Matanzas.-En días muy señalados o cuando por algún motivo la familia se reúne en casa, Paulita termina echándole mano al «baúl de los recuerdos» y siempre, bajo cualquier pretexto, pone ante los ojos de todos una foto que se hizo hace ya 60 años.
En la misma aparece vestida con el uniforme de alfabetizadora, sosteniendo el típico farol, una imagen que ella conserva, dice, con una ternura un tanto maternal, como si se tratara de lo más importante de su vida.
«No me canso de contemplarla, me trae a la memoria aquellos días hermosos de la Campaña de Alfabetización en una zona del actual municipio Segundo Frente Oriental Frank País, en Santiago de Cuba», evoca con agrado.

«Me ubicaron en un caserío llamado San Benito, monte adentro, una zona cafetalera y particularmente atrasada en comparación con otras comunidades de la región, donde la mayoría de las familias llevaban el apellido de Piedrahita
«Trabajaba en tres sesiones, a los niños los enseñaba por la mañana, a las amas de casa por el medio día, y por la noche a los trabajadores; eran jornadas muy agotadoras, pero era la posibilidad de que aquellos campesinos aprendieran a leer y a escribir.
«Me quedaba en casa de unos campesinos muy pobres, gente muy noble y agradecida de lo que ya hacía por ellos la naciente Revolución. Recuerdo que la más joven se llamaba Victoria, de una edad similar a la mía».
Por lo visto, solo el recuerdo de aquel episodio llena de satisfacción a Paula López López, mujer matancera con una fecunda trayectoria revolucionaria.
«Yo era muy jovencita y mis padres no querían que me fuera a un lugar tan lejos de la casa. Tuve que imponerme un poco, yo creo que por eso todo lo que vino después lo aceptaron porque vieron que cuando decía por ahí, era por ahí».
La campaña fue una prueba de fuego para la juventud de aquella etapa y para Paula López López, especialmente, toda una escuela. «Me vi precisada a imponerme, a aprender mucho, pues yo era de esas adolescentes que no sabía hacer nada, ni siquiera lavar mi ropa íntima, muy consentida de mis padres».
«Ese contacto con personas humildes me aportó muchísimo, porque yo apenas conocía lo que era el campo y aquella convivencia en condiciones tan adversas me hizo crecer y ver el mundo desde otra perspectiva a mis 14 años de edad».
Con el paso del tiempo la Revolución la absorbió por completo. Nada interrumpiría luego su avance, ni siquiera los prejuicios y el marcado machismo de la época.
Fue fundadora y después dirigente de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), y en los últimos tiempos se ha desempeñado en el frente de atención y prevención social.
De sus años cuando encabezó la organización femenina en el territorio recuerda los encuentros con Vilma, una persona muy dulce y comunicativa, expresa, «por eso cada vez que uno compartía con ella, eran momentos especiales. Le gustaba mucho escuchar, siempre atendía a todo el mundo y trataba de ayudar».
«Fue mi paradigma, mi ejemplo de dirigente, y también el de muchas otras mujeres de mi generación».
Paulita no olvida lo ocurrido durante una visita de Fidel a la provincia. Dice que se le quedó mirando, y le dijo al entonces Primer Secretario del Partido en la provincia: «Tienen ustedes una secretaria general muy joven, (y agregó con su risa algo pícara), y además, muy bonita».
«De aquel encuentro con el líder histórico de la Revolución tengo una fotografía que también guardo con especial cariño».



















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