Bien sabe Leticia Morales Márquez que en el trabajo social el amor por el otro es la causa justa que prevalece. Sus mañanas, desde 2019, suelen ser convulsas: apenas amanece comienza su recorrido visitando las casas de las 42 personas en situación de vulnerabilidad que reciben el servicio de asistencia social en el área del municipio del Cotorro en La Habana.
«Los problemas de todas esas personas también son míos. Si tengo la posibilidad de conseguirles medicamentos u otra ayuda, lo hago. Ellos quieren sentir que hay una trabajadora social que comparte sus inquietudes, que los escucha. Por eso paso todos los días por sus casas; porque lo único que tengo para dar es el alma», dice, y aunque lamenta que cada vez es mayor la población en esta situación y pocos los trabajadores sociales, no se detiene.
Testigo de ello es Nancy Gonzáles Loa, una de las 3 740 madres de hijos con discapacidad severa –dato obtenido de la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI)– en la Isla, protegidas por el programa de Asistencia Social. Aunque muchos especulan que corre con suerte por el auxilio, para ella la vida se estanca en innumerables ocasiones.
«Mi niño nació con problemas renales y, a partir de los siete años de edad, comenzaron a hacerle hemodiálisis. Él tiene dificultades en la morbilidad y por su enfermedad tiene que estar bajo supervisión constante. Por tanto, con esa situación, y siendo madre soltera, tuve que dejar de trabajar, por eso recurrí a Seguridad Social», comenta Nancy.
Actualmente su hijo tiene 13 años, y debe vivir en condiciones favorables para su estado de salud. Es por eso que «pertenecer al programa de Asistencia Social les ha posibilitado adquirir un aire acondicionado, teléfono fijo, aseo, además de asistencia monetaria con chequera de 2 600 pesos mensuales».
A pesar de estas buenas experiencias, aún quedan historias pendientes de respuesta. En el caso de algunos, los trabajadores sociales ni se asoman por sus hogares y nunca reciben los beneficios; otros, por desconocimiento, no solicitan el «asistencialismo».
ATENCIÓN A LA VULNERABILIDAD
En Cuba, proteger y asistir a las personas en situación de vulnerabilidad es un derecho previsto en la Ley No. 105 de Seguridad Social, del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS). En ella se establece que la asistencia social protege a los ancianos sin recursos ni amparo; y a personas no aptas para trabajar, que carezcan de familiares en condiciones de prestarles ayuda.
Sin embargo, este enfoque genérico y asistencialista predominó hasta el 2021 cuando, desde el MTSS, se diseñó una política más integral, con enfoque de derechos y orientada al desarrollo de las capacidades, que amplió los perfiles priorizados para atender otros tipos de desigualdades: la Política para la atención a personas en situaciones de vulnerabilidad social.
Así se considera, bajo esa norma, que la situación de vulnerabilidad es aquella que «limita la capacidad de una persona, familia, o comunidad, para lidiar y recuperarse del efecto de una amenaza, ya sea natural, económica, social, o de salud», afirma a Granma, María del Carmen Zabala Arguelles, profesora titular de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso).
Por eso, aclara, la política está encaminada a personas con discapacidad y a personas mayores viviendo solas con bajos ingresos, deambulantes, víctimas de violencia; así como a hogares monoparentales femeninos con énfasis en aquellos que tengan tres o más menores de edad; y a hogares con condiciones habitacionales precarias.
En cualquiera de los casos, «una persona puede salir de la situación de vulnerabilidad, o entrar de pronto en ella», explica Belkis Delgado Cáceres, directora de Prevención Social del MTSS.
«Actualmente están protegidos 186 041 núcleos familiares, y existen 337 534 personas beneficiarias. Un apoyo que ofrecemos y tiene alta demanda es la asistencia social a domicilio, con 13 628 personas, y el pago de ese servicio recae en el presupuesto de la asistencia social.
«También existen 22 394 personas a las cuales se les entregan recursos de primera necesidad como camas, colchones, calzados, toallas, utensilios de cocina, además de asistirles monetariamente», relata Belkis Delgado.
De igual forma, la especialista añade que, dentro de los grupos que son atendidos para la transformación, se encuentran las madres con tres hijos o más, garantizando el círculo infantil; y jóvenes desvinculados del estudio y del trabajo, a los que se les ofrece empleo.
Ante esta realidad, y considerando la situación económica que prevalece en el país, es válido preguntarse: ¿hasta qué punto se brinda la protección o asistencia social?
Al respecto, Belkis Delgado reconoce la importancia de que las personas encuentren las herramientas para superar la situación de vulnerabilidad, mientras que, desde la política pública, se acompaña, «pues esta situación es transitoria».
Aunque no existe un estimado de tiempo, la Directora de Prevención Social advierte que «no es estancarse bajo esta condición ni ser siempre protegido, sino superarlo. Esto solo se logra rompiendo las barreras, vinculándose al empleo, generando ingresos propios. Porque existen requisitos establecidos, las personas que no trabajan no tienen que ser protegidas por la Asistencia Social. Sin embargo, hay quienes pertenecen a familias numerosas, dependientes, que trabajan y se les protege por la situación de vulnerabilidad en que se encuentran».
En el caso de las personas mayores que no puedan vincularse al empleo, y que no exista otra que viva en su vivienda y genere ingresos al núcleo, la situación de protección se mantiene. Asimismo, para las madres cuidadoras que tienen hijos con discapacidad permanente, la asistencia es, generalmente, hasta el fallecimiento de una de las partes, «aunque se asumen conductas como pensión por muerte o, si es la persona en situación de discapacidad, algunas instituciones se responsabilizan del cuidado», puntualiza Belkis Delgado.
ENTRE TRADICIONES Y DESAFÍOS
Reinaldo Ramón Mora tiene 80 años, camina despacio, pero es de los primeros en llegar al SAF Vedado-Cotorro. Aunque por momentos parece recordar su vida pasada, cuando habitaba en familia y no tenía que depender de nadie para alimentarse, afirma sentir ese sentimiento de hogar cuando entra al lugar.
«Esto es una ayuda y me siento muy bien. Nunca nos hemos quedado sin el alimento, mal o bien, siempre se resuelve. Además, recibimos buen trato», comenta.
Al Sistema de Atención a la Familia (SAF) del municipio Cotorro asisten 163 personas diariamente. Se ofrece desayuno, almuerzo y cena, y el precio no excede los 15 pesos.
Según comenta Caridad Álvarez Zayas, trabajadora social de la localidad, el SAF abre sus puertas de 7:00 de la mañana hasta las 7:00 de la noche, y acuden jubilados, personas en situación de discapacidad, y las que viven en núcleos con bajos ingresos.
Pero lo cierto es que hay quienes se encuentran al margen del programa que viabiliza ampararlos; pues el equipo de prevención social del MTSS no alcanza a conocer con exactitud toda la población vulnerable, y una de esas limitaciones es la falta de trabajadores sociales en las circunscripciones, así como la no interdisciplinariedad en el cumplimiento de lo establecido.
Belkis Delgado explica que existen grupos de prevención desde el nivel nacional hasta el consejo popular, en los que deben intervenir todos los funcionarios designados. Sin embargo, «si se realizara efectivamente, si la norma se aterrizara a las necesidades de cada territorio, permitiría trazar estrategias para evitar que los problemas sociales surjan, se desarrollen. Porque el mayor desafío es comprender que debemos hacer labor de prevención y transformación».
A su juicio, también se requiere perfeccionar la capacitación y preparación de los trabajadores sociales, además de ampliar la plantilla: «Una sola persona no puede transformar, tiene que haber interrelación e intersectorialidad de los organismos. Las empresas que están en el territorio pueden contribuir con sus recursos, desde dar ofertas de empleo hasta aportar con la alimentación».
Quizá por eso Leticia Morales habla con anhelo sobre rescatar las escuelas para adiestrar al trabajador social, porque «son los médicos del alma, que entregan todo con amor».



















COMENTAR
Responder comentario