SANTIAGO DE CUBA.-A 60 años de culminada la Campaña de Alfabetización, en los corazones de Teodoro Domingo Rivera Perdomo y Magaly Gertrudis López Álvarez, aún laten los recuerdos de aquella cruzada voluntariamente compartida para llevar la luz de la enseñanza a iletrados en campos y ciudades cubanos, y que sin sospecharlo entonces tiempo después los uniría en la vida.
Apenas con doce años de edad contaba Rivera Perdomo cuando al vencer en 1961los estudios primarios, a escondidas de la abuela que criaba a los cuatro nietos huérfanos de madre, falsificó su firma en el espacio de la planilla para el padre o tutor, que autorizaba la incorporación de los menores a la noble tarea en que pensaba subir a los montes como habían hecho Fidel y sus barbudos.
Para su satisfacción al llegar la confirmación la abuela solo le dijo «si te atreviste ve y cumple», y después de recibir en Varadero el curso que junto a los conocimiento necesarios lo habilitó con el uniforme, la cartilla, el farol y demás medios, de retorno a Santiago de Cuba fue ubicado en el Condado de Pozo Dulce, zona muy próxima al Caney de las Mercedes, en la mismísima Sierra Maestra.
«Tenía seis alumnos –refiere--, todos adultos en la casa de Rafael Figueredo, donde aceptado como un hijo tuvimos una relación muy bonita, y mientras los enseñaba con la mayor felicidad del mundo a leer y a escribir, yo aprendía con ellos cómo era la vida en el campo y adquiría con el cumplimiento de la tarea un sentido de la responsabilidad que me ha acompañado siempre.
«Al final –añade--, fui de los brigadistas que partimos hacia La Habana en un tren de con carros cañeros cubiertos de pencas de palmas, para estar con Fidel en el acto de proclamación de Cuba Libre de Analfabetismo, en la Plaza de la Revolución José Martí. Al regreso colaboré con los CDR en el seguimiento lectivo a los alfabetizados, una labor en la que en 1962 conocí a Magaly.
«Luego seguí superándome y al llamado del Comandante en Jefe para formar maestros me incorporé en Minas del Frío, pasé a Topes de Collante y de ahí a Tarará, donde me enfermé y volví a Santiago, pero ya con el maestro dentro me inserté primero en el sistema de enseñanza de las FAR, y después en el de Educación Nacional, donde he trabajado desde la primaria al nivel universitario».
En el caso de la jovencita Magaly Gertrudis su sueño había sido convertirse en maestra normalista, pero económicamente a la familia le había sido imposible complacerla, de ahí que al conocer que la Campaña de Alfabetización se realizaría en las ciudades con los «Alfabetizadores de Patria Muerte», de inmediato se sumó con un grupo de 30 alumnos de la barrida de Vista Hermosa.
«Yo iba de casa en casa dando las clases –rememora--, y como había más de uno que por ser muy humildes no tenían condiciones en sus hogares, el mío se convirtió en su aula. Luego al igual que Teodoro me mantuve con 60 alumnos en los curso de reforzamiento de conocimiento creados a través de los CDR, y de los cuales vi con orgullo a muchos jóvenes asumir importantes tareas.
«Así la Revolución posibilitó mi gran anhelo, porque continué superándome en el Instituto de Perfeccionamiento Educacional, y posteriormente me hice defectóloga en la enseñanza especial para contribuir con mucho amor a la formación de niños y jóvenes. Además, por este camino abierto por la Alfabetización mantuve una bonita amistad con Teodoro hasta que nos casamos en el 2007».
Al compartir la larga experiencia en una de las más noble tareas de la sociedad, Magaly y Teodoro coinciden en que «la educación y formación de los alumnos debe ser de exquisita calidad, para lo cual el maestro debe entregar el alma y a la vez exigir sin paños tibios. Esa ha sido nuestra divisa en el trabajo a lo largo de los más felices 60 años de nuestras vidas».



















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deisy dijo:
1
22 de diciembre de 2021
13:21:20
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