CAMAGÜEY.-No apta para miopes e impostores resultó la marcha patriótica del pueblo camagüeyano por la Plaza de la Revolución Mayor General Ignacio Agramonte Loynaz, que en cifra calculada en miles de trabajadores y sus familiares ofreció al mundo una nueva lección de unidad y fe en el futuro de la nación.
«¿Que venimos obligados? No hay peor ciego que el que no quiere ver. Obligado está nuestro pueblo, sí, pero con su historia y su Revolución», comentó Felipe Durán Ortega, quien prefirió hablar este día de expectativas y metas personales que aseguren un futuro digno y prometedor al pequeño que sostenía sobre los hombros.
Durante casi tres horas, cientos de colectivos laborales de todos los sectores de la producción y los servicios enriquecieron el desfile con sus aportes e iniciativas en hermosa y compacta comunión, símbolo de la indestructible unidad forjada en más de 60 años de resistencia frente a los enemigos de siempre.
Tampoco quiso perderse una ocasión como esta la maestra jubilada Esther Betancourt Estrada, quien opinó que la respuesta masiva popular constituye una nueva señal para el imperio de que aquí hay un pueblo decidido a preservar y perfeccionar el socialismo aun en las más difíciles circunstancias.
Entre consignas, a golpe de conga y genuina alegría, el gigantesco torrente humano de respaldo a la Revolución soltó al aire claros mensajes de unidad, decisión de lucha y fe en la victoria frente a quienes sueñan con el ocaso del socialismo en Cuba y la destrucción de todas sus conquistas.
El colorido de la marcha y, sobre todo, el protagonismo especial de los jóvenes, fueron resaltados también por el estudiante Rafael Domínguez Cancio, quien subrayó que tal nivel de participación y entusiasmo popular no se logra mediante coerción ni imposiciones de ningún tipo. «Esta de hoy, aseguró, es una prueba más de que el pueblo asume como suyos los argumentos y las razones de la Revolución, respalda las transformaciones económicas en marcha, aporta desde cada sector, con dificultades y deficiencias, pero presto a resolverlas sin renunciar al socialismo».
Comprobó el espíritu patriótico y revolucionario de un pueblo que no se deja confundir con las falacias y difamaciones de los enemigos de siempre.
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