ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Foto: Archivo de Granma

La elocuencia de la imagen crece con el tiempo. Es una foto captada en el Vivac de Santiago de Cuba. En primer plano, un joven de elevada estatura a quien la reciedumbre moral le asiste para enfrentar la difícil coyuntura: el revés inesperado del movimiento que encabeza. Ha sido conducido hasta allí en calidad de prisionero por haber organizado y llevado a cabo unos días antes el asalto al cuartel Moncada. Un oficial con sentido del honor, Pedro Sarría, tras capturarlo en las inmediaciones de la urbe oriental, evita que lo asesinen, como sucedió con la mayoría de los compañeros detenidos tras su participación en la acción armada.

Foto: Archivo de Granma

Detrás del joven líder, Fidel Castro, en la pared del recinto se divisa un cuadro con el retrato de José Martí.  Fidel y Martí, vínculo fecundante e infinito. Uno, el más universal de los cubanos, cúspide del pensamiento independentista del siglo XIX, impulsor de la guerra necesaria por la emancipación de la patria; el otro, a conciencia de que la República de entonces se hallaba incompleta y se habían traicionado los postulados martianos, no solo por el artero golpe del 10 de marzo de 1952, sino por la sucesión de desgobiernos entreguistas a lo largo de medio siglo, decidió emprender una revolución que transformara la vida nacional bajo los principios de la absoluta soberanía, la justicia social y la dignidad de todos los cubanos y las cubanas.

De modo que adjudicar a Martí la autoría intelectual del 26 de Julio fue un acto lúcido y consecuente. Si a medida que avanzó la Revolución, con la toma del poder tras otra guerra necesaria, y se hacían realidad los sueños postergados de los más humildes ciudadanos de la patria, las bases teóricas de la vanguardia asumieron e irradiaron las ideas de Marx, Engels y Lenin como fundamentos de la transformación económica y el cambio social, el legado martiano se hizo más presente y necesario que nunca como brújula orientadora de la ética y la afirmación identitaria. El Manifiesto del Moncada fue explícito al subrayar: «La Revolución declara su amor y su confianza en la virtud, el honor y el decoro del hombre».

Martí saltó del mármol a la vida en los programas educativos, en la democratización de los procesos culturales, en la formación de valores cívicos. En aquellos espacios donde ha faltado Martí, donde no se le ha tenido en cuenta, la ética falla y los valores se ausentan. Cuando observamos que se desatan el egoísmo, el individualismo, y las miserias humanas, notamos que Martí no está. Ante la indolencia, el descompromiso y el conformismo, nada mejor que el estímulo martiano para vencer la inercia. Nada que ver Martí, por supuesto, con aquellos que añoran el tutelaje de Washington, que apelan al odio y apuestan por la fractura social, que intentan infructuosamente fragmentar, manipular y descontextualizar a Martí para inutilizar su simiente.

El  Moncada tuvo lugar justo en el año del Centenario del nacimiento de Martí. El 28 de enero del inminente 2023 conmemoraremos el aniversario 170 de la llegada al mundo del Maestro y las siete décadas de las acciones del 26 de Julio en Santiago y Bayamo, y de la proclamación del programa moncadista en ese formidable y anticipador alegato que conocemos como La Historia me absolverá.

No se trata de poner de moda a Martí sino de sentirlo entrañable, imprescindible. De interiorizar, como lo explicó Cintio Vitier en su ensayo Ese sol del mundo moral, como piedra sillar de la nueva eticidad social como eje de la Revolución, «una eticidad concreta y práctica fundada en los valores del trabajo y los principios del antimperialismo, el anticolonialismo, el antirracismo y la solidaridad comunitaria e internacionalista, contenidos todos en el ideario martiano». En la que «el bien es el bien común, comunitario; hacer el bien es hacer lo que es bueno para la comunidad, no abstracta sino viviente, formada por individuos que se realizan en cuanto contribuyen desinteresadamente a la realización de los otros».

Se trata de colocar en primerísimo plano la actualidad de estas palabras pronunciadas por Fidel en 1990 acerca de la permanente vigencia de José Martí: «Hoy más que nunca necesitamos de sus pensamientos, más que nunca necesitamos de sus ideas, más que nunca necesitamos de sus virtudes».

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