ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Mariana Grajales, la madre de todos los cubanos, es un ejemplo de entereza y de entrega a la Patria. Foto: Archivo de Granma

En el 131 aniversario de su muerte en Kingston, Jamaica el merecido homenaje a quien es símbolo de rebeldía y consagración femenina por la causa independentista: Mariana Grajales Cuello, mestiza de origen humilde que supo crecerse ante las dificultades y prejuicios discriminatorios de su época para incorporarse a la lucha anticolonial en el siglo XIX.

La ausencia de instrucción no impidió que, junto a su esposo Marcos Maceo propiciara a su numerosa prole una educación, sustentada en sólidos principios éticos para legar a la historia una pléyade de leonas y leones, que se destacaron por su patriotismo, disciplina y lealtad incondicional a la causa libertaria. Ninguno de sus hijos vaciló ante el enemigo, ninguno fue traidor.

Pero no es solo el hecho de ser la progenitora de esos luchadores anticolonialistas lo que le deparó un lugar en la historia.  Mariana, fue transgresora de los cánones que la sociedad impuso a las mujeres de su condición al vincularse a las luchas por la independencia de su pueblo, desde el proceso conspirativo, fue cómplice de las actividades de su esposo e hijos en la Junta de Majaguabo. No por casualidad pocos días después de la clarinada de Céspedes en el ingenio Demajagua, los Maceo Grajales, entraron en la Historia de Cuba al incorporarse al movimiento.

Según el testimonio de María Cabrales a Francisco de Paula Coronado en gesto sublime hizo a sus hijos jurar ante Cristo: «Libertar la Patria ó morir por ella», en gesto ejemplar poco después también marchó a la manigua para participar activamente en la no menos importante misión de curar heridos y enfermos. Al decir del patriota Fernando Figueredo su hogar: «era el hospital de la Patria...».

Foto: Ismael Batista Ramírez

Durante casi diez años  la comodidad  de la finca fue sustituida por la vida en viviendas rústicas, la intemperie, cuevas, antiguos refugios de cimarrones, en las alturas inaccesibles de Majaguabo, Piloto, las intrincadas montañas de Guantánamo, el Toa y otras zonas del Oriente cubano y parte de Camagüey, donde instalaba los hospitales de sangre, «haciendo las mismas jornadas del Ejército Libertador»,  expuesta al frío, la desnudez, la lluvia y hasta el embate de varios huracanes y otros eventos climatológicos tropicales que ensanchaban los ríos y arroyos, enturbiaban y contaminaban sus aguas, alimentada con lo que la naturaleza le proveía, acosada por un enemigo que se ensañaba en reprimir a mujeres y niños familiares de los insurgentes, en ocasiones acurrucada durante varias horas en un agujero de la tierra, «mientras que a su alrededor se cruzaban por el pomo sables y machetes».

El desgaste de casi diez años de guerra, las contradicciones dentro de las filas mambisas y la política pacifista del general Arsenio Martínez Campos, entre otros factores condujeron al Pacto del Zanjón el 10 de febrero de 1878. La noticia sorprendió a Mariana en la zona de Piloto atendiendo a sus hijos Tomás y Rafael Maceo Grajales, heridos en combate. La anotación del Generalísimo en su Diario de Campaña el 19 de febrero de 1878 evidencia el desfavorable efecto: «[…] Fue una de esas noches tristes para mí metido entre todas aquellas mujeres tan patriotas, compañeras de nosotros en las montañas durante esa terrible lucha de diez años en donde tanto habíamos sufrido. Allí no se durmió esa noche, la pasamos, en tristes comentarios».

Ante la situación existente tras la Protesta de Baraguá Antonio Maceo decidió la salida de la familia a Santiago y al exterior, pero antes Mariana reclamó las propiedades embargadas por las autoridades españolas y buscó los mecanismos legales para garantizar la protección del patrimonio, ante un gobierno que siempre despreció a su estirpe por sus ideas. Así recuperó la casa de Providencia 16, otorgó un poder generalísimo a su hijo José para que la representara en los asuntos oficiales y cuidara de los bienes. También participó en actividades como el matrimonio de su hija Dominga y los bautizos de varios nietos nacidos en la manigua. Luego de estas acciones marchó hacia Jamaica, probablemente a inicios de 1879.

En Jamaica la voluntad de la patriota fue nuevamente sometida a prueba al enfrentarse a un idioma, costumbres, cultura diferentes y no pocas dificultades económicas,  pero no se amilanó a pesar del sufrimiento por  la prisión de Felipe, José y Rafael, conducidos a cárceles españolas por su participación en la Guerra Chiquita la dispersión familiar en el Caribe y Centroamérica, asediados por sus ideas políticas, apoyó los planes de incorporación de Antonio y Marcos a la Guerra Chiquita y posteriores movimientos revolucionarios.

En este contexto resultó muy significativa la visita del Apóstol a Mariana Grajales y María Cabrales el 12 de octubre de 1892 en Kingston, Jamaica, motivada por conocerlas personalmente debido a sus valores patrióticos y actuación en la Guerra de los Diez Años. En el encuentro Martí intercambió impresiones con las heroínas y otros miembros de la familia, tuvo la oportunidad de escuchar en voz de sus protagonistas las vivencias en la pasada guerra. La imagen recibida superó sus expectativas, así lo evidenció tiempo después en la semblanza «Antonio Maceo», donde enfatizó el papel desempeñado por Mariana junto a su esposo Marcos Maceo en la formación del Héroe «De la madre más que del padre viene el hijo, y es gran desdicha deber el cuerpo a gente floja o nula a quien no se puede deber el alma». También destacó la ternura que emanó de ella, hacia sus hijos y los patriotas que la visitaban, tenía «manos de niña para acariciar a quien le habla de la patria».

El 27 de noviembre de 1893, se apagó su vida sin haber logrado su más ansiado anhelo: la independencia de Cuba. Su muerte conmocionó a la emigración cubana y motivó no pocas expresiones de consternación por la sensible pérdida, entre ellas, la del general santiaguero José María Rodríguez quien consideró que «Pocas matronas producirá Cuba de tanto mérito y ninguna de más virtudes». También José Martí en gesto sublime escribió: en Patria «¿Que había en esa mujer, qué epopeya y misterio había en esa humilde mujer, que santidad y unción hubo en su seno de madre, qué decoro y grandeza hubo en su sencilla vida, que cuando se escribe de ella es como de la raíz del alma?».

En su respuesta a la carta de pésame que le enviara José Martí Antonio Maceo expresó el infinito dolor que le causaba la desaparición física de la madre: «Ella, la madre que acabo de perder, me honra con su memoria de virtuosa matrona, y confirma y aumenta mi deber de combatir por el ideal que era el altar de su consagración divina en este mundo».

Casi treinta años después, el 23 de abril de 1923, los restos de Mariana fueron trasladados a su ciudad natal y en multitudinaria manifestación popular inhumada en el cementerio patrimonial, Santa Ifigenia. Hoy descansan en el Altar de la Patria, muy cerca de tres personalidades cimeras de la revolución: Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de la Patria, Nuestro Héroe Nacional José Martí que la llamó «Madre» y el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz que estimó mucho su «ejemplo de patriota cubana», en su honor bautizó con su nombre el aguerrido pelotón femenino surgido en 1958 en la Sierra Maestra, allí recibe el merecido homenaje de su pueblo que la considera un canto al valor, entrega y coraje de la mujer cubana de todos los tiempos, paradigma de patriotismo y resistencia, La Madre de todos los cubanos.

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Mercedes dijo:

1

2 de diciembre de 2024

08:40:09


Bonito y merecido homenaje a la madre de todos los cubanos. Gran mujer, madre y patriota