Conocí en Omaha, la ciudad donde nació Marlon Brando, el Al Capone de El Padrino, la célebre obra de Mario Puzo, a un estadounidense que ni era actor y mucho menos tenía que ver con el jefe de la mafia de esa historia. Pero sí estaba orgulloso de su país, lo ama, sentimiento que admiré, y admiro.
Fue en 2013 el súbito encuentro, en el tope beisbolero entre Cuba y Estados Unidos. Allí se jugó uno de los cinco choques pactados, por lo que fue un contacto fugaz, al otro día había que salir hacia Carolina del Norte. Se acercó por el juego de pelota, pero preguntó por Cuba, un país al que, nos dijo, el suyo tenía que bloquear porque era un peligro para su Seguridad Nacional.
Buscamos un mapa. Le dijimos que éramos 11 millones de habitantes en 110 860 kilómetros cuadrados, pobre, del Tercer Mundo. Sin embargo, sus indicadores sociales tenían niveles de países desarrollados. Su cara se contrajo y el rostro mostraba duda e incredulidad.
«No se pongan bravos, pero ese “puntico” del mapa no puede causar un peligro a esta gran nación». Nunca supe el apellido de John, pero su lógico razonamiento lo llevó, por un momento, a ruborizarse.
¿A qué le teme Estados Unidos? Le teme a la independencia de Cuba. Por eso se resiste al entendimiento con un vecino, sin importar ideología, costumbres o preferencias. Si lo hiciera, actuaría democráticamente, como tanto exige. Además, y lo saben sus empresarios y hombres de negocios, habría una muy ventajosa relación.
La hostilidad y el tratar de estrangular a ese «puntico» del mapa se ha incrementado. Como en 1961, en la agresión por Playa Girón, le vende al mundo que lo que ocurre en la Mayor de las Antillas es una diferencia entre cubanos, que el Gobierno no funciona. Como entonces, buscan el desasosiego y el desespero de la población, para establecer su obsesionada matriz de estado fallido.
Ahora usan asalariados en las redes sociales, satanizando todo; hay sitios web, cuyos objetivos editoriales son maximizar cualquier cosa que ocurra en un barrio, o una desavenencia familiar. Así muestran su impotencia cargada de odio.
Aborrecen ver a Cuba unida con sus peloteros, los de aquí y los que juegan allá; arremetieron contra ellos y sus familias en el V Clásico Mundial. Sí, fueron cubanos los que lo hicieron, presos por la maquinaria del poder que les paga.
Cuba es ejemplo en la emancipación de la mujer; con un programa como el del Adelanto de ellas, pero sigue luchando contra la violencia de cualquier tipo. A tan noble causa también se oponen.
Les molesta que hagamos el bien. Con la medida de que se vuelve a permitir el depósito de dólares en las tarjetas de MLC, pese a que las condiciones que lo interrumpieron se mantienen, se ensañan con absurdas teorías. Si hace bien al pueblo, inventan la contrapelusa de la caja de bola y arman cualquier despropósito para el descrédito. Lo intentaron con un modernísimo Código de las Familias, con las elecciones de la Asamblea Nacional del Poder Popular, y perdieron.
Cuba ganó en Girón y sigue invicta, pues su fuerza es la de ese pueblo, que sí, exige porque se resuelva el problema de la comida, el del transporte, el de la vivienda. Pero sabe que no hay un Gobierno ladrón, que no se enriquece a costa de sus penurias, pues lo ve junto al hombre, la mujer, el niño, el obrero, el científico o el intelectual; que está con los campesinos, con los discapacitados, con los más vulnerables. Sin parar de trabajar.
Este país no es un susto para nadie ni el socialismo es el ogro. Si fuera tan malo, por qué el imperio más poderoso que ha conocido la humanidad insiste en su ridículo bloqueo para hacerlo fallar. Si tiene duda, que levante el cerco. John, el patriota de Omaha, estaría de acuerdo, como muchos estadounidenses.



















COMENTAR
Responder comentario