El deterioro de la producción y los rendimientos cañeros no es un mal exclusivo del central avileño Ciro Redondo. Matices más, matices menos, Raudel de la Torre Rodríguez, director de Caña de la Empresa Agroindustrial Azucarera Ciro Redondo; Yudiasqui Espinosa Era, jefe del Grupo de Caña, y Víctor Diéguez Ogando, director de Riego de la entidad, concuerdan en que a corto plazo no habrá mejoría en la producción cañera de la empresa».
A la falta de fertilizantes, herbicidas e insumos, se agregan los eventos meteorológicos y las chapucerías cotidianas en la siembra, la resiembra, y la mala atención cultural a las plantaciones, un fenómeno que no acaba de desaparecer.
«Cuando uno suma elementos –afirma Víctor Diéguez–, el área bajo riego no llega ni al 50 % de lo que debíamos tener para ponerle freno al deterioro de la producción cañera, que viene aparejado a los casi tres años de sequía, la tormenta subtropical Alberto, el ciclón Irma, la paralización del central durante dos años, la falta de nutrientes, el desfase de la época de corte, y la pérdida de las cepas». En un escenario ideal, con los recursos disponibles, en dos o tres años las plantaciones podrían exhibir otra cara.
Para que haya bagazo, primero tiene que haber caña. El Ciro Redondo, sin la ayuda del Enrique Varona, del Primero de Enero y del camagüeyano Brasil, no podrá solventar la capacidad de la bioelétrica colindante.
La nueva vecina es una troglodita que engulle, según el diseño original, 2 100 toneladas de bagazo en 24 horas en tiempo de zafra, y de 1 200 a 1 500 de marabú en el periodo de inactividad del ingenio; aunque ahora lo mezclan a razón de un 40 % del primero con un 60 % del segundo, porque la relación fibra-meollo que envía el central no es la adecuada.
«Llega muy heterogénea, con diferentes tamaños y no como pide el proyecto. En ello influyen las variedades de caña, el estado en que esté la materia prima cuando llega al central, si es vieja, si es nueva. Cualquier cambio genera un bagazo diferente», especificó Taboada Hernández.
No obstante, el pacto es que el Ciro Redondo entregue bagazo y agua condensada; y ella, que generará 60 megawatts –incluidos los cinco de insumo y los ocho del central–, le concederá electricidad y energía térmica (vapor) para que pueda seguir el proceso, malogrado por uno y otra en más de una ocasión.
Los problemas se remontan al comienzo, porque mientras el financiamiento para construir la bioeléctrica y modernizar el central ascendía a más de 300 millones de dólares en su conjunto, la parte agrícola quedaba casi huérfana en materia de inversiones.
«De las 14 000 hectáreas del plan inicial para abastecer a la bioeléctrica, andamos por las 5 000; se necesita, además, el paquete tecnológico y el país (debido a su situación financiera en un escenario de pandemia y bloqueo arreciado) no ha podido garantizarlo. Aun así, somos la empresa en Cuba que más áreas bajo riego tiene», reconoce Raudel de la Torre.
El central y la bioeléctrica necesitan 1 184 000 toneladas de caña para los 180 días de actividad de la planta, y realmente va a moler 671 000 toneladas, con el aporte de los tres ingenios antes mencionados.
Los cálculos, en papeles, revelan que la empresa tardaría cinco años en alcanzar las 800 000 toneladas, si la parte agrícola fuera sometida a un intenso proceso de recuperación.
Víctor Diéguez ejemplificó con otros datos: «Faltan 45 sistemas de riego por goteo, 15 máquinas de pivote central y 50 enrolladores. También es justo decir que no todos los productores cumplen con la actividad del riego como debieran hacerlo. Los tenemos buenos y malos. Las inversiones las dirigimos a los mejores, aunque los otros también se han beneficiado, y sobre ellos redoblamos el chequeo para que todos estén al mismo nivel».
Los desencuentros bioeléctrica-central azucarero han tocado a terceros. La UBPC Ilusión –una de las mejores del municipio en la producción cañera–, en las dos últimas zafras perdió 35 000 toneladas de caña, con una afectación económica de casi dos millones de pesos, porque retiraron el agua antes de la cosecha, como está establecido, pero no fueron cortadas. «Las cañas se secaron y las cepas murieron», ejemplifica Alfredo Oropeza Díaz, presidente de esa organización.
En el campo predominan las plantaciones debiluchas, enyerbadas, asfixiadas por bejucos y malezas que frenan su desarrollo. También las hay con otros rostros en las CPA Ignacio Agramonte, en un goteo de la CPA Triunfo de la Revolución, y en la base productiva Ilusión, donde incluso está vigente el récord en rendimiento cañero para Cuba y América Latina, con 276 toneladas de caña por hectárea en un sistema de goteo, hace varios años.
Yudiaski Espinosa afirma que disponen de un programa agrotécnico bien concebido, de trabajo en composición de bloques, sin picotillos, y tratan de hacerle todo lo que demandan, desde la preparación de tierra hasta el corte. «Tenemos que empinarnos por encima de las dificultades y hacer la caña que necesitamos».
«La bioeléctrica –afirma Víctor Diéguez–, vino a complejizarnos la vida a los agrícolas; pero si ella no estuviera, hoy no tendríamos tanta preocupación por revivir la colonia, y eso nos conviene. Algún día tendrá que haber caña. Sentimos presión, mucha presión, más en los momentos actuales, cuando no hay nada que echarle al plantón. La industria es un monstruo bueno».
Otros de los atajos obligados es el fomento de los bosques energéticos, no previstos en el inicio de la inversión y tan necesarios como la biomasa de bagazo y marabú.
Yodelvis Rivera Pelegrín, director general de la Empresa Agroforestal de Ciego de Ávila, sintetiza la magnitud de un problema sin solución hasta ahora: de las poco más de 3 000 hectáreas previstas en el programa vinculado a la bioeléctrica, solo hay plantadas 307, y con esfuerzo propio. Para este 2022 no se encuentra nada planificado para la siembra, y si lo tuviéramos no podríamos acometerla porque no disponemos de los recursos.
No existe en la empresa el aseguramiento necesario para enfrentar la preparación de tierra, el mantenimiento, la producción de posturas en cinco viveros tecnificados que aún no tenemos, y los bosques energéticos tardan de seis a ocho años en aportar la biomasa.
Simples operaciones matemáticas revelan que en el tiempo en que no haya zafra, la bioeléctrica necesitará unas 250 000 toneladas de biomasa y ¡dos millones de toneladas!, si hubiera que esperar a que los bosques energéticos entren en producción.
Asimismo, varios de los requisitos establecidos en el contrato de ingeniería, procura y construcción, por parte del contratista, no se han cumplido aún a causa de la covid-19; entre los más perentorios, la capacitación del personal, para cuando llegue el día cero, fecha en que la bioeléctrica será operada netamente por el personal cubano.
El proceso inversionista de ambas obras, más que megawatts de corriente, ha generado no pocas incongruencias, dudas e insatisfacciones, acrecentadas por la tensa situación por la que ha atravesado el país en la producción de corriente, mientras se dilató la construcción de la planta y la reparación del central.
También deja enseñanzas. No es descabellada la idea, por ejemplo, de que las nuevas bioeléctricas nazcan y convivan bajo un contrato de administración, pero que el financiamiento sea centralizado y empleado en todas las áreas: en la propia bioeléctrica, la agricultura, la industria, el central azucarero, el fomento de los bosques, la infraestructura de almacenes, el taller para la maquinaria agrícola, la siembra de caña energética; que sea un proyecto integral, con unidad entre todas las partes.
NO PUEDE HABER MÁS DILACIONES
Jorge Luis Tapia Fonseca, vice primer ministro, visitó recientemente áreas del central y la bioeléctrica, y evaluó a pie de obra el cumplimiento de las acciones indicadas con anterioridad, que deberán tributar a la correcta sincronización entre el ingenio y la planta generadora.
Seis de las 11 indicaciones no tienen solución por ahora, porque dependen de la intervención de los operadores chinos, quienes arribarán próximamente al país, sobre todo en el ajuste y las nuevas inversiones en el diseño de la alimentación de la caldera de la bioeléctrica, para que el bagazo se queme al 100 %, tal como sucede con el marabú.
La ingeniera Carmen Taboada detalló que las diferencias entre la granulometría de ambas biomasas genera problemas, tanto, que en materia técnica, lo que es bueno para una es malo para la otra. Tampoco llega de manera uniforme el bagazo a la tolva de recepción, y esos vacíos provocan altibajos de presión, con un riesgo alto de explosión.
La propia especialista dio a conocer la primicia de que ya están en el país las piezas para poner de alta una parte de las cosechadoras, realidad ante la cual el Vice primer ministro fue categórico: «Contar a finales de febrero con ocho cosechadoras, con objetividad, pueden aportarnos 480 toneladas diarias de marabú, y esto no cubre la demanda de la planta, que necesita entre 1 200 a 1 500 toneladas de esta biomasa en 24 horas. Hay que ajustar el mecanismo y quemar bagazo al 100 %. No puede haber más dilaciones».
En el encuentro se conoció que se destinará un fondo de 12 millones de dólares a estudios y otras inversiones que, a largo plazo, permitirán usar otro tipo de biomasa para el tiempo inactivo del central, aunque la indicación de Tapia Fonseca fue pensar enfocados en el presente, nombrar los responsables y poner fecha a cada una de las tareas pendientes.
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orosman dijo:
1
1 de marzo de 2022
06:25:18
WilmerEs dijo:
2
3 de marzo de 2022
23:11:42
Raúl Sabadí ICIDCA dijo:
3
4 de marzo de 2022
07:45:42
Zuly dijo:
4
4 de marzo de 2022
08:18:51
zagry dijo:
5
4 de marzo de 2022
10:04:57
Zenia dijo:
6
4 de marzo de 2022
11:34:13
Memoria Cubana dijo:
7
6 de marzo de 2022
01:36:13
Alejandro ICIDCA dijo:
8
7 de marzo de 2022
08:46:22
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