Hace pocas semanas leí la noticia: Agnieska T., polaca, había fallecido después del calvario de ingresar a un hospital en diciembre, durante el primer trimestre de su embarazo de gemelos, por deterioro de la salud. Sus síntomas tenían una causa grave: la muerte de uno de los fetos, certificada por los médicos que la atendían. Duele. Sucede.
Lo tremendamente inhumano fue que, dadas las estrictas leyes contra el aborto en ese país, el feto no se extrajo, y aún más: murió también el segundo feto. Fueron sacados manualmente nueve días después de la muerte del primero. La madre, que se vio obligada a mantenerlos todo ese tiempo en su vientre, mientras se descomponían, falleció el 25 de enero tras agónicos días. Dos vidas hubieran podido ser salvadas.
Una cubana ni siquiera sabe cómo procesar esta información, o la de una niña de 13 años obligada a parir un hijo producto de una violación que, por demás, provenía de un familiar cercano. En Cuba se reconoce hace mucho tiempo el derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo, y el aborto es legal, seguro y gratuito.
Pienso en esos casos, y en tantas historias y conflictos, mientras leo con disciplina esta versión 24 del proyecto Código de las Familias, del que también brindan amplia información artículos, programas de televisión y otros medios, y resúmenes sobre los puntos novedosos.
Circulan, como era de esperar, numerosas tergiversaciones, malintencionadas unas, ignorantes y simplistas otras. Hay incluso quienes, por no aceptar norma alguna propuesta por leyes cubanas, están dispuestos a renunciar a derechos que les benefician.
No está en mi ánimo querer convencer de la profundidad y alcance de este Código, pero al menos les debemos a nuestras propias familias y a las personas conque interactuamos, conocer de verdad su contenido justo e inclusivo, que no hace más que poner en blanco y negro la variedad y complejidad de nuestra sociedad, como ya existe.
Como yo lo veo, es un Código que blinda y brinda derechos. No quita ninguno; suma otros, como es correcto y como ha demostrado la realidad que es necesario. Un Código que será de nuestros hijos y nietos, nuestros niños y jóvenes, por fortuna más libres de cargas y herencias obsoletas y discriminadoras.
Todas las familias son originales.
Mientras existan amor, respeto y preocupación por el bienestar de cada uno, cómo sea su diseño es irrelevante. El diseño ya lo ha puesto la vida, más rica y sorprendente que cualquier prejuicio. ¿No lo cree?, mire a su alrededor. Así de fácil: gente de todos los colores, opciones, elecciones. Pero solo dos diferencias esenciales: buenas y malas personas.
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Joel Ortiz Avilés dijo:
1
15 de febrero de 2022
08:04:44
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