Sancti Spíritus.–Trascendente en el entorno local, muchos espirituanos desearían que las producciones de Don Mero 5 Palmas llegaran hasta cada hogar, incluso con la estabilidad que en sus mejores tiempos tuvieron el arroz, el azúcar y otros víveres, dentro de una canasta familiar normada que tal vez no ha cosechado toda la satisfacción deseada, pero que tiene el indiscutible mérito de haber repartido y compartido justicia a escala social.
Sucede que, magníficos encurtidos de vegetales, mermeladas de frutas, zumo de limón, puré concentrado de tomate, salsa para pastas, vita nuova, salsa picante, siropes… producidos allí, han venido llamando la creciente atención de quienes habitan esta legendaria villa, que acaba de coronar sus primeros 510 años.
Don Mero, sin embargo, no es una fábrica, en toda la extensión tecnológica y espacial de ese término, sino una minindustria, cuya limitada capacidad, por cierto, aprovecha muy bien su pequeño colectivo de trabajadores, en producción cooperada con Lucumí: instalación conservera, también perteneciente a la industria alimentaria espirituana.
Escucho hablar a Rodolfo Esnérido Echemendía Hernández, representante de la entidad, y no me queda la menor duda de la relativa tranquilidad que le provoca el aporte que realizan, en correspondencia con el empeño municipal y provincial, para aliviar necesidades sociales. Su rostro, sin embargo, refleja mayor grado de satisfacción cuando se refiere a otras contribuciones que regularmente hacen.
«Aunque tienen una prioridad sectores como los de la salud y la educación –comenta– hacemos donaciones para centros en los que hay niños con discapacidades o sin amparo familiar, y para casos sociales, familias necesitadas…»
Dileidy González Pérez, la económica, ha sido testigo no solo de cómo el camión suele llegar hasta apartados barrios y comunidades para realizar ventas, sino también cómo se indaga con las autoridades del lugar acerca de quiénes son las personas más vulnerables, a fin de ofrecerles ayuda.
Un punto, siempre abierto frente a la minindustria, en la amplia avenida que da acceso a la ciudad cabecera, permite comprar allí productos elaborados bajo las calurosas naves, mediante un proceso predominantemente artesanal. Tiene, además, el don de no envidiarle nada, en calidad ni en presentación, a los facturados por prominentes industrias.
Materias primas –(a cargo de la empresa agroindustrial y potencialidades del municipio–; envases –en incógnita muchas veces–, y otros insumos imprescindibles para el proceso productivo, suelen rezongar de vez en cuando, pero por lo general termina imponiéndose la capacidad de sacarlos de debajo de la tierra o del firmamento mismo. El fin es que la minindustria no pierda su Don, ni siquiera por el más elemental (Mero) descuido.



















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