ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Foto: Tomada de Resumen latinoamericano

A veces pienso en lo que el bloqueo significa para las generaciones que nacieron y crecieron en estas circunstancias: para algunos, quizá los menos interesados en la política, una mera abstracción; para otros, la justificación que se toma de la mano cuando algo no sale cómo debería; para muchos, como yo, la imposición que ha mutilado al proceso revolucionario de la fuerza económica necesaria para cumplir una serie de aspiraciones que aún están por conseguirse, y así mostrarle al mundo el éxito y la estabilidad del modelo socialista.

Para otros tantos –emigrados en su mayoría– es una falacia del Gobierno cubano, que parecen desmentir con la foto de una caja de pollo que dice made in USA, aunque haya sido comprada en terceros países o desconozcan en qué condiciones adversas pudo ser.

Para más de 180 gobiernos del mundo, el bloqueo es una injusticia que se condena cada año en la ONU, democráticamente y por amplia mayoría.

Para el Gobierno de Estados Unidos, es la garantía de que sus intereses regionales no se verán afectados, el freno a una locomotora social que, si anduviera a su velocidad tope, estaría montando cada vez a más pueblos del mundo.

Para todos estos, incluso para mí, que lo vivo y lo siento, el bloqueo puede ser una variable, un impedimento o un presupuesto en discusión.

Pero la realidad es implacable para otros que lo han tenido que ver más de cerca: en el descontento de una comunidad que lleva años esperando a que sus condiciones mejoren, en la agonía de los obreros que quisieran desarrollar su empresa y que ello repercuta en una mejor calidad de vida, pero que no pueden porque el bloqueo imposibilita negociar con otros clientes, socios y adquirir tecnologías.

El bloqueo sí existe para la familia que ya no puede enviar remesas e insumos a sus familiares en Cuba porque cada vez son más las vías que cierran para impedirlo; en el doctor con altos estándares de aprendizajes y de experiencia, a quien a veces le falta un par de guantes para tratar a sus pacientes; en la muerte de un hijo que no se salvó porque no dejaron llegar el medicamento a Cuba.

Ya son 60 años desde que Kennedy firmase la Orden Ejecutiva Presidencial 3447, implantando el más largo cerco económico que se ha hecho a un país. El impacto en números puede erizarle la piel a cualquiera, pero esos números no son sencillamente datos sobre una hoja. Esos números son una escuela por construir, una carretera por reparar, una farmacia que abastecer, una casa que entregar, un servicio por mejorar, una inversión por crecer, una producción que lograr…

La nueva lógica de algunos gurúes de la economía es olvidarnos del bloqueo, no mencionarlo tan siquiera, pues es una variable dada y, por tanto, el socialismo debe construirse por sobre ella.

Esto que dicen no es nada nuevo. La Revolución se desarrolló y puso al centro de sus conquistas al hombre y a la mujer, precisamente, sorteando el bloqueo. Siempre hemos apostado por esa práctica, por la resistencia creativa; pero nunca hemos dejado, ni dejaremos de denunciarlo con la mayor fuerza posible, porque una injusticia de esa tela no puede quedar guardada en un clóset.

No encuentro cinismo mayor que aquel que no solo te amarra los brazos y te tira al río, sino que luego te culpa por no saber nadar. Algo así pretende el Gobierno de Estados Unidos y sus kamikazes mediáticos contra Cuba: hacernos creer que nos merecemos tener las manos amarradas por ellos, que nos merecemos ser arrojados a la corriente del río por ellos y que luego, bajo el estado de hipoxia, miremos con odio hacia el Gobierno cubano y lo señalemos como el culpable. La mil veces repetida parábola de Poncio Pilato y sus manos lavadas.

Lo que pasa es que a esta altura del campeonato, las manos del imperio están muy sucias. Mantener durante más de 60 años, sin legitimidad internacional, violando la Carta de la onu, un bloqueo extraterritorial de tal magnitud, es una deliberada violación diaria de los derechos humanos, los cuales se hartan de mencionar en vano.

En todas partes del mundo hay seres humanos que comprenden las consecuencias de esta política para la vida de los cubanos y cubanas. Por ello salen a pedir que cese, de una vez y para siempre, el mayor acto de guerra contra el pueblo cubano.

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