
Pinar del Río.–Miguel Betancourt repasa cada mañana sus canteros y, con la dedicación de quien siente que cuida algo muy valioso, arranca las malas hierbas y «los bichos» que de vez en cuando amenazan los cultivos.
Cuenta que en ellos ha cosechado hortalizas para su familia y los amigos, y que, poco a poco, ha ido descubriendo los secretos de la tierra. Pudiera parecer una historia común en un territorio eminentemente agrícola. La diferencia está en que Miguel no tiene piernas.
De las circunstancias que lo dejaron así, prefiere obviar los detalles, pero sí recuerda que antes había sido constructor de profesión y que puso su grano de arena en obras como la Universidad de Ciencias Médicas de Pinar del Río y la Escuela de Arte.
«Yo he trabajado como operador de tractor, como albañil, como plomero, como electricista. Incluso, tengo un título de un curso que pasé de reparación de baterías», dice.
«Aquí, en esta zona, hay muchas casas levantadas por mí».
Pero hace dos años y cuatro meses, su vida cambió. Debido a una seria complicación de salud, llegó a ser el paciente más grave de la terapia intensiva del hospital provincial Abel Santamaría Cuadrado, y hasta pasó ocho días en coma.
«Los médicos dijeron que era un milagro que hubiera logrado salir de allí y que si pude recuperarme, fue gracias a una fortaleza física muy grande».
Como consecuencia de esta situación, los galenos no tuvieron más alternativa que amputarle las piernas.
Miguel confiesa que fue un momento muy duro, pero que ha logrado sacar fuerzas de donde no sabe para seguir adelante.
Con una voluntad impresionante ha trabajado arduamente desde entonces para transformar los alrededores de su casa, en la calle número 12 del consejo popular de Entronque de Herradura, en el municipio pinareño de Consolación del Sur, en un llamativo huerto donde cultiva cebolla, ajo, col, lechuga, tomate, ajonjolí, boniato, calabaza, maíz…
«Me dije que tenía que hacer algo y decidí crear esto. Yo siempre fui muy activo. No puedo estar tranquilo en un lugar».
Del trabajo en el campo, apenas tenía experiencia. «Cuando la familia de uno es propietaria de una vega, siempre se aprende algo, pero nunca me dediqué a la agricultura», reconoce Miguel.
Sin embargo, no ha dudado en buscar asesoría con campesinos de la zona, para conocer acerca de las épocas de siembra y de los diferentes manejos que demanda cada cultivo.
«Cuando quiero hacer algo por primera vez, siempre pregunto. Pero en la cosecha siguiente ya sé cómo es».
En su afán de sentirse útil, comenzó conformando canteros en el jardín de su casa. Luego se siguió extendiendo por los pasillos laterales y el patio.
«Nunca he vendido nada de lo que produzco aquí. Todo lo que obtengo lo reparto entre la familia y los amigos», comenta este pinareño, quien a pesar de su discapacidad, sube y baja escaleras, limpia la tierra, prepara canteros, escalda, aporca, recolecta.
«Mientras pueda moverme, va a ser así. Me siento fuerte, como si tuviera 20 años. Tengo el problema de los pies, pero nada más».
A sus 64 años, sueña con volver a caminar nuevamente, con un par de prótesis, y asegura que a pesar de su edad, no le ha pasado por la mente dejar de trabajar.
«Cada vez que usted venga por acá, me va a encontrar haciendo algo y luchando por la vida».
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magda campos dijo:
1
9 de abril de 2023
11:40:51
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