Como acción, en términos militares, el asalto al Moncada no tuvo el éxito para el cual se concibió. De inmediato, no pocos llegaron a considerarla, incluso, una verdadera locura.
Desde entonces, el planeta Tierra ha completado 71 vueltas alrededor del Sol y no sé cuántas veces me he preguntado dos cosas: ¿Qué habría sido de Cuba sin el Moncada? Y: ¿Qué nos dejó aquel audaz ataque, protagonizado por un grupo de jóvenes, sin más formación o preparación militar que la recibida en brevísimo lapso de tiempo?
Aquella acción comenzó a catalizar algo que Cuba necesitaba mucho: unidad entre las fuerzas contrarias al régimen y una buena sacudida social, condicionante del rol y de la acción que debe signar a todo pueblo, necesitado de independencia… si en verdad se respeta.
Aquel 26 santiaguero y bayamés, totalmente distinto a todos los vividos desde la comunidad primitiva en esta ínsula, fue sencillamente la semillita de rebeldía que, nacida de igual fruto, plantaron Fidel y los asaltantes para toda posteridad.
No tuvieron que ir muy lejos –en el tiempo y en el espacio– para buscar un referente histórico, los miles de jóvenes que, desafiando al peligro que significaban las bandas contrarrevolucionarias en plena montaña, se lanzaron, farol y cartilla en mano, a enseñar a leer y a escribir a personas de todas las edades que jamás habían visto un lápiz.
Eso fue muy válido para quienes limpiaron de tal engendro al Escambray, la cordillera pinareña y otras zonas del país; quienes plantaron en tierra algo más que sus pies en los decisivos días de la Crisis de Octubre; quienes se fueron a jugar la vida propia por el futuro de todos en las arenas de Playa Girón, e incluso en otras tierras del mundo.
El Moncada fue, es y no creo que deje de ser nunca, la más cándida expresión histórica de cómo puede anidar la sana rebeldía dentro de generaciones jóvenes, enteras, de una a otra.
De lo contrario, no estaríamos dispuestos a seguir enfrentando esta compleja situación que atraviesa el país, ni hubiese reedición del asalto, año por año, a cargo de niños, adolescentes y jóvenes, allá en la hoy fortaleza escolar 26 de Julio, ni motivo para que miles y miles de cubanos madruguen y se concentren en plazas de todas las provincias, julio tras julio, como acaban de hacer los espirituanos, para celebrar el Día de la (permanente) Rebeldía Nacional o, como expresa una hermosa canción: el día más alegre de la historia.
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