ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Se han organizado jornadas de trabajo productivo con fuerzas de la ciudad, para plantar áreas de la gramínea. Foto: Pastor Batista Valdés

Por estos días, hombres y mujeres que llevan años –algunos de ellos toda una vida– sudando ropa en la industria azucarera, se empeñan en preparar centrales, con vista a una zafra que puede tornarse tan difícil, en el orden financiero, técnico y material, como imprescindible para la nación, desde los puntos de vista económico, social… e incluso familiar.

En los más desahogados años 80 del pasado siglo –por escoger un momento– nadie hubiera imaginado que el país se vería obligado a hacer pininos para poner en las bodegas, al menos, el azúcar de una canasta familiar normada que en las circunstancias de hoy se torna insuficiente.

Es un reto, por tanto, nada fácil el que tienen quienes laboran en la legendaria industria, sobre todo si se considera el acumulado monto y efecto de escaseces que atentan de forma directa y brutal contra la amplitud, profundidad, rigor y calidad de esas reparaciones que, previas a toda nueva contienda, requieren nuestros ingenios.

Con más ánimo de meditar serenamente que de polemizar, llevo algún tiempo haciéndome una pregunta: ¿Es exclusiva de esos hombres y mujeres o de quienes dirigen el sector, la cada vez más compleja tarea de producir azúcar? En lo personal, no me parece.

Si estamos hablando de un producto de primerísima necesidad en todos los hogares, sectores, entidades, organismos, instituciones… ¿por qué tienen que ser los azucareros los «únicos» que se fajen con el monstruo?

Pondré un ejemplo. Sin caña no hay zafra, y sin ella no hay azúcar. Fenómenos como el éxodo del campo a la ciudad, escollos en sistemas de pago, limitaciones de recursos, falta de motivación e incentivos… han traído como consecuencia una sensible ausencia de fuerza de trabajo a pie de surco y de plantaciones.

En varias provincias se han organizado jornadas de trabajo productivo con fuerzas de la ciudad, para plantar áreas de la gramínea.

Aun cuando ese aporte no cubra los niveles que el deterioro de años ha trazado, al menos es una forma digna de aporte obrero, institucional, popular.

La vieja praxis del pichón boquiabierto, esperando a que le echen –en este caso la cucharadita de azúcar– en el pico, me sabe a ingratitud, a indiferencia, a desidia… y ningún bien reporta en el empeño por salir del amargo bache en que llevamos algún tiempo ya metidos, patinando.

Con el perdón de quienes discrepen, pienso que debe llegar (tal vez volver) el momento en que cada territorio responda –de verdad– por su caña, por su industria, por su azúcar, sobre la base de sus potencialidades, de su infraestructura, de su tierra, de la integración de sus fuerzas internas y, por supuesto, de su gente.

Si en todas las provincias de este país –posiblemente con la excepción de la capital– al menos un central muele (las hay con más de uno), ¿por qué cada una no puede autogarantizarse, al menos, el volumen de azúcar que ella demanda?

Que un territorio le envíe o le aporte ese necesario producto a otro es expresión de un balance que realiza o que planifica la economía nacional. Es incluso hasta solidario. Eso todos lo entenderíamos. Pienso, para volver a citar un ejemplo, en el estable central Melanio Hernández, de Sancti Spíritus.

Ahora bien, que sea preciso enviarle azúcar a quienes pudiendo haber producido la suya, o haber ayudado más al país, no lo hicieron, no me parece del todo lógico, ni justo, y me deja un sabor ligeramente distinto.

Si hablamos de autonomía territorial, si los conceptos de guerra de todo el pueblo conciben la indispensable capacidad de asegurar internamente, en cada lugar, lo indispensable para resistir, continuar adelante y vencer, pienso que la mejor reverencia ante una de las industrias más antiguas de la nación, patrimonio de ricos valores culturales, sería salvarla, darle vida, robustecerla y mantenerla entre todos, con todos, para el bien de todos, y no solo con el concurso –a veces desgastante o desgastado– de quienes integran una nómina agrocañera o agroindustrial.

Nada de lo dicho ignora que el objetivo debe ser ir más allá del –digamos– autoabastecimiento, y retornar incluso a niveles importantes de exportación.

Siempre lo hicimos. ¿Acaso vamos a renunciar a lograrlo otra vez?

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Lazaro dijo:

1

14 de octubre de 2024

15:18:57


Periodista, el interes por la situación de nuestra industria azucarera es loable, pero la historia no se ajusta a la realidad, antes del triunfo de la Revolución, es verdad que esa tarea solamente era cumplida por trabajadores del campo, a partir de 1959, todos nos sentimos parte del campo, de sus centrales, de la siembra de caña y su corte. Hay que preguntar quien desmanteló centrales, quien dejó a centrales de siempre sin sus campos de caña. No es normal hablar que el resto de la población no ayuda, hay que preguntar, quien desmovilizó aquel entusiasmo y aquella entrega.fuimos los reyes del azucar, comenzó el bloqueo y seguimos siendo los reyes, la URSS nos compraba el azucar, pero, cuando desapareció la URSS, desde antes, ya no fuimos los reyes del azucar ¿Por que? alguien debe explicar, pero entiendo que no es lógico repartir culpa a partes iguales.

yoyo Respondió:


16 de octubre de 2024

09:03:58

Lazaro, estoy totalmente de acuerdo con usted en su comentario, nunca se ha explicado al pueblo a quien se le ocurrio desmantelar la industria azucarera de nuestro pais luego de ser en primer productor y exportador de azucar en el mundo, acabar con una tradicion familiar y ahora en medio de la situacion que vive el pais tratar de sacarla adelante de nuevo como era antes.

Pastor Batista dijo:

2

16 de octubre de 2024

11:03:36


Gracias por su sincera opinión, amigo Lázaro. Entiendo su punto de vista. En ningún momento la intención de lo escrito ha sido repartir culpa a partes iguales o culpar a la población. Todo lo contrario: defenderla porque si un producto necesitamos todos en nuestros hogares -y, por supuesto, el país- es el azúcar. Si se fija bien, el texto llama a que todas las provincias afinquen sus botas, produzcan al menos el azúcar que necesitan y le aporten a la nación. Lo inconcebible -en mi muy personal opinión- es que pudiendo lograr eso no lo hagan y teniendo centrales en sus territorios otras tengan que enviarles el azúcar que ellas pueden y deben producir. Repito: gracias por su comentario. No deje de opinar. Granma lo necesita.