Allí donde una madre y su hijo tenían su casa, su refugio del mundo, ha quedado muy poco indemne. Detrás de ese poco que se dice rápido, hay mucho, el techo que guarece, y lo material que hace la vida llevadera, que permite alimentarse, vestirse, recrearse.
Junto a ello, la madre y el niño han perdido además algo muy valioso: el sosiego. El huracán Ian les arrancó de cuajo la tranquilidad. Ahora esperan, como tantos pinareños, que lleguen a levantarles otra vez el hogar; sus esperanzas están en los esfuerzos de un país que parece abocado a superar sucesivas adversidades, sin perder la dignidad nacional ni arriar sus banderas.
En medio del mundo que apenas se recupera de una pandemia agresiva, la consecuente crisis económica, la situación complejísima del Sistema Eléctrico Nacional, y desastres recientes como el del incendio en la Base de Supertanqueros, la naturaleza vuelve a herir a la Isla, y en medio de ese tejido muy difícil, y como causa de varios de sus nudos, permanece sin inmutarse el bloqueo de un país muy rico, que insiste en rendir por desesperación a un vecino pequeño, pero cuya resistencia y ejemplos le espantan, al parecer hasta la inhumanidad.
Es lógica la preocupación y el descontento de quienes, incluso alejados de las zonas donde Ian atacó con más fuerza, han sufrido y sufren todavía la carencia de electricidad, de agua corriente, la imposibilidad de conservar los alimentos.
La situación es tensa para todos, para esa madre e hijo sin techo, para los que no saben con qué cocinar, para los que llevan días sin dormir bien, para los encargados de arrancar una unidad de central termoeléctrica que a veces se resiste a dar más de sí, para los que deben decidir, manejar recursos, ponerle rostro a la crisis y explicarla... Nadie que lleve con vergüenza su condición de cubano se alegra con el dolor ni deja de hacer lo posible por superarlo.
En medio de jornadas aciagas, hay que aferrarse a lo que nos hace únicos como gente de este suelo: los que han puesto su casa como punto de carga de teléfonos móviles, los que dan de su agua almacenada a los vecinos, la que cocina para la familia de su cuadra que no tiene gas, los que luego de protestar ponen hombro con hombro junto al presidente de un Consejo de Defensa Municipal para vaciar la calle de árboles y escombros.
Se trata de obrar cuanto esté en las manos propias y entender el orden y la tranquilidad ciudadana como pilares para que la solución sea más pronta.
Cuesta siempre hablar de épicas y de fuerzas cuando los días se le hacen arduos a cualquier compatriota, aunque sea uno solo; pero es cierto que la unidad y la hidalguía que nos han definido en días convulsos son inconmensurables. En preservar esos valores está todo el reto de estas horas, y la clave para superarlas.

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Razon dijo:
1
1 de octubre de 2022
10:21:20
Beatriz Adriana Barrera dijo:
2
1 de octubre de 2022
11:28:56
Eddy dijo:
3
1 de octubre de 2022
14:04:23
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