Pero junto a la idea de la independencia del país bullía en el cerebro de Juan Gualberto Gómez otra idea, inseparable de aquella: la efectiva equiparación con los blancos de los negros discriminados, su profunda integración en el perfil nacional y, desde luego, su ingreso en la lucha separatista, que él considera el único camino para llegar a tales resultados.
Es una actitud, una filosofía diametralmente opuesta a la del Partido Liberal, que por boca de Morúa Delgado (otra figura de gran prestigio intelectual) los llama a inscribirse bajo las banderas del Autonomismo. Gómez reanuda la publicación de La Fraternidad, periódico que había dirigido once años antes, en 1879, y se enfrasca en una tarea de gran envergadura, en un genuino trabajo de masas: la organización del Directorio Central de Sociedades de Color, que permitiría a los negros ofrecer un frente único de demandas igualitarias.
Ese directorio, ese «frente» donde se hallaban las sociedades negras y mestizas de toda la Isla, fue sin duda un poderoso vehículo para volcar la mayor parte de sus miembros en el campo del separatismo revolucionario. Campeón de la unidad nacional, como Martí, Juan Gualberto Gómez negó siempre que el movimiento encabezado por él tuviera una intención «racista» (como le atribuían malévolamente sus enemigos) con miras a reproducir en Cuba los hechos que dieron nacimiento al Estado haitiano en 1804.
De estar en esa pendiente fue acusado por el Diario de la Marina, que atacó siempre cuanto tuviera relación con nuestra independencia. Don Juan respondió con cuatro artículos que son ya históricos, señalando las diferencias fundamentales que impedían que en Cuba se repitiera el proceso que había tenido por escenario la pequeña isla negra del Caribe.
Después de Martí, no hay en el periodo que precede al estallido de la segunda guerra de independencia, figura alguna con la sagacidad, el coraje, la fuerza interior, la amplia mirada política de Juan Gualberto Gómez.
*Fragmentos de un artículo publicado originalmente en La Última Hora, 26-11-1953, y compilado en Prosa de prisa 1929-1972, de la Editorial Arte y Literatura.
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