ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
El cuerpo inerte de Nito Ortega. Foto: Cortesía de la familia

Tranquila, mamá Chicha iba hacia el parque con mi abuelo, ajena a lo que le había pasado a su hijo Oscar. Mientras, las vecinas la observaban con tristeza, quizá alguna se dijo: «Mira, de paseo, y no sabe la desgracia que le tocó».

Más tarde, estando en casa de su hermana, una se decidió y le dijo: «Chicha, mira el periódico, a Nito lo mataron en el Moncada».

Mi bisabuela se desplomó y el dolor le inundó el alma hasta el día de su muerte.

La única satisfacción de Aminta Ortega estuvo en que el martirio de Nito se tradujo en escuelas, hospitales y todo lo que significó el triunfo de la Revolución para Cuba, los cubanos y, especialmente, para mi abuelo Manuel, el único hijo que le sobrevivió, porque Miguel (también combatiente) murió en un accidente de tránsito al inicio de los años 60.

Desde entonces, el apellido Ortega y, sobre todo, el nombre de Oscar Alberto y su apodo Nito abundan en la Ciudad del Cauto y su término municipal.

Cuando yo nací, en 1991, mi madre no dudó en nombrarme Alberto, al igual que su tío moncadista. Mi abuelo vivió orgulloso en extremo de su hermano, al igual que yo, que oí muchas veces esa historia y también de las visitas de Celia Sánchez a nuestra casa, y de su preocupación por cada detalle de la vida familiar y de todo lo que significara honra a la memoria de Nito Ortega.

Su foto siempre ha dominado la sala y enseguida se reconoce, de alguna manera, la integridad, el honor y la gloria de lo mejor de los Ortega.

LA HUMILDE FAMILIA DE PALMA SORIANO

La abuela Carmita era la matriarca de la familia Ortega, un apellido que pasó por esa vía a toda la descendencia. Oscar Alberto Ortega nació en Palma Soriano, el 21 de agosto de 1926, y creció en un hogar de exiguos ingresos, pero de valores que tanto mi bisabuela como su hermana Carmen fomentaron en Oscar, Miguel y Manuel, así como en Salomé y en Carmen (hijas de Carmen).

Jamás hubo una pizca de prosperidad en la casa, al punto de que apenas había muebles y en un pequeño fogón se preparaban los alimentos.

Aunque su nombre era Oscar Alberto, desde pequeño le apodaron Nito, y cursó sus estudios primarios en las escuelas Juan Sigas Baró y José Martí. Amó la poesía, porque la maestra Nordina Aroche incidió de manera extraordinaria en su vida; también le encantaba jugar ajedrez y escuchar música.

Su faz era la analogía de la nobleza, pero siempre estuvo presto al trabajo duro y a no tolerar las injusticias. Por su novia Grisel, Chicha nombró a mi mamá, a la que siempre le recordó que, llegado el momento, Nito decidió integrarse al Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo), rechazar el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952 e integrarse a la llamada Generación del Centenario.

SE FORJA UN VERDADERO REVOLUCIONARIO

El mártir, que trabajaba en la tienda La Casa Arias, fue entrañable amigo del dentista palmero Pedro Celestino Aguilera (Tito), también ortodoxo, y juntos organizaron la lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista. A ellos se les unieron otros cubanos dignos que desarrollaron acciones en San Luis, Contramaestre, Jiguaní y Bayamo.

En el mes de febrero de 1953 establecieron contacto con otros revolucionarios en La Habana, y luego con Abel Santamaría. Ese encuentro fue medular porque recibieron instrucciones para su definitiva integración a la Generación que no permitió que el Apóstol muriera en el año de su Centenario.

Sin embargo, lo más significativo fue el encuentro que el 3 de abril sostuvo en el bar Topeka con Fidel. Una reunión extendida en la cual se definieron muchos detalles de la futura gesta. Al día siguiente se trasladaron a las minas de Charco Redondo, donde dialogaron con los mineros y palparon las pésimas condiciones de trabajo.

LOS ÚLTIMOS INSTANTES DE LA VIDA DE NITO ORTEGA

El mes de julio fue decisivo en la materialización de las condiciones objetivas y subjetivas. El día 22, Nito recibió entrenamiento militar y se acuarteló junto a otros compañeros en varios lugares de la capital. Se trasladaron hacia Oriente y llegaron a Villa Blanca, ubicada en el kilómetro 13 ½  de la carretera de Siboney.

En la hoy Granjita Siboney juró, como el resto, «ser libre, o ser mártir».

Las palabras de Fidel apelaron poderosamente al valor y al heroísmo de todos, en aquella madrugada del 26 de julio de 1953:

«Podrán vencer dentro de unas horas, o ser vencidos, pero de todas maneras, ¡óiganlo bien, compañeros!, de todas maneras este movimiento triunfará. Si vencen mañana, se hará más pronto lo que aspiró Martí. Si ocurriera lo contrario, el gesto servirá de ejemplo al pueblo de Cuba, a tomar la bandera y seguir adelante. El pueblo nos respaldará en Oriente y en toda la Isla. ¡Jóvenes del centenario del Apóstol, como en el 68 y en el 95, aquí, en Oriente damos el primer grito de LIBERTAD O MUERTE!

«Ya conocen ustedes el objetivo del plan. Sin duda alguna es peligroso y todo el que salga conmigo de aquí esta noche debe hacerlo por su absoluta voluntad. Aún están a tiempo para decidirse. De todos modos, algunos tendrán que quedarse por falta de armas. Los que estén determinados a ir, den un paso al frente. La consigna es no matar, si no por última necesidad».

Mi tío abuelo fue asignado a la escuadra de Oscar Alcalde, junto a Teodulio Mitchell Barbán, y luego de la orden de retirada en el cuartel Moncada, retornó a la Granjita. Al llegar, a Armando Mestre se le escapó un tiro de la escopeta, que lo hirió en una de sus piernas; Mitchell le vendó y trató de sacarlo de regreso por la carretera.

Aunque le insistió para que no abordara un auto que se encontraron en el camino, con ocho combatientes vestidos de militar, y les sugirió que se dispersaran, Oscar desobedeció y subió al vehículo. Pasados unos instantes, fueron capturados y asesinados por los esbirros de la tiranía.

Cuando su cuerpo yacía inerte, en Conuco –paraje del antiguo municipio de El Caney–, fue encontrado e inhumado en el cementerio de la localidad el 30 de julio de 1953.

Nito fue asesinado casi un mes antes de cumplir 27 años, pero como escribió luego Jesús Orta Ruiz –el Indio Naborí– «la sangre vertida no fue sangre vana».

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Lucía dijo:

1

5 de julio de 2023

16:33:05


Honor y gloria para todos los jóvenes que en el año del centenario del Apóstol ofrendaron sus vidas. Creo que como esta historia de vida y muerte de este combatiente del 26 de julio, Nito, deben narrarse todas, yo no lo conocía y tengo casi 60 años. Me gustaría que de todos, pero sobre todo de los menos conocidos se haga un artículo como éste. Muchas gracias