda, nuestra vivienda solía acoger reuniones y planteamientos opuestos a la República. Mi familia lo apoyó en sus ideas.

«Vivíamos en constante sobresalto, hasta nos registraban de madrugada y una vez llevaron a mi abuela, mi mamá y mi tía al Buró de Investigaciones. Cuando una primita y yo visitábamos a mi tío materno, Jorge, transportábamos documentos comprometedores en las carteras y en ositos de juguete, con o sin conciencia de ello».

El 5 junio de 1955, Juan Manuel recibió una golpiza por las fuerzas represivas, y lo ingresaron grave en la Clínica Santa Emilia. A los dos días llegó Fidel Castro, dialogaron a solas, y acordaron otorgarle al herido la responsabilidad de Segundo Jefe del Movimiento 26 de Julio.

«Luego viajó a Estados Unidos, para aunar voluntades en la expedición libertadora, como la de su fraternal Pablo Díaz. A través de muchas personas nos remitió sus mensajes y recados, aunque la policía incautó todas las cartas.

«Lo visitamos en Miami, en junio de 1956, y al cabo de dos meses le avisaron sobre la prisión de Fidel y otros luchadores, en México. Partió a ese país, y me decepcioné, porque pensaba compartir más con él. Lo despedimos en el aeropuerto mis tías, sus esposos, mi madre y yo. Nunca imaginé que en ese momento lo vería por última vez».

Tras el desembarco del yate Granma, quedó extraviado después del combate de Alegría de Pío, y la dictadura ya lo contaba entre los caídos. Resistió unas jornadas, lo capturaron el 15 de diciembre y, con las huellas de varias torturas, falleció ante la brutalidad del Escuadrón 12 de la Guardia Rural de Manzanillo, dirigido por el capitán Caridad Fernández, y con el soldado Celso Torres como el principal encargado de la ejecución.

«Deseábamos descalificar las noticias sobre su muerte, por falsas, pero el paso de los días nos convenció de lo contrario. Aunque solo pudimos confirmarlo al triunfo de la Revolución, algunos compañeros nos enviaron mensajes, y aseguraron que perdió el rumbo, mientras burlaban la persecusión del ejército.

«Su sepelio en La Habana, en 1959, resultó terrible, con sentimientos encontrados y muy difíciles de expresar. Casi tres décadas después me mantuve al tanto de las investigaciones esclarecedoras de las circunstancias y los culpables de su crimen, pero ni siquiera ese acto de justicia me brindó alivio».

Auténtica guardiana de la historia de su progenitor, Alba confeccionó el libro En cada latido del combate, a partir de una serie de documentos legados por su tía y la colaboración de 19 entrevistados, entre testigos del batallar del protagonista en su municipio, expedicionarios, sobrinos y muchos más.

«Pretendo una edición ampliada, porque me faltó profundizar en temas como su labor de concejal en beneficio del pueblo. También me interesa indagar en sus vínculos con la masonería, pues acompañaba mucho a Julián a la Logia, aunque desconozco su posible afiliación a ella.

«A los jóvenes les pido adentrarse en su figura; hallarán desde un adolescente enamorado y rebelde hasta un hombre maduro, comprometido y seguro de su tiempo. Debemos recordar a todos nuestros mártires. Por mi parte, constantemente le inculco la impronta de mi padre a mis descendientes, a mis amigos, a quienes me rodean y me quieren».

El libro mencionado incluye un poema en el cual Manuel Navarro Luna habla, en voz de Juan Manuel Márquez: «No sé, ni sabré nunca, cómo los que me aman / han querido buscarme / en una tumba muerta, cerrada, sin latidos, / cuando yo estoy en cada latido del combate».

También renace, como el sol, en Alba Márquez.

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Alejandro Rodríguez Maestrey dijo:

1

11 de marzo de 2025

21:30:23


Casa latir del corazón de Alba ,hoy late con el amor y recuerdos de sus padres , pero de Juan Manuel ella aún hoy lo ve donde sea porque es el amor de su vida y me consta. Honrar a Juan Manuel hoy día es más que necesario