ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Foto: Tomada de Cubarte

Bayamo, Granma.–Hay un emblemático local en esta ciudad que no necesita más referentes para ubicarlo que su épica historia y su legendario letrero de Se vende, escrito con pintura negra en una de las paredes de su fachada.

Es el otrora Hospedaje Gran Casino, sitio que secundó la acción del asalto al cuartel Carlos Manuel de Céspedes, tras haberse albergado allí a los 25 jóvenes revolucionarios que «sacudieron» el amanecer del 26 de julio de 1953, en la urbe bayamesa.

Hoy, a 40 años de declararse esa instalación como sala-museo Los Asaltantes, anexa al complejo museográfico Parque-Museo Ñico López, todavía existen enigmas y detalles poco conocidos sobre lo acontecido allí, durante las breves, pero intensas horas, que precedieron a la epopeya.

Muy lejos estaba de imaginar el bayamés Juan Manuel Martínez que su Hospedaje Gran Casino dejaría de ser un común local en venta, para convertirse en un sitio histórico de la ciudad.

Aquel lugar, destinado a un negocio, no le daba a Martínez los resultados esperados y decidió venderlo, por lo cual su hijo de crianza pintó en la fachada el letrero de Se vende.

Así se mantuvo por largo tiempo, sin que generara mucho interés en la ciudad, hasta que en 1953 al joven santiaguero Renato Guitart Rosell le llamara la atención el letrero, luego de haber sido designado para recorrer la urbe en la búsqueda de un local que sirviera de hospedaje a los futuros participantes en la acción de Bayamo.

Según explica a Granma Yordania Vega Miranda, especialista de la sala-museo Los Asaltantes, el joven Renato, mediante un corredor, contactó con el propietario. «El local era estratégico porque se encontraba a solo dos cuadras del cuartel previsto para atacar por los revolucionarios».

La propuesta hecha entonces por Guitart –señala– consistía en alquilar el hospedaje para establecer allí un supuesto negocio de crianza de pollos. Esa sería la fachada de la acción; y aunque al propietario no le interesaba mucho esa oferta, finalmente accedió a alquilar el local por poco más de 160 pesos.

Realizada la negociación, el Gran Casino quedó listo para recibir a los jóvenes revolucionarios. Compuesto por siete cuartos, el inmueble acogió al grueso de los asaltantes en horas de la noche del 25 de julio. Dentro todo se mantenía semiluminado y la habitación donde se guardaban las armas y uniformes permanecía cerrada con llave.

Esa noche hubo un momento especial: la llegada de Fidel al Gran Casino. La museóloga apunta que el líder del movimiento revolucionario estacionó su automóvil frente a la cafetería La Cubana y se dirigió a pie hasta el hospedaje, para no levantar sospechas.

«Como es conocido, al llegar Fidel dio instrucciones, sincronizó su reloj con el jefe de la acción en Bayamo, Raúl Martínez Arará, y prosiguió su viaje hacia Santiago de Cuba. Fue un encuentro breve, y no se ha podido precisar con certeza todos los que estuvieron allí, aunque se sabe que fueron pocos».

Como represalia del Ejército batistiano tras la acción del 26 de Julio, el hospedaje fue ocupado militarmente por dos meses, tiempo en el que su propietario fue apresado hasta que logró demostrar su desconocimiento en torno al suceso. Sin embargo, poco o casi nada pudieron encontrar allí los oficiales. El valeroso bayamés Juan Olazábal, junto a otro lugareño, logró sustraer a tiempo una maleta con objetos y varios documentos, entre los que se incluía la relación de los asaltantes y sus direcciones, por si alguno perecía en el combate.

Antes de enero de 1959, Juan Manuel Martínez logró vender el hospedaje a la compañía mobiliaria Vivian s.a., y después pasó a manos de la Fergunson, la cual fue nacionalizada tras el triunfo revolucionario. En lo adelante, el local se usó como una tintorería llamada Modelo, luego se cedió a la Unión de Jóvenes Comunistas en la provincia de Granma, y más tarde se entregó al Poder Popular para su reconstrucción. Esa tarea duró unos cuatro años, y el 25 de julio de 1982 se inauguró como la sala-museo Los Asaltantes.

Declarada Monumento Nacional el 10 de julio de 2004, la institución es un sitio de obligada visita para quienes deseen conocer los pormenores de la alborada de la Santa Ana, en Bayamo.

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