
Ante el imperialismo que impone un orden internacional injusto e insostenible, que empeora las condiciones de la clase obrera y de los pueblos, se acrecientan los retos de aquellos movimientos que abogan por un nuevo orden mundial.
Son la abolición de la explotación del hombre por el hombre, las relaciones de beneficio mutuo entre Estados y pueblos, el desarrollo sostenible y la solidaridad, en fin, la paz, los bastiones de un mundo que no solo es posible que sea mejor, como dijera el Comandante en Jefe de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz, sino que también es imprescindible para salvar a la humanidad.
En ese empeño fue alentador el XXII Encuentro Internacional de Partidos Comunistas y Obreros, que concluyó este fin de semana en Cuba, con la participación de 78 partidos de 60 países. Al cabo de sus debates concretaron una Declaración Final y un Plan de Acción, un nivel de concordancia que no fue posible en encuentros previos.
Las organizaciones presentes ratificaron la condena al bloqueo que mantiene Estados Unidos contra Cuba, y denunciaron la aplicación oportunista de medidas coercitivas. Condenaron los intentos de desestabilizar la situación interna de la Mayor de las Antillas y su injusta inclusión en la espuria y unilateral lista de países supuestamente patrocinadores del terrorismo.
No se convocó para elogiar un sistema, como expresara el Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de la República de Cuba, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, en las palabras de clausura, sino para el análisis y la concertación de esfuerzos.
Para convertir esos esfuerzos en realidad, destacó el Presidente cubano, es necesario priorizar los objetivos estratégicos que compartimos, a la vez que se reconoce la fortaleza que entraña la diversidad en la unidad, en aras apreciar las experiencias y logros indiscutibles alcanzados, gracias a la lucha infatigable y a la construcción colectiva.
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