ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Foto: Periódico Escambray

SANCTI SPÍRITUS.–El hábito, enraizado hasta la médula en generaciones enteras de cubanos, que suelen inundar los espacios dedicados al esparcimiento infantil, volvió a plantar bandera este tercer domingo de julio, especialmente dedicado a las niñas y niños en todo el archipiélago.

Por ello, conscientes de la avalancha que podía tornar pequeño –igual o más que tantas veces– el espacioso zoológico de la cabecera provincial espirituana, los responsables del éxito o no de esa jornada, programaron luz verde fija rumbo a otras emblemáticas instalaciones, como el Parque de Diversiones (Los Caballitos, en la nostálgica terminología de abuelos y bisabuelos), el Jardín Botánico, la Casa de la Cultura y cuanta instalación comunitaria propiciara un día feliz.

Diferente no fue el panorama en otras partes de la geografía nacional, donde chicos y adultos volvieron a sumergirse en el fantástico mundo de columpios, canales, aviones y corceles giratorios, monos, leones, avestruces, carricoches, pegatinas, helados y numerosas opciones más.

Huelga decir lo que todo adulto sabe: premio de la preferencia –o de la popularidad– para esas piscinas y áreas de baño, en las que miles de niños viven una casi real metamorfosis que los convierten en pececitos; padres y abuelos no les pierden pie ni brazada, y al buen salvavidas «se le botan los ojos para fuera», atento a todo y más.

Tan merecido goce no lo conoció el ya extinto Félix Diñeiro, en la rural geografía holguinera, hace siete décadas o más, cuando con apenas cinco años sudaba como un adulto, durante el año entero, entre surcos y plantaciones bananeras.

Por fortuna y obra de la historia, su hija, su nieto, sus bisnietas sí fueron disfrutando tales ¿privilegios?…, sobre todo, desde aquel 6 de julio de 1974 cuando, concentrados en el Campamento de Pioneros del Parque Lenin, los niños coincidieron en criterio con el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, en torno a la muy justa y sensata idea de «correr» un poco en fecha esa celebración (anteriormente en enero), y dedicar a los más pequeños de nuestra sociedad cada tercer domingo de julio, ya en pleno verano, fuera de todo examen, tarea o preocupación escolar. 

¡Y qué bien ha venido, caramba!

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