Cuba es pueblo de héroes porque los honra

Cuentan que no creció la hierba más, allí, donde pisó el caballo con el Titán a cuestas, en el campo de batalla. Que es posible aún, y por los siglos, seguir su ruta así, paso a paso; porque en el aire permanece el tajo de su machete en picada, y se siente el rebote de las balas en el bronce del pecho, y se oye el trueno de la palabra recia y justa cayendo sobre el traidor, el que se rinde, el que intriga y el que ofende, también sobre el que ofende, porque tan de plomo era su brazo como de pétalos de flor lo sensible del alma.

Maceo sobrevive al tiempo porque su huella no está en el qué, sino en el cómo, en lo que su nombre –amasijo de todas las virtudes– significa, por el modo en que tejió su historia al servicio del bien, el más grande, el de su Patria.

Allí donde Maceo dejó la hierba inerte, el aire rajado, la bala contra el pecho y el peso de lo justo, Cuba parió después a los cubanos mejores, como esos miles que, ya en la Revolución definitiva, se fueron a África, a devolver la libertad que vino una vez de allá, siglos antes, en la condición natural de sus ancestros secuestrados.

De la guerra que la Isla ayudó a librar en Angola, Namibia, Etiopía… 2 289 combatientes volvieron sobre el escudo, al llanto de los brazos que los amaron, y los aman todavía, porque, dijo Martí: «son los héroes patrimonio de todas las edades».

Hace ya 33 años hubo un Tributo que se quedó en mayúsculas para marcar cada 7 de diciembre, fecha de la sobrevida de Maceo y de esos otros, más de 2 000 ti­tanes.

Por las tormentas que enfrenta, y porque el resistir parece el sino del país, dicen que Cuba es pueblo de héroes.

La Isla solo ha sido fiel, honra su historia; pero lo que otros aprecian, antes lo advirtió el Apóstol: «La capacidad para ser héroe se mide por el respeto que se tributa a los que lo han sido».