En las extrañas islas de la noche nos encontramos con Eliseo Diego (1920-1994). El diálogo lo sentimos acontecer en la penumbra, con los susurros de la confidencia y el aroma hogareño del café.
El libro (Ediciones Unión, 2010) –que aún fue posible adquirir en la más reciente edición de la Feria del Libro en la Isla– reúne 27 entrevistas realizadas al poeta en Cuba, Colombia y México, a lo largo de 30 años, para diversas publicaciones.
Entre los entrevistadores destacan, entre otros, los nombres de su propia hija, Josefina de Diego; Arturo Arango, Abel Prieto, Luis Rogelio Nogueras, Yamil Díaz Gómez y Magda Resik.
En el prólogo al volumen, Josefina apunta: «Creo que la importancia de esta compilación radica en que, como hace ya muchos años que no está con nosotros, mi padre nos siga hablando de su vida y de su obra, contándonos anécdotas y compartiendo con nosotros, como si nunca se hubiese marchado».
Y, efectivamente, el autor de En la calzada de Jesús del Monte nos cuenta sobre su infancia, su amor con Bella García Marruz, la vida familiar, los hijos…; y también acerca de su visión de la poesía, el oficio de la escritura, el arte… Desde su verbo, llegan a nosotros, entre otras personalidades, sus amigos: Lezama, Cintio, Fina y Guillén.
Estas páginas producen un placer inmenso, el humanismo las recorre; en ellas leemos que «el infierno es la separación, la concentración en uno mismo. El no mirar a los demás» y también que si el «ser humano es capaz de enfrentarse a cosas tan terribles y dominarlas con la palabra y convertirlas en poesía, entonces el ser humano vale la pena».
Afirma Eliseo que la poesía es como la esencia del país: «siempre he pensado que no solamente es poesía la que se escribe; también se hace poesía con la acción y con la vida»; y que el arte no es un lujo, sino «una necesidad humana a satisfacer como el hambre y la sed».
Estos diálogos no funcionan solo como testimonio de una época y de una vida, y también van más allá del pensamiento sistematizado sobre literatura, pues ofrecen ideas claras para los debates culturales del presente:
«Hay que tener cuidado con la palabra popular (…) todos sabemos cómo se fabrica “lo popular” en las sociedades de mercaderes, a partir de la deformación deliberada del buen gusto innato en el pueblo y el cultivo de los instintos humanos más bajos. Tampoco creo que exista sino una sola especie de arte: el bueno. La distinción entre “arte de minorías” y “arte popular” me parece una argucia más del individualismo burgués –una trampa en la que solemos caer de buena fe. Toda manifestación artística que lo sea de veras nace del pueblo y está destinada a él».
Eliseo Diego nos regala, además, todo un sistema de referencias: libros, películas y poemas a los cuales acudir para ensanchar el horizonte propio. Se nos muestra aquí como un hombre humilde, inteligente, cubano, dueño de un humor fino; y tras la lectura quedamos con la sensación de haberlo conocido, lo que quizá sea un espejismo, pero uno lleno de verdades.
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