En lengua materna, palabras por la vida

Tesoro de la costumbre, fiesta de la creación, la lengua materna desdobla su voz como madre e hija de sus hablantes, a lo largo de un proceso de aprendizajes y enseñanzas, resumido en el milagro de comunicar, en la posibilidad de entendimiento entre las personas.

Junto a los rasgos físicos, los documentos de identidad y la impronta familiar, cada niño exhibe desde temprano su lengua nativa. Sin elegirla, nos acompaña en cada elección que nos define.

Las lenguas constituyen un derecho universal, elemento formador de la idiosincrasia de los pueblos y transformado por ella. La diversidad lingüística presenta una gran importancia para el surgimiento y la vitalidad de las sociedades sostenibles.

Sin embargo, el avance de la globalización neoliberal como un modelo único implica el silencio, el aislamiento y, en definitiva, la muerte de los tiempos plurales de la cultura.

Según estudios recientes, cada dos semanas desaparece una lengua y, de esa manera, fallece el último testigo de una historia, una cosmovisión, unos sueños, unos valores, una comunidad. Dentro de un total aproximado de 6 600 idiomas hablados en el orbe, el 45 % sufre peligro de borrar sus huellas sobre la Tierra.

Las cuatro décimas partes de la humanidad carecen de educación en su lengua materna, y solo centenares de estas reciben acogida en los sistemas educativos y el dominio público.

Los pueblos originarios cargan verdades contra las mentiras que disfrazan los crímenes en los que asentaron su poder los imperios. Por eso les urge callar esas protestas para siempre. Las palabras devienen un arma de doble filo en la batalla a favor o en contra de la colonización.

En 1952, los habitantes de Bangladés celebraban el Día del Movimiento de la Lengua Bengalí cuando atacó el ejército de Pakistán. Aunque muchos murieron, otros lucharon por su derecho a expresarse a su modo. En su honor, la Conferencia General de la Unesco proclamó el Día Internacional de la Lengua Materna en 1999, ratificado en 2007 por la Asamblea General de la ONU.

Junto a la pérdida de la diversidad biológica, la desaparición de tantos sistemas comunicativos entre los hombres amenaza con cumplir las peores profecías alrededor de la primavera silenciosa. Ante el vacío sonoro de los funerales, solo podrá salvarnos la música de la vida y cada forma de cantarla.