ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Foto: tomada de Passporter

Tortuguilla, Guantánamo.–Cazadora de las nubes y guardiana del atardecer la nombró Nicolás Guillén; también Heredia, frente a las Cataratas del Niágara, evocó nostálgico a la más esbelta hermosura de los campos cubanos.

De esa «que en la llanura de mi ardiente patria nace del sol a la sonrisa», la misma que en nuestro escudo empina su donaire, bien que puede presumir el Alto Oriente cubano. De los 200 géneros de palmeras diseminadas en el paisaje mundial, Cuba en su territorio reporta 15 (el 7,5 % del total del orbe). Guantánamo, con una decena, registra dos de cada tres de las variedades asentadas en el país.

«Se le encuentran por toda la geografía provincial», refiere el doctor en Ciencias Milian Rodríguez-Lima. El experto en palmeras del Caribe insular y miembro de las Sociedad Cubana para la Protección del Medio Ambiente asegura que, de los 99 taxones infragenéricos o grupos de palmas reconocidos que existen en nuestro archipiélago, 34 están representados en Guantánamo, casi la mitad de ellos son endémicos de la provincia, que también posee el mejor índice de diversidad de la especie en el ámbito nacional.

Aquí se localizan 17 localidades tipo, exponentes de una diversidad de palmeras, que, en opinión del experto, «con toda seguridad ha sido favorecida por las características edafoclimáticas, la diversidad de ecosistemas y los procesos evolutivos de especiación y refugio presentes en el extremo este de Cuba».

Según el investigador, entre las especies de mayor distribución en el territorio figura la palma real (Roystonea regia) y la palma cana o guano cana (Sabal marítima), de las que los campesinos realizan un aprovechamiento integral. En tanto, la Coccothrinax yunquensis y Coccothrinax pumila, localizadas solo en los municipios de Baracoa y Niceto Pérez, clasifican como las menos distribuidas.

Precisamente Baracoa, con 19 taxones, y Maisí con 14, son los municipios en posesión de la mayor diversidad de Coccothrinax y Roystonea, los géneros mejor representados en la provincia.

De manera específica entre las palmas reales, abunda Milián Rodríguez-Lima, Cuba cuenta con cuatro especies endémicas de la Isla, todas en el extremo oriente. Se trata de la Roystonea violácea León, la Roystonea maisiana, la Roystonea lenis León y la Roystonea stellata León, esta última considerada extinta.

«Las palmas son parte de la rica y exuberante biodiversidad que caracteriza a este territorio». Rodríguez-Lima lo reitera con la seguridad que le confieren dos décadas de frecuentes expediciones por predios guantanameros, en busca de información sobre la presencia de ese exponente del mudo vegetal.

Pero, al margen del singular toque de belleza que le dan al entorno, esas «novias que esperan», tal cual las comparó Martí, y a las que el botánico y estudioso francés, Joseph Sylvestre Sauget y Barbis, definiera como «el más preciado adorno de las regiones cálidas», son mucho más que ornamentos.

Con sus atributos paisajísticos y ecológicos, y los de carácter económico, histórico, cultural y social, forman parte de la existencia misma del cubano en nuestra campiña, explica el también integrante de la Sociedad Internacional de Palmeras.

A principios de los años 60 del pasado siglo, al advertir que «la tabla, el guano de palma serán para otra cuestión», y que «para la vivienda es la prefabricación», de algún modo el legendario dúo musical Los Compadres, al mismo tiempo sugería gratitud hacia la palma, techo, cobija –y también dieta– de la familia cubana en tiempos de colonia y seudorrepública y hoy no exenta hoy de amenazas.   

«Se ha comprobado –comenta Rodríguez-Lima– que el corte de troncos (de palmeras) para extraer las fibras que se emplean en la confección de escobas, cepillos y otros útiles, a menudo ocasionan la devastación de relativamente grandes extensiones del género Coccothrinax».

«También la tala de algunos troncos empleados en carpintería y construcciones rurales tiene efectos negativos considerables; pueden quedar extirpadas», alerta el científico.

Demasiados motivos incitan a cuidarlas como las más hermosas del paisaje cubano. Pero aun, si fuera uno solo el pretexto, y si abarcara no más que razones románticas y de estética, bastaría con el de Ramón Guerra Díaz, historiador de la Isla: «Las palmas y el palmar se juntan para soñar lo bello». 

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