Viñales, Pinar del Río.-Conmovido con tanta destrucción, Yusimil Castañeda cuenta que de camino al Valle de Viñales decidió detener la guagua junto a sus compañeros, y regalarles la merienda y el aseo que traían para su estancia en Pinar del Río, a unas personas que se quedaron sin hogar.
No puede decir exactamente dónde fue, solo que las casas estaban en el suelo y aquella gente recogía sus colchones para ponerlos al sol.
Yusimil es carpintero en el hotel Sol Palmeras, en Varadero, y ha llegado desde Matanzas para apoyar en la recuperación.
Junto a él, alrededor de 40 hombres procedentes de la Atenas de Cuba ayudan en cuanto hace falta en el hotel Los Jazmines, el más golpeado del valle por la furia del huracán Ian.
Ubicado a las puertas de Viñales, justo desde donde el pintor Domingo Ramos registrara en sus lienzos aquel paisaje majestuoso que quedaría para la eternidad, Los Jazmines sufrió daños en el mirador, la cubierta de ocho de sus seis cabañas, puertas, ventanas, vitrales y hasta una socavación en el bloque habitacional... Pero lo más impactante es la imagen del edificio principal, que se quedó sin techo ante el embate de un viento descomunal.
Jorge Luis Carrera, director de Inversiones de Cubanacán, cuenta que por momentos daba la sensación de que la construcción se movía.
Dentro de una oficina de tres metros por dos, se refugió en el momento de mayor peligro, junto a otras diez personas que permanecían al cuidado de la instalación.
«Estábamos apretados, pero era el lugar más seguro», dice.
Desde este emblemático centro, que en mayo de 1960 se convirtiera en el primer hotel inaugurado por la Revolución, Viñales sigue teniendo la apariencia de una manada de elefantes dormidos, como el poeta Federico García Lorca lo describiera una vez.
Pero el paisaje no es el mismo que en 1939 deslumbrara a Nueva York a través del pincel de Domingo Ramos, y despertara los recelos de una crítica negada a creer que existiera un sitio así.
La fuerza colosal con que Ian azotó la región ha dejado profundas secuelas en la vegetación, y en viviendas, escuelas, comercios y el resto de una infraestructura que no será nada fácil volver a levantar.
«Imagínese que ese bicho empezó a soplar a eso de las tres y media de la madrugada, y a las seis de la tarde todavía había rachas de 60 kilómetros acá», recuerda Arsenio Arteaga, quien a sus 73 años jamás había presenciado un desastre como ese.
«El Gustav también nos había golpeado en 2008, pero pasó en un rato. Este estuvo mucho más tiempo, por eso fue que acabó».
Caridad Cruz, otra viñalera que se quedó sin techo, cuenta que parecía que el ciclón se les hubiera estacionado encima, y que «era como una batidora, moliendo todo lo que encontró».

LAS CIFRAS DEL DESASTRE
Según datos del Consejo de Defensa Municipal (CDM), en Viñales se reportan hasta el momento más de 3 400 viviendas afectadas, lo que representa un 30 % de su fondo habitacional.
Pero es apenas una cifra preliminar que debe seguir creciendo en los próximos días. «Pensamos que, en total, puede llegar a unas 5 000», asegura Yosniel Hernández, presidente del CDM.
De los 37 centros educacionales del territorio, 34 sufrieron daños, por lo que ha habido que valorar alternativas de todo tipo para la continuación del curso escolar.
Los postes en el suelo, a lo largo de la carretera, indican que la electricidad, uno de los servicios más urgentes, demorará en llegar. También harán falta tiempo y recursos para volver a levantar las 556 casas de tabaco que se derrumbaron, y rehabilitar las instalaciones de todo tipo que perdieron los techos, desde el almacén de víveres del territorio o el taller de servicios, hasta la base de transporte local.
Ante la certeza de que hay soluciones que van a tardar, se crean las mejores condiciones posibles en la secundaria Crecencio Rivera, de la comunidad El Moncada, convertida en centro de evacuación. Además, en unidades de la gastronomía o del turismo, se elaboran diariamente más de 4 000 raciones de comida para la población.
En medio de la calamidad, no faltan los ejemplos de solidaridad y humanismo. Es el caso, por ejemplo, de Yaneisy Noda, quien tiene una planta eléctrica propia en su casa, que ha puesto al servicio de los vecinos para que puedan recargar sus lámparas, ventiladores y celulares.
«Todos estamos pasando un momento muy difícil y tenemos que ayudarnos –dice–. Ese sentimiento de compartir lo que se tiene de los cubanos, no lo podemos perder».

¿PATRIMONIO EN PELIGRO?
En medio de un enjambre de hombres enfrascados en desmontar las estructuras dañadas, recopilar cuanto pueda aprovecharse y cuantificar las afectaciones con exactitud, Jorge Luis Carrera explica que los otros dos hoteles del valle también sufrieron daños, aunque en menor escala.
Por ello, una brigada de jardineros del sector del turismo de la Ciénaga de Zapata trabaja en el Rancho San Vicente, cortando ramas y troncos de los árboles caídos, para restablecer luego la vegetación.
En tanto, en La Ermita, una brigada de Santiago de Cuba también contribuye a borrar las huellas del meteoro.
Las labores más complejas, sin duda, están en Los Jazmines, donde solo para reponer las cubiertas se demandan entre 150 y 200 metros cúbicos de madera.
Aun cuando no hay una fecha tentativa de cuánto pudiera tardar la reconstrucción, el director de Inversiones de Cubanacán asegura que Viñales es un lugar obligado para el turismo internacional, que recibe anualmente cientos de miles de visitantes, de ahí la premura con que se trabaja para su recuperación.
En el resto del municipio, junto a las fuerzas de las empresas del territorio, más de 200 efectivos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias contribuyen con las acciones para la higienización y la desobstrucción de las vías.
También se ha recibido el apoyo de brigadas de Etecsa y de Recursos Hidráulicos, y una de linieros avanza desde Pinar del Río levantando los tendidos que conducen la electricidad.
En medio de la urgencia de buscar solución a quienes han quedado sin techo, reactivar la economía y restablecer los servicios, el territorio –reconocido en 1999 por la Unesco como Paisaje Cultural de la Humanidad– no solo enfrenta los destrozos sino también la escasez de materiales tradicionales como la teja de barro o el guano, que durante mucho tiempo han distinguido su arquitectura, y figuran entre los elementos tenidos en cuenta para su declaratoria como Patrimonio Mundial.
La máster en Ciencias Nidia Cabrera, directora de la Oficina del Conservador de Viñales, reconoce que «en momentos de emergencia hay que dar soluciones emergentes, y que la Unesco lo entiende», pero esto es algo que luego se debe corregir.
Sin embargo, advierte que la experiencia en el territorio, tras el paso del huracán Gustav en 2008, fue que esas soluciones de emergencia (como las cubiertas de fibra o de zinc), nunca se modificaron.
Se trata de algo que pudiera llegar a poner en peligro la condición de Paisaje Cultural del valle, afirma la especialista. «Los sitios se declaran Patrimonio Mundial porque tienen un valor excepcional universal, y si este se pierde, pueden perder la categoría».
No obstante, completamente apagado, con serios problemas para el abasto de agua y miles de damnificados, el territorio enfrenta de momento cuestiones más apremiantes, que obligan a concentrar los esfuerzos en la supervivencia y en lograr que la vida pueda volver lo más pronto posible a la normalidad.
Una normalidad entre comillas, sobre un paisaje deshecho, que dependerá de todos para recuperar su esplendor y volver a parecerse a aquellos cuadros que enamoraron al mundo, de un sitio que al principio se pensó que era el fruto de la fantasía del pintor.
COMENTAR
Responder comentario