Hace unos días con motivo de la 30 edición de la FILH de La Habana dedicada este año a México, tuve la oportunidad de caminar por las calles del soberbio centro histórico de la capital cubana. Entre la calidez y la alegría de nuestros anfitriones atesoré con un orgullo que sentí propio la memoria histórica de una de las más bellas ciudades de nuestra América, vi las columnas de Carpentier, la obra inmensa de Eusebio Leal y abracé la Ceiba del Templete, donde pedí como deseo volver pronto a La Habana.
Andando por esas calles, llegué con mis amigos cubanos y mexicanos al Capitolio Nacional de Cuba, magníficamente restaurado en fechas recientes y elegimos para comer un popular restaurante ubicado enfrente, justo a un lado del Hotel Saratoga. En el restaurante saludamos a un joven habanero que a pesar de su corta edad trabaja con esmero atendiendo a los comensales con una sonrisa franca.
Alrededor del mediodía del viernes 6 de mayo, las redes sociales y portales de noticias nos sacudieron con la noticia aun en curso, de la tragedia del emblemático Hotel Saratoga, en un primer instante las especulaciones fueron inevitables, como suele suceder en estas situaciones y en un mundo convulso como en el que nos ha tocado vivir.
Pronto con alivio recibí noticias de mis amigos habaneros, confirmando que se encontraban bien y que el desastre fue originado por un accidente con un camión que abastecía de gas al Saratoga. Las imágenes dolieron, así como también saber de las victimas mortales, de los heridos, y de los daños materiales en el centro de una ciudad que es patrimonio de la humanidad, en particular sentí una pena enorme también al reflexionar que la ciudad que camine hace unos días en estos momentos ya no luce igual.
Sin embargo, de la visión de los escombros del Saratoga y la gruesa columna de humo que fue visible a la distancia, se desprendieron sentimientos encontrados de duelo y orgullo. No es novedad que los cubanos saben crecerse ante la adversidad, su historia gloriosa pasada y reciente da cuenta de ello en innumerables sucesos y La Habana, su orgullosa capital no es la excepción, es por ello que nunca será una exageración o un exceso llamarla Habana heroica.
Con el lamentable suceso del Saratoga, me vino a la mente un acontecimiento que guardando las proporciones se asemeja al carácter que los habaneros mostraron el 6 de mayo de 2022. Me refiero al terrible incendio acontecido el 17 de mayo de 1890 en la Ferretería Isasi en La Habana Vieja, el cual tuvo proporciones catastróficas y en el cual perdieron la vida 38 personas, de ellas 25 fueron bomberos. La abnegación y sacrificio de los bomberos de La Habana se ha perpetuado en el soberbio “Mausoleo de los Bomberos” también conocido como “Victimas de la Caridad” y que fue inaugurado en 1897, es sin duda uno de los monumentos más bellos y notables del histórico Cementerio Colón.
En el Saratoga al igual que en la Ferretería Isasi, los habaneros cumplieron con su deber, de igual forma concurrieron de inmediato desde el Presidente de la República hasta el joven que días atrás conocimos en el restaurante contiguo al hotel colapsado y que se ofreció como voluntario para trasladar a los niños de un circulo infantil aledaño y reubicarlos con seguridad en el Capitolio.
El Saratoga es aún una herida abierta y sin duda pasará a formar parte de las adversidades que ha superado el pueblo cubano, ahora queda que propios y extraños breguemos por divulgar y promover la riqueza cultural y turística de Cuba, tan importante no solo como un motivo de orgullo para su gente sino como un motor fundamental de su economía.
*El autor de este texto es un intelectual mexicano.
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Carmen Saavedra Ramirez dijo:
1
7 de mayo de 2022
18:07:02
Aramis Ulloa dijo:
2
7 de mayo de 2022
23:23:46
Liyoan Escalona Pérez dijo:
3
9 de mayo de 2022
07:59:58
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