«¡Esto no está fácil!», nos dice una pinareña que camina por la carretera a La Coloma, y mira a los linieros telefónicos que –aunque no es su trabajo– levantan los postes de electricidad que obstruyen el paso de los vehículos y mantienen incomunicados a los pobladores de esa zona rural del municipio cabecera.
Desde La Habana llegaron y no se han detenido. Solo recesan en la noche. La situación de la electricidad es la que más le preocupa a Pinar del Río, pues con solo asomarse a las ventanas pueden palpar la magnitud del desastre.
La provincia se encuentra afectada al 100 %, solo cuentan con servicio por grupos electrógenos para atender las principales necesidades. Contingentes de Cienfuegos, Villa Clara y Sancti Spíritus trabajan también en la recuperación.
Los primeros pasos se han encaminado hacia la revisión y diagnóstico de daños en los circuitos de transmisión, subtransmisión y distribución, que son los que suministran la corriente eléctrica a los transformadores de cada comunidad.
Bajo el sol de verano no es agradable la faena, pero la brigada no se detiene. Pertenece a una agrupación de soterrados que se especializa en apoyar en casos de desastre. Están acostumbrados a ver daños de grandes dimensiones, no obstante, «a una situación tan fea así no nos hemos enfrentado nunca», explica Hansel Pons Fernández, liniero telefónico.
Apenas 24 horas después de que el ciclón pasara por Pinar del Río, llegaron a la provincia estos hombres cuya estatura no puede medirse ni comparándola con las palmas que crecen en esta tierra occidental. No se están quietos. Son pocos, pero avanzan en sus quehaceres como si fuesen una legión.
Doblegado tras el paso de Ian, el tendido eléctrico de Vueltabajo se encuentra en el suelo casi en su totalidad. No será una tarea fácil. «Es cosa de meses, quizá».
«¿Y están dispuestos a permanecer aquí todo ese tiempo?». Hacen un alto para dar marcha atrás al carro, y aproximarse al poste que pondrán derecho. «El que haga falta».
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