ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
El pueblo cubano colmó las plazas de toda Cuba. Foto: Juvenal Balán

Lezama decía que Martí era ese misterio que nos acompañaba. Ayer un joven amigo hablaba del misterio del pueblo y tenía razón, el pueblo es también un misterio.

«Misterio», en el decir de Lezama, tenía connotación cristiana y lo usaba en esa dimensión en que los creyentes en Jesús lo invocan o invocan a lo que la biblia dice. Muchos han señalado las inescapables raíces cristianas de toda filosofía occidental, incluyendo al marxismo. Esa herencia se nos cuela, incluso, cuando la sometemos a despiadadas, pero necesarias críticas históricas.

Socialmente hablando, Jesús, como herencia, nos acompaña a todos los del mundo cristianizado y lo resemantizamos constantemente para reinventarlo o bien a la medida de los contextos que habitamos, o bien para proyectar otros contextos deseados.

Martí, para los cubanos, carga el mismo misterio de su inagotabilidad. En el caso del Apóstol patrio, la diferencia es que, siendo un personaje comprobadamente histórico, de él recogimos una obra propia tremenda que testimonia su enseñanza, más allá de los mitos. Por eso, aún cuando resemantizarlo es el ejercicio intelectual favorito de cada cubano, su palabra está ahí, escrita, para cuando la fantasía creadora, o la perversión que usurpa, se aleja demasiado del referente, su verbo, como cuerda invisible, se hace notar tozudamente.

Para los que nos debemos a su magisterio, esa cuerda es dulce hilo de Ariadna presto a liberarnos de nuestros propios laberintos. Para los que lo invocan como recurso pérfido de negar su magisterio, el hilo deja ser, para tornarse cuerda anudada que flagela las carnes de los traidores. Como se va de uno al otro es misterio que se cierra sobre uno mismo, pues depende de uno la naturaleza de ese hilo.

El pueblo, como concepto, se presta para la demagogia vil hasta que, aterrizado por Fidel, adquirió sentido de clases. Al decir, el pueblo, «si de lucha se trata», lo ungió del mismo misterio que combate, pero esta vez, le trajo a la fórmula la inédita capacidad colectiva de transformador social por un mundo inalcanzado. Mundo al que se aspira, desde que lo invocó como meta el primer crucificado, y lo trajo a lo cubano, el diseñador de la república ideal. Fidel condensó en el pueblo el misterio que siempre nos ha acompañado y que ayer mencionó mi joven amigo.

Por eso es importante entender que, al referirnos al pueblo, siempre es «si de lucha se trata». Y ese pueblo es el que este 1ro. de Mayo desfiló por las plazas de Cuba, porque ahí, en ese momento, todo era lucha y llegado el momento de los hornos encendidos, dejó a un lado las sombras y se hizo luz.

A ese misterio hecho pueblo, como culto racional, se le niega cada vez que se deja de hacer lo necesario, cada vez que se es injusto o se deja hacer la injusticia, cada vez que escamoteamos detrás de su nombre nuestros propios pecados pretendiéndolos virtud por razón de hacerlo. El pueblo es ara no pedestal. Es la hora de los mameyes y estos nos piden que asumamos el momento como el ahora o nunca que es.

Dejemos de errar en lo tangible y en lo intangible, en lo que nos reproduce como ser social y como conciencia social. No se ganan batallas con mediocridades, con medias tintas, con pretensión de hacer del susurro ideología. Menos aún se gana con majaderías. Somos un pueblo en un Partido, y somos un Partido para un pueblo. Miguel Díaz-Canel es nuestro Primer Secretario y es nuestro Presidente, detrás de él, el cuadro unido. La batalla por la Revolución llega a ese estadio en que pasado Peralejo debemos llegar a Girón. Se lo debemos a Fidel y a Raúl, que es decir que se lo debemos al pueblo.

Del pueblo somos, pero no somos el pueblo. Al intentar serlo, reventamos, porque en un solo individuo no cabe todo su universo: heterogéneo, diverso, contradictorio, complejo. Y a pesar de saber del estallido, los hijos que en ese misterio nos miramos y de él aprendemos, buscamos la explosión como ese instante en apariencia fugaz, donde al vivir, el sol nos ilumina el rostro.

El General de Ejército Raúl Castro Ruz, líder histórico de la Revolución, acompañado por Miguel Díaz-Canel Bermúdez, Primer Secretario del Partido y Presidente de la República, dialoga con asistentes al desfile del 1ro. de Mayo. Foto: Estudios Revolución
Los niños junto a sus padres no se perdieron el festín. Foto: José Manuel Correa
La belleza prolongada del desfile, de Cuba. Foto: Endrys Correa Vaillant
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