Del espíritu de lucha, y de la decisión de vencer o morir del naciente Ejército Rebelde, no quedaron dudas luego de la victoria del combate de El Uvero, el 28 de mayo de 1957. El disparo inicial del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, en aquel enfrentamiento, truena aún en la memoria de la Sierra Maestra.
A menos de seis meses del desembarco del Granma y del revés de sus expedicionarios en Alegría de Pío, la derrota de la guarnición del régimen de Batista corroboró el insuperable arrojo de los integrantes de la guerrilla.
Basta recordar, del temerario avance de la tropa rebelde, la valoración del propio Comandante en Jefe: «Todo lo que se diga sobre la valentía con que lucharon, no acertaría a describir el heroísmo de nuestros combatientes», y añádase que entre ellos ofrendaron sus vidas Julio Díaz, Emiliano Díaz, Gustavo Adolfo Moll, Francisco Soto, Anselmo Vega, Eligio Mendoza y Rigoberto Silleros.
Además, resultaron heridos ocho rebeldes, incluyendo al entonces capitán Juan Almeida Bosque, de quien Fidel diría que dirigió un avance casi suicida con su pelotón, y a quien Raúl Castro calificaría como el alma del combate.
«Sin tanto derroche de valor –resumió Fidel sobre la acción– no hubiese sido posible la victoria». Raúl afirmó que El Uvero «nos dio categoría de tropa experimentada», y el Che lo definió como el momento en que la guerrilla ganó su mayoría de edad, y en el que se incrementó la moral, así como la decisión y esperanzas de triunfo de los rebeldes.
La profética frase de Fidel, en Cinco Palmas: «¡Ahora sí ganamos la guerra!», comenzaba a ser realidad en este sitio del montañoso municipio santiaguero de Guamá, donde hoy se rendirá tributo a los caídos por una Cuba libre, y en el cual, 65 años después, sigue fecunda, entre el mar y la Sierra, la obra íntegra de la Revolución.
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