ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
La entrada del edificio estuvo bloqueada por una «pared» muy sólida de polvo, piedras y objetos. Foto: Ismael Batista Ramírez

La pequeña plaza frente a la Iglesia del Santo Cristo del Buen Viaje puede describirse como hermosa: la piedra desnuda del templo, los adoquines, los balcones pintados de blanco, y de azul, y de amarillo.

Pero Lamparilla No. 368, esquina a Villegas, al amanecer del miércoles 4 de octubre, no es más que la estampa de la desgracia.

El edificio ocupa toda la esquina, tiene tres plantas y es evidente que el deterioro, los años y las lluvias terminaron por herirlo de muerte.

Alrededor de una docena de familias vivía allí. De lo inesperado del crujir, del desplome, hablan la jabita de basura aún colgada en la puerta, los cubos, las ropas atrapadas entre los escombros.

De las vidas domésticas rotas en su centro, lo dicen todo la mampara perfectamente barnizada al borde del vacío, el split desgajado, el clóset partido al medio.

En el afán de salvar cuanto antes a los atrapados, al amanecer se sabe que ha perdido la vida una rescatista, dentro hay dos desaparecidos, uno de ellos también de esa gente brava que va a donde nadie más se atreve.

La entrada del edificio está bloqueada por una «pared» muy sólida de polvo, piedras, objetos; una maraña inestable que acometen con palas y con furia, y otras veces con retroexcavadora, siempre con el peligro sobre las cabezas.

Cuando los jefes están dando órdenes, sin mirar atrás, parte de las fuerzas se acerca al borde, ansiosa por saber, pero el silbato alerta que la estructura podría volver a ceder, y le mandan retroceder, una y otra vez.

Duele el panorama, el amanecer caluroso, agobiante y sin sol.

Pero duele más esa mochila escolar y colorida colgada de un gancho en la pared, como si no estuviese ahora a la altura y a la intemperie, como si no hubiese pasado nada. Duele Lamparilla 368.

Cuando los jefes están dando órdenes, sin mirar atrás, parte de las fuerzas se acerca al borde, ansiosa por saber de los suyos, pero el silbato alerta que la estructura podría volver a ceder, y le mandan retroceder, una y otra vez.

Duele el panorama, el amanecer caluroso, agobiante y sin sol.

Pero duele más esa mochila escolar y colorida colgada de un gancho en la pared, como si no estuviese ahora a la altura y a la intemperie, como si no hubiese pasado nada. Duele Lamparilla 388.

Foto: Ricardo López Hevia
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VAE dijo:

1

5 de octubre de 2023

08:49:49


Condolencias para familiares y amigos. Espero esto sea otra alarma y que se cree una comisión para inspeccionar todas las edificaciones antiguas y determinar cuales deben repararse y cuales deben demolerse para que no suceda esto mas, en 2002 fui a la Habana y no solo un edificio, no eran varios los que tenían riesgo elevado y peor aun con humanos morando. Recordemos que los accidentes ni son tan accidentales, ni tan inevitables.