GUANTÁNAMO.–Incrustado en la multitud de hogares que pueblan la periferia sur de esta urbe, el viejo caserón colonial de madera, casi inadvertido hasta entonces, empezaba a llamar la atención tras el reacomodo estructural que lo convertiría en la cuna guantanamera de la experiencia a la que más tarde Fidel definió como «una revolución en todo el sistema de asistencia de salud». Corrían los primeros días de enero de 1984.
Una mañana de ese año, los vecinos vieron llegar, resguardada en su bata blanca, a una muchacha jovial que les daba los buenos días antes de internarse en el inmueble devenido provisional consultorio.
Iniciado en 1983, en el policlínico capitalino de Lawton, el experimento ya se expandía a la totalidad de las provincias cubanas. Mientras, las academias de Ciencias Médicas del país priorizaban los contenidos de Medicina Familiar y Comunitaria en la formación de futuros galenos.
Sobre una profesional de apenas 23 años, y algunos homólogos suyos, igualmente recién graduados, recayó la responsabilidad inicial de darle cuerpo a la iniciativa en ocho sitios del territorio; siete de ellos urbanos (en la ciudad cabecera), y el otro en el valle de Caujerí.
Porque el deber la había reclamado en la Medicina Comunitaria, María Inés Jiménez de Castro Morgado acudió, pero sin idea del tiempo que le dedicaría a ese perfil. Tal certeza la tuvo el 15 de octubre de 1986, en Playita de Cajobabo, cuando el Comandante en Jefe inauguró allí, para las montañas, el programa del Médico y la Enfermera de la Familia.
Ese día «pude ver muy de cerca la preocupación de Fidel por los seres humanos, constaté su esperanza y la confianza que había depositado en nosotros para impulsar la tarea: –me quedo en la Medicina Comunitaria me dije–, es mi lugar».
LECCIONES AL PIE DEL RECUERDO
Tamaño desafío profesional para María Inés en la zona sur de Guantánamo, escenario de su debut. Hoy habla de jornadas iniciales intensas, de interminables horas de exploración epidemiológica, del levantamiento detallado en su área; «una labor compleja pero indispensable», que pudo hacer con asesoría de experimentados profesionales.
Había que modificar hábitos de vida, crear percepción de riesgo en la población, establecer y mantener control epidemiológico; todo ello –insiste– implicaba trabajar sin descanso para lograrlo.
De ese periodo, la hoy especialista en Medicina General Integral (MGI) también elogia las «nutridas reuniones de los cdr y de la fmc, a la que asistíamos como cederistas y federadas, y aprovechábamos para dar charlas, audiencias sanitarias, gestionar también, desde esos espacios, una mejor calidad de vida, y mejorar los índices de salud».
Allí aprendí a estar con la gente, en las buenas y en las malas, a compartir con ellas un café, a felicitarlas el día de su cumpleaños, y acompañarlas en la gravedad o la muerte de un ser querido. Supe la utilidad de que vean en su médico a la persona sensible, que siente el dolor de ellos y lo hace todo para aliviarlos.
Un día la hija de un hombre mayor me tocó la puerta; el padre, en muy mal estado en el hospital, sintió un severo dolor de cabeza; tenía en la institución a los mejores especialistas y todas las atenciones posibles, pero reclamó mi presencia, pues, según él, yo, su doctora, iba a aliviarle el dolor. Fui a verlo; ese mismo día falleció y tuve que darle la noticia a la hija; le puse la mano en el hombro; fue triste.
En otra ocasión, a un lactante de mi área la madre se lo llevó para un sitio intrincado de otro municipio. La urgí día por día, a través de sus familiares, para que regresara, e hice las alertas correspondientes. Pero mi insistencia no surtió efecto, el niño, de siete meses, enfermó y falleció. Conmigo el análisis fue severo, como lo es siempre en circunstancias así.
«No fui objeto de sanción ni de medida disciplinaria; no se violó ningún protocolo, dijo en su dictamen la comisión; yo también lo vi así. Hoy, a la luz de los años, siento que falló algo de un mecanismo que se perfecciona constantemente. Tal vez debí trasladarme al lugar donde estaba el niño y buscarlo, quizás no supe encontrar otra solución».
***
Aliviar enfermos, acompañarlos en su dolor, aun cuando este no tenga cura… Esa forja de bondad y sabiduría, la cual se extendió durante casi una década, a María Inés Jiménez de Castro Morgado la hizo crecer en lo profesional y lo humano.
En un barrio vulnerable guantanamero se adentró en la Atención Primaria de Salud. Y aunque no lo menciona, ella es de las miles de profesionales, cuyo desvelo anónimo y diario entre pacientes, contribuyó a integrar en Cuba el enfoque clínico, epidemiológico y social de la Medicina Familiar y Comunitaria.
Tal experiencia le ha dado frutos en posteriores tareas, primero como jefa de un Grupo Básico de Salud; después en sucesivas responsabilidades de directora en dos policlínicos; más tarde como decana de la Facultad de Ciencias Médicas de Guantánamo, durante 11 años, y en el desempeño de igual responsabilidad como internacionalista en Honduras.
Años después, en la primera graduación de médicos integrados al Movimiento Mario Muñoz Monroy, desde la posición que ocupó en la tercera fila de asientos de la Tribuna Antimperialista José Martí, por un momento a María Inés le pareció que Fidel, desde la primera hilera, la había visto y que sonrió, «después creí que se trataba de una coincidencia casual».
Y en el Palacio de la Revolución, por la noche, llegó la sorpresa; «nos habían invitado a una cena. En el mismo orden que entrábamos él nos iba dando la mano. A mí me puso una mano en el hombro: «¡doctorcita, a usted yo la vi esta mañana en la Tribuna Antimperialista!». Ella enmudeció. «¡Comandante!, fue lo único que pude decir».
María Inés considera necesario actualizar el modelo de la Medicina Familiar y Comunitaria en Cuba, sin apartarse de los conceptos fundacionales; sugiere «máxima atención para el envejecimiento poblacional, las enfermedades terminales y las ocasionadas por el cambio climático. «El desafío mayor está en integrar los procesos a nivel de los consultorios». Tal vez las sugerencias suyas contienen claves para que ese programa que en Salud «lo modificó todo», tal como vislumbró el Comandante, «lo siga cambiando en los años futuros».
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Eleidis Pérez García dijo:
1
6 de enero de 2024
09:54:12
Dr. Lafita dijo:
2
6 de enero de 2024
14:36:04
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