
No hubo casualidad en que hubieran elegido desembarcar por aquí; el sitio es despoblado y de geografía enmarañada; a los terroristas se les antojó ideal para infiltrar al crimen.
Sus errores fueron de cálculo; subestimaron a un pueblo que había puesto sus energías al servicio en una batalla económica colosal; la Zafra de los Diez Millones estaba en pleno apogeo. Ignoraron que Cuba desde antes había aprendido a no dejar flancos expuestos, mucho menos en la defensa.
Ignorar esa lógica no fue el único error de los enemigos. Su odio, que produce amnesia, que ciega, explica el olvido de Washington, la CIA y Alpha 66, los que, el 17 de abril de 1970, exactamente nueve años después de su fallida aventura en Playa Girón, emprendieran otra aventura, esta vez en el extremo oriental de la Isla.
Estadounidense era el buque que los trasladó hasta un punto del Atlántico, próximo a la costa entre Maisí y Baracoa; una lancha sigilosa los condujo a las arenas de Punta de Silencio, casi 32 kilómetros al sur de La Primada de Cuba, cerca de la desembocadura del río Yumurí. Era la noche su cómplice.
Seguros de la victoria, nos subestimaron de tal manera, que, además de explosivos, granadas de mano, fusiles AR-15, AR-18 y M-16, todos Made in Usa, trajeron hasta una cámara de televisión; grabar las imágenes de su «hazaña», garantía de un presunto show propagandístico posterior, y requisito sine qua non para recibir la paga por el acto asesino, formaban parte del plan.
Pocas horas después de haberse adentrado en el monte, ya tenían detrás a las Milicias Serranas, a efectivos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, del Ministerio del Interior, y a la población campesina, que también ayudó en la persecución, cerco, aniquilamiento y captura del grupo mercenario.
Bajo la dirección del comandante Raúl Menéndez Tomassevich, entonces jefe del Ejército Oriental, esas fuerzas revolucionarias frustraron la cruel embestida; el precio fue otra vez doloroso. Una niña y su padre, José Antonio Sánchez Marzo, no tuvieron tiempo de conocerse; ella estaba en el vientre de la mamá, y él, con solo 24 años de edad, cayó en el enfrentamiento a los mercenarios. Su otra pequeña tenía apenas 11 meses; a ninguna de las dos le pudo endulzar la infancia.
Otros seis menores quedaron huérfanos, seis madres derramaron lágrimas sin consuelo; cuatro mujeres quedaron viudas, y trunco el sueño de una cercana boda. Seis cubanos en edades de 24 a 33 años perdieron la vida en defensa de las de su pueblo.
Cayeron, además de José Antonio Sánchez, Ovidio Hernández Matos, Evodino Marzo Lambert, Luís de la Rosa Callamo, Ramón Guevara Montano y Arquímedes Borges Bolaño. Ellos cuentan entre los cerca de 3480 fallecidos y 2 099 incapacitados a manos de criminales imperialistas a partir de 1959; son parte del alto precio que ha debido pagar esta isla para vivir sin tutela ni amo.
Mas, hablando por toda Cuba, cuyo pueblo no olvida, nuestro Fidel, en la despedida a los Mártires de Punta de Silencio desilusionó de nuevo a los criminales: «las balas pueden atravesar a un hombre, pero no inmolar las ideas, tronchar la causa, atravesar la bandera y la justicia que esos hombres defendieron».



















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Raúl Menéndez dijo:
1
21 de abril de 2024
09:39:29
Victoria Cambo dijo:
2
21 de abril de 2024
09:51:07
Rosa Carlota Vargas Foronda dijo:
3
21 de abril de 2024
19:18:31
Mario Hidrobo Respondió:
2 de junio de 2024
17:08:40
Rosa Carlota Vargas Foronda dijo:
4
21 de abril de 2024
19:19:56
Rafael Emilio Cervantes Martínez dijo:
5
21 de abril de 2024
19:44:22
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