
«Esperemos que no pase nada, pero nosotros seguiremos aquí hasta que ya no haya peligro», dice Carlos Roig Moncada, enfermero intensivista del Hospital Militar Central Dr. Luis Díaz Soto (Hospital Naval), de La Habana, quien ha venido a prestar servicios en Puerto Esperanza, Pinar del Río, sitio por donde el huracán Ian salió del territorio nacional.
Muchas manos laboran en la recuperación de ese consejo popular, perteneciente al municipio de Viñales. Motosierras, machetes, herramientas de trabajo que pueden ocasionar accidentes, son utilizadas allí, por lo que, aunque se tomen todas las medidas de prevención, siempre existen riesgos. «Es ahí donde está nuestra principal tarea».
Para garantizar los servicios médicos elementales, Carlos Roig y el cirujano Rubén Vicente Hernández –también del Hospital Naval–, llegaron a este poblado con medicamentos y equipos básicos que les permitieron habilitar un puesto médico para ofrecer los primeros auxilios. Además, cuentan con el policlínico Nazareno González, en el cual pueden abastecerse de otros insumos.
Tras el paso de un huracán, entre las principales afectaciones siempre está la contaminación del agua, de ahí que estos dos especialistas se encarguen, también, de garantizar la higiene epidemiológica y clorar el líquido vital para garantizar la salud de los habitantes de la comunidad, así como de los trabajadores que han ido a apoyar, incluyendo la de ellos mismos, pues «en caso de tener enfermos en masa, debido a la contaminación del agua, seríamos dos frente a más de 200 personas. Y eso retrasaría la fase recuperativa».
Carlos Roig Moncada tiene sobrada experiencia en situaciones excepcionales. Está «curado de espanto», como decimos los cubanos, y tiene, sobre todo, la voluntad de ayudar, de salvar vidas. Recientemente atendió, en el Hospital Naval, a los lesionados en el siniestro en la Base de Supertanqueros de Matanzas. Hoy, después de ver el desastre dejado por Ian en suelo pinareño, no tiene reparos: desanda Puerto Esperanza y vela por su gente como un padre por sus hijos.
Junto a él camina Rubén Vicente Hernández. Mira detalladamente a quienes talan los árboles, trabajan en los barcos, devuelven techos a su sitio. Se ha enfrentado a la COVID-19 en la Zona Roja. El peligro es su combustible. Ni por asomo quisieran tener que ejercer su especialidad en ese pueblecito, pero allí están, listos para poner sus manos al servicio de los pinareños.



















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Oscar alvarez dijo:
1
6 de octubre de 2022
07:47:13
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